Extremadura: aquel «último» lobo, según el último premio Nobel

 « Al último lobo de Extremadura, a la naturaleza que fue creada ».  Son palabras que pronunció en Estocolmo el día 7 de diciembre de 2025, el premio Nobel de literatura László Krasznohorkai.

Fue en su pequeño discurso de agradecimientos, tras citar a la Fundación Nobel, a la Academia Sueca y a las autoridades del país.

Los hubo también para sus editores y traductores, para la Grecia clásica y para el Renacimiento italiano.

Para las mujeres que amó, para su familia y para sus escritores favoritos; entre ellos, varios autores húngaros. También para otros como Franz Kafka, Fiódor Dostoyevski y William Faulkner. Recordó asimismo varias voces, entre ellas las de Montserrat Caballé y Teresa Berganza. Y expresó una mención especial para Patti Smith: « Pues ella es la advertencia eterna de que no hay que someterse a nadie nunca ».

Captura-de-pantalla-2025-12-20-a-las-22.45.59 Extremadura: aquel "último" lobo, según el último premio Nobel
László Krasznahorkai pronuncia su discurso tras recibir el premio Nobel de Literatura 2025. En su libro ‘El último lobo’ afirma:
«No sabía incluso ni donde estaba ‘esa’ Extremadura», se dijo Krasznahorkai, cuando fue invitado a visitar «la parte hoy española de la antigua Lusitania».

Las citas de su corta alocución fueron brevísimas, escuetas, austeras.

Y ahí, casi al final de su discurso, fue cuando dijo aquellas palabras esenciales sobre lo que se ha convertido en uno de sus historias míticas: la del último lobo de Extremadura. Después, apenas citó tres valores inmateriales más a los que daba también las gracias: al príncipe Siddharta, es decir, a Gautama Buda; al idioma húngaro, su lengua materna, en la que escribe. «A Dios», concluyó.

https://www.nobelprize.org/prizes/literature/2025/krasznahorkai/speech

Este mes de diciembre de 2025, y las semanas anteriores, se han dicho muchas cosas de Extremadura. Para mí, lo expresado por László Krasznohorkai en Estocolomo es de lo más valioso.

Según nos contó Angela Murillo en el diario Hoy (10 de octubre de 2025), Krasznahorkai ha visitado Extremadura en varias veces; aunque su viaje llamémosle iniciático sólo durara doce días, entre febrero y marzo 2008.

Fue el resultado de una idea de intelectuales e instituciones culturales de Extremadura. El ahora premio Nobel recibió una carta de la Fundación Ortega Muñoz (https://ortegamunoz.com/ ), que se encargó de casi todo. Al principio, Krasznohorkai se mostró sorprendido e incrédulo. Creyó incluso que era un error.

Más aún, cuando al llegar le dijeron que dispondría de un vehículo con conductor e intérprete para ir para adonde quisiera y para que escribiese –con toda libertad– lo que se le ocurriera. Brillante idea, inaudita.

Krasznahorkai escribió entonces El último lobo, un relato en el que los detalles verídicos de su viaje por el territorio extremeño se mezclan con una ficción novelada, en un texto construido como si fuera un único párrafo único. Las palabras se acumulan y persiguen mediante una sucesión de comas. Una esforzada técnica literaria que recuerda episodios y autores de diferentes autores europeos. Un crítico francés lo consideró  «una proeza estilística». De otro modo, como la del último capítulo del Ulysses, de James Joyce, sin signos de puntuación: Yes because he never did a thing like that before as ask to get his breakfast in bed…

En lo que a mí se refiere, quise prepararme para afrontar la leyenda de aquel último lobo extremeño durante los días –que se aproximaban– de elecciones y mítines en Extremadura. No pude encontrarlo en varias librerías madrileñas, de modo que he terminado leyendo su texto traducido al francés. Lo encontré en París, cuando acababa de salir de la imprenta (a finales de octubre de 2025). Lo he leído ahora en Las Villuercas, en mis montañas tribales, o sea, inmerso en la naturaleza creada de la que se admiró en su día Krasznahorkai.

En ese texto, a ratos lleno de recovecos, el autor húngaro describe a su propio personaje sentado a diario en un bar berlinés, el Sparschwein, ante una botella de cerveza Sternburger, mientras va contando a un camarero su singular aventura extremeña.

Lo hace con parsimonia, sorprendido desde el primer momento: «No sabía donde estaba Extremadura», reconoce.

Tras averiguarlo, llega a una primera conclusión precisa:  «Extremadura es la parte hoy española de la antigua Lusitania, una región hoy limítrofe con Portugal, situada por encima de Andalucía y por debajo de Castilla y León, la región de la que surgieron los conquistadores, ¡guau!».

Lásló Krasznahorkai se alojó en Cáceres, pero durante doce días se admiró de los paisajes y del territorio. Visitó Trujillo, Navalmoral de la Mata, Talayuela, Alburquerque, Valencia de Alcántara, Herreruela y varios lugares y campos de las dos provincias extremeñas, sobre todo la Sierra de San Pedro donde –según pudo leer en aquellas fechas– había perecido el último lobo.

Al final, logró entrevistarse con Antonio Domínguez Chanclón, quien, según fue informado por él mismo, dio muerte al (quizá) último lobo casi por casualidad. Cuando lo esperaba, pero no lo encontraba. Porque el lobo –que estaba muy cerca– se movió hacía el cazador al encender éste un mechero para fumar un cigarrillo. Krasznahorkai se admira al encontrar a la momia de la caza, naturalizada, embalsamada en una vitrina en el domicilio cacereño de Domínguez Chanclón. «Tuve el sentimiento de que aquellos dos seres, Chanclón y el lobo, estaban en perfecta ósmosis, pues el lobo expresaba el mismo orgullo que el cazador al exhibir a su víctima».

Después, hubo una sucesión de sorpresas y avisos en los que supo que –casi con seguridad– el último lobo no había muerto en 1983, de la mano de Domínguez Chanclón, sino en 1989 y aún después, en 1993.

Krasznahorkai encubre y describe su relato desde el punto de vista de un personaje que mantiene la intriga de esa historia legendaria ante el camarero habitual de su bar berlinés, el Sparschwein, mientras vuelve a repasar las circunstancias de su viaje Extremadura, mientras lo cocina con detalles verídicos y elementos ficticios puntuales

Habla de los árboles, de las encinas, de las dehesas. De los loberos que vivían de acabar con lo que las leyes decimonónicas empezaron a calificar de alimañas. Sin adjetivarlo más de lo imprescindible, Lásló Krasznahorkai deja clara su admiración por lo que ve, lo mismo que su sentimiento de ternura ante el lobo como especie y ante quienes lo cazaron, loberos o no, que figuran siempre como personajes entrañables.

El periodista y escritor extremeño José Ramón Alonso de la Torre recordó hace dos meses en el diario Hoy (21 de octubre de 2025) la novela corta de Krasznahorkai y cómo las viejas historias y leyendas de los lobos configuraron el pasado en las sierras extremeñas. El verdadero último lobo, según lo documentado por Alonso de la Torre, sería una hembra adulta, preñada, que fue atropellada en 1990 sobre el asfalto: en el kilómetro 27.300 de la EX-100 que va de Cáceres a Badajoz. Lo contó en un libro José Manuel López Caballero, destacado biólogo de la Universidad de Extremadura, que participó en la autopsia.

En algún momento, Krasznahorkai señala a alguien –otro héroe de esa naturaleza creada– que secretamente recorría las lindes de una finca para deshacer las trampas y los lazos que tendían en aquellos años quienes querían acabar con la última manada de lobos de Extremadura.

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László Krasznahorkai en 2009, junto a Antonio Franco, entonces director del Museo Extremeño e Iberoamericano de Arte Contemporáneo. Foto publicado en el diario HOY (10 de octubre de 2025).

En algún momento, hacia la mitad de su texto literario, el último premio Nobel se convence a sí mismo de que «Extremadura se encuentra fuera del mundo» [sic]. Considera las transformaciones, las autopistas y el comercio, los grandes almacenes. Ve que Extremadura ha cambiado, alejándose del universo miserable que ha podido ver en libros y viejas fotografías. Aunque de inmediato, a continuación, estima probable que el mundo exterior vuelva a invadir ese territorio que le parece paradisíaco.

Porque para alejarse de la pobreza decimonónica, de aquella vieja miseria, Krasznahorkai cree que «el único medio del que disponen [los extremeños] es dejar que entre [allí] el mundo, y dejar así que se introduzca [de nuevo] la maldición, pues todo, tanto la naturaleza como la población de Extremadura, serán golpeadas por la maldición, a la que no parecen temer».

Advertencia o admonición, el personaje central termina confesando que reescribe mentalmente (a diario) esa historia en su cabeza, sin decidirse por un desenlace concreto para El último lobo. Confiesa que mantiene a Extremadura «en lo más profundo de su corazón». De algún modo, el escritor-profeta Krasznahorkai querría –quiere– dejar pendiente el punto final, con la esperanza de que sobreviva esa naturaleza creada que descubrió en 2008 con una admiración que persiste.

Paco Audije
Periodista. Fue colaborador del diario Hoy (Extremadura, España) en 1975/76. Trabajó en el Departamento Extranjero del Banco Hispano Americano (1972-1980). Hasta 1984, colaboró en varias publicaciones de información general. En Televisión Española (1984-2008), siete años como corresponsal en Francia. Cubrió la actualidad en diversos países europeos, así como varios conflictos internacionales (Argelia, Albania, Kosovo, India e Irlanda del Norte, sobre todo). En la Federación Internacional de Periodistas ha sido miembro del Presidium del Congreso de la FIP/IFJ (Moscú, 2007); Secretario General Adjunto (Bruselas, 2008-2010); consejero del Comité Director de la Federación Europea de Periodistas FEP/EFJ (2013-2016); y del Comité Ejecutivo de la FIP/IFJ (2010-2013 y 2016-2022). Doce años corresponsal del diario francófono belga "La Libre Belgique" (2010-2022).

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