La letra que me quebranta tiene una musa madrugadora y altanera que se le viene a la cabeza mientras camina. Cuando el sol despunta ya se ha vuelto idea y comienza a dibujarse para abrazar su causa que es ser feliz contra todo retronóstico de muerte.
Su experiencia consonante le ha enseñado que es impronunciable en soledad y que para poder vivir sin sobresaltos ni remordimientos se necesita un acuerdo de al menos dos, mejor si son tres o cuatro para poderse multiplicar en el texto producido y en el contexto transformado reconociendo que en la línea de la vida la única división aceptable obedece a razones circunstanciales y transitorios de espacio.
Sobresale o anda de bajorenglón dependiendo de la misión que le fuera encomendada sin que lo uno ni lo otro le espante; la tipografía es cuestión de diseño y éste no es azaroso: complementa intencionalmente la letra para el logro del objetivo trazado.
Pobre letra enamorada de todo lo que palpita le inventa latidos hasta a lo inerte. Se afana en escribirse dejando la piel en muros, paredes internas y hasta en alguna que otra penca, porque los mensajes de amor puede que sean clandestinos más nunca anónimos.
A sabiendas de que jamás por buscar la verdad se puede herir la memoria, que la justicia implica respeto y que el bien común es la única elección en casos dilemáticos no resiste las prisiones estandarizadas y opta por hacerse ilusión óptica en el tabloide donde la gente cree que quedó impresa.
Reconoce que sus uniones son perecederas pero no las huellas que éstas dejan, por eso asume el compromiso ético con la historia y no pierde vocales en intrascendencias o violencias sino que construye palabras y luego las va soltando en la calle a donde sale vestida de poesía, es decir, de diario.
¡Pobre letra apasionada! Todas las tardes se ejercita para seducir en lúdico arrebato a la letra que formará con ella diptongo y le escribe incansable aunque sabe que la otra, tan distraída, aún no ha aprendido a leer.
Autores:
- Palabra: Ileana Ruiz
- Ilustración: Xulio Formoso