Jordania soporta pesada carga oncológica

El esqueleto de hormigón de dos torres gemelas de 13 pisos sobresale entre los edificios de una de las calles más congestionadas de la capital de Jordania. La expansión del Centro Rey Hussein contra el Cáncer es tanto un símbolo de progreso como de crisis, informa Elizabeth Whitman (IPS) desde Ammán.

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El Centro Rey Hussein contra el Cáncer, en Ammán, duplicará su capacidad. La prevalencia nacional y regional de la enfermedad continúa en aumento. Crédito: Elizabeth Whitman/IPS

Cuando la obra esté terminada, en 2015, duplicará la capacidad actual del Centro Rey Hussein, que podrá recibir a 9.000 nuevos pacientes oncológicos por año.

Pero este proyecto de 186 millones de dólares puede ser insuficiente.

En este país de Medio Oriente, el cáncer es la segunda causa de muerte detrás de las enfermedades cardíacas. Más de 5.000 jordanos reciben un diagnóstico de cáncer por año. Y se estima que para 2020, serán más de 7.200 por año.

Estos datos reflejan tendencias mundiales.

Hasta no hace mucho, el cáncer se consideraba un flagelo del mundo industrializado. Sin embargo, 56 por ciento de los nuevos casos de cáncer de 2008 se registraron en países en desarrollo. Y para 2030, la proporción habrá trepado a 70 por ciento.

Si Jordania no se prepara, «no seremos capaces de afrontar la cantidad de pacientes y el aumento del costo de tratarlos», por lo que habrá «menos tratamientos y más mortalidad», dice a IPS el oncólogo clínico Sami Jatib, presidente de la Asociación Médica Árabe Contra el Cáncer y expresidente de la Sociedad de Oncología de Jordania.

Este país es afortunado por contar con el Centro Rey Hussein, una organización no gubernamental administrada por la Fundación Rey Hussein contra el Cáncer que es el único lugar para el tratamiento de esta enfermedad y el único del mundo árabe acreditado por la Comisión Conjunta de Acreditación de Organizaciones de Salud.

El Centro Rey Hussein ha sido pionero pues transformó las visitas desarticuladas con varios especialistas en una atención completa con protocolo de tratamiento.

Pero es apenas un solo centro. Sesenta por ciento de los casos de cáncer en Jordania están en Ammán, según las estadísticas nacionales más recientes, que son de 2010. Y 80 por ciento de los centros de tratamiento están, también, en la capital.

Para la mitad de la población jordana, que reside en Ammán o en sus suburbios, esa ubicación es ideal. Pero para quienes viven en áreas apartadas, acceder a un tratamiento puede ser una odisea.

«La desigualdad del acceso es el principal obstáculo», a pesar de que este país tiene «todo el espectro de tratamientos», concluyó el médico Omar Nimri, director del Registro Jordano del Cáncer del Ministerio de Salud, en el Informe Mundial sobre Cáncer 2014.

Una isla de cuidados

Sentadas en una sala de espera en el Centro Rey Hussein, Nisreen Harabi y Sana’ Iskafee, esposas del mismo marido, cuentan su peripecia.

Harabi se mueve hacia adelante y hacia atrás, como para distraerse del dolor, mientras Iskafee habla.

Para llegar a Ammán desde su casa en la aldea de Luban, a una hora de viaje, deben tomar uno o dos autobuses públicos baratos o gastar el equivalente a 21 dólares en un taxi, dice Iskafee.

Harabi tiene cáncer en los ganglios linfáticos, según Iskafee, y debe acudir al Centro cuatro veces por semana para recibir radioterapia. «Empezamos hace dos meses. La parte más difícil es el transporte; vivimos muy lejos», explica.

Esa mañana salieron de su casa a las 06:30 para llegar a tiempo a una consulta a mediodía.

«La distribución (de las clínicas) no es equitativa», dice a IPS el médico Jamal Jader, oncólogo que practica radioterapia en el Centro y que preside la Sociedad Jordana de Oncología.

Como Harabi, alrededor de 60 por ciento de los pacientes oncológicos deben someterse a radioterapia en algún momento, destaca Jader. Pero tienen que estar en Ammán todos los días para una sesión de 10 o 15 minutos, sumando un sufrimiento extra para quienes residen fuera de la capital.

«No tenemos un solo oncólogo o experto en radioterapia en el sur» o en otras áreas apartadas, agrega Jader.

Aunque todos los pacientes reciben un tratamiento de «casi» la misma calidad, Nimri admite que los más pobres o los que viven lejos de Ammán enfrentan mayores dificultades.

«Tienen que alquilar un lugar, quedarse en un hotel o en lo de familiares, si es que tienen alguno», señala.

Harabi tiene suerte de vivir a una hora de distancia.

El viaje y el alojamiento requieren tiempo y dinero, y lo segundo escasea particularmente en un país donde el ingreso anual por persona es de 5.980 dólares.

«Necesitamos clínicas en el norte y en el sur para cubrir mejor a toda la población», dice Jatib. El gobierno tiene «un plan para empezar a construir instalaciones en las diferentes gobernaciones de Jordania», agrega.

La situación está cambiando, aunque gradualmente. El Hospital de la Universidad Rey Abdullah, en la norteña ciudad de Irbid, planifica adquirir equipos de radioterapia.

También está en desarrollo un plan nacional para el control del cáncer, que establecerá pautas de prevención, diagnóstico y tratamiento. Jader espera que esté listo en un año y ayude a identificar «qué instalaciones faltan aquí y allá».

Los miembros de las Fuerzas Armadas y servicios de seguridad y sus familias reciben tratamiento en instalaciones militares. Los hospitales privados están a disposición de quienes puedan pagarlos, y están los centros públicos administrados por el Ministerio de Salud.

Sin embargo, su capacidad no está a tono con la del Centro Rey Hussein. De 29 hospitales públicos, solo uno ofrece quimioterapia.

Hay diferencias de calidad entre hospitales públicos y privados, admite Jatib.

La mayoría de los pacientes oncológicos tienen cobertura del Ministerio de Salud o de la corte real, observó Jader, pues por ley cada jordano puede postularse a tratamiento gratuito. Aunque esta política alivia el sufrimiento individual, para el gobierno se puede convertir en una crisis financiera si tiene que «hacer frente a todos los compromisos», agregó.

Nimri calcula que con unos 25.000 o 30.000 pacientes oncológicos y un costo promedio de 20.000 dólares de tratamiento por año, Jordania debe destinar unos 500 millones de dólares anuales a tratar esta dolencia.

Una enfermedad multifactor

Cuarenta y ocho por ciento de los varones mayores de 15 años fuman tabaco (en comparación con 5,7 por ciento de las mujeres), según datos de 2009 de la Organización Mundial de la Salud (OMS), mientras 63,3 ciento de hombres y 70,4 por ciento de mujeres tienen un índice de masa corporal superior a 25 o, en otras palabras, padecen sobrepeso.

El tabaco es el mayor factor cancerígeno, y la OMS estima que su consumo causa 22 por ciento de las muertes por cáncer y 71 por ciento de las muertes por cáncer de pulmón en el mundo.

Otro 30 por ciento de muertes se atribuyen a conductas y estilos de vida de riesgo que generan sobrepeso, alimentación de mala calidad y sedentarismo.

«Nuestra población está creciendo y envejeciendo… sin adoptar estilos de vida saludables que ayudan a prevenir muchas enfermedades no transmisibles como el cáncer», escribió el médico Abdallatif Woriekat, entonces ministro de Salud, en el informe nacional 2010 sobre la incidencia del cáncer en Jordania.

«La dieta poco saludable y el hábito letal de consumir tabaco son muy comunes y aceptados entre los jordanos, y sin duda dejarán una huella indeseable», concluyó.

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