Un inquietante mundo helado de misterio, amor y sexo es el que rodea a los personajes de El amor es un crimen perfecto, obra de los hermanos franceses Jean-Marie y Arnaud Larrieu -autores de títulos como Los Ultimos Dias del Mundo, y Pintar o Hacer el Amor- interpretada por su actor fetiche Mathieu Amalric (la Venus de las pieles), al que acompañan tres actrices con carácter: Karin Viard (Delicatessen) , Maïwenn (también realizadora, Polisse) y Sara Forestier (Los nombres del amor).
En una Lausanne invernal, el profesor de “escritura literaria” dirige un taller sobre el paisaje en su universidad, vive con su hermana en un aislado chalé de la montaña y tiene reputación de coleccionar aventuras amorosas con sus alumnas. Desaparecida su última conquista, una guapa e inteligente estudiante llamada Bárbara, entra en escena su madrastra, de nombre Anna, quien a su vez inicia un tórrido romance con el profesor, a cuenta de la particular investigación de ambos sobre el final que haya podido tener la chica.
Inspirada en la novela Incidences de Philippe Djian, el planteamiento de la película, que es un thriller psicológico y en el que la realidad se asemeja mucho a una fantasmagoría, incluso a una pesadilla, y donde la verdad se confunde con la mistificación, reúne algunos elementos tabúes suficientes para hacerla en principio atractiva: las siempre controvertidas relaciones profesor-alumno, la sombra del incesto que planea sobre la convivencia de dos hermanos, la relación amorosa con la hija y su madre…
Lástima que todo suene bastante falso y que el dúo realizador no haya sido capaz de encontrar un ritmo atractivo para meter y sacar de escena a unos personajes, a ratos negros y a veces radiantes, que parecen descolocados en el perfecto escenario nevado.