El lenguaje -en cualquiera de sus formas y modalidades- cumple dos funciones: expresar y comunicar. Sólo quien se involucra personalmente alcanza un alto nivel de profesionalismo. Hay gente a quien le basta que lo vean sin importarle en qué compañía se halle, mientras existe otra que desea que pase algo en quien le lee, por ello dedica esfuerzo en la construcción de cada texto sin publicarlo hasta creer que, efectivamente, es una buena barbacoa como pretende quien lo inspiró al regalarle un corazón a la brasa.
Xulio Formoso: corazón a la brasa
No hay mayor felicidad que la que nace de la conciencia de la vulnerabilidad que proporciona el amor. Quien tiene un corazón ardiente sabe que está desguarnecido y que seguramente le herirán porque quien lo lea no necesariamente lo entienda y quien lo descifre quizá no comparta su criterio y quien sí lo haga probablemente estará ocupado con otras letras que le resulten más atrayentes. Pero, aun así, ama y al amar no necesita de enciclopedias ni diccionarios para ser. Se pronuncia y, al manifestarse, se siente plenamente alegre.
El ejercicio escritural risueño piensa que la felicidad no sirve para nada por eso es imprescindible; es completamente inútil; no es rentable; no conlleva a ningún producto salvo a la felicidad misma, para sí y para quien le escudriña.
La palabra profunda no se anda con risotadas ni alborotos: rodeos de la banalidad. No utiliza el chiste procaz ni se burla de la gente: atajos de la indignidad. No grita ni forma alborotos: excusas para la irreflexión. Al contrario, desconfía del ruido blanco y sordo del escrito bullanguero que oculta tras la hilaridad la vacuidad del alma.
El texto que permanece como un corazón en el rescoldo del hogar está en paz consigo mismo al saber que ha honrado a quien lo merece por tanto no tiene que preocuparse de cargar con las pifias de los desamorosos. ¡Allá ellos que, sucumbiendo al vicio desquiciado, incurren en la irresponsabilidad de exhibirse en una página que más hubiese valido ser lanzada al vacío! ¡Hay tantas cosas por las qué bienaventurarse en blanco y negro o en círculo cromático que para qué desperdiciar sentimientos en retroverso!
No hay punto final cuando la dicha es buena. En todo caso, un aparte mientras la palabra comprometida con honor se calienta a fuego lento.
Fuego lento
Vivir. Amar. Son llamas conjugándose entre nuestros deseos. Cristales mágicos que se acoplan en perfecto equilibrio. Espesas transparencias que permiten ver a través de ellas más no lo que guardan en su interior. Verbos regularmente complejos sometidos a los caprichos el uno del otro. Oraciones nunca simples. Párrafos sangrados.
Vida. Amor. Son frágiles chispas quebrantadas por el yugo de la impertinencia. Duele el amor sin vida. Agoniza la llama de la vida sin el oxígeno del amor. Sujeto jamás tácito y siempre plural. Encanto de la inocencia. Travesura crepuscular. Prisma multicolor que deforma la realidad para hacerla más bonita. Luna donde reflejamos anhelos.
Vivir lo amado, amar lo vivido sin posibilidad de ciar. Experiencias no resueltas por la digitación instrumental. Yunta para arrastrar el arado que surca el espacio entre dos signos de agua. Inflexión necesaria para las voces ausentes. Locura mayor que la felicidad. Perspicacia de los seres líquidos. Flashback de azares fluidos.
Vida es lo que el amor no olvida. Ese par de armellas se espigan conjuntivamente para poder abrirse a la mirada sorprendida que viaja a forfait por los predios de la esperanza. Son el sueño desharrapado que desvela la centinela de acróbatas paralímpicos.
Haciendo malabares habrá que conjugar la vida en tiempo de amor presente. Con nombre propio en la más común de las palabras. En verbo libre en la más vertiginosa paz. Sin artículos ni adjetivos. Sin punto donde asirse. Solo ser. Sin prisa.
Último escrito
Mi compañero gráfico, Xulio Formoso, me pidió que esta barbacoa textual fuera el escrito que nos despidiese en el 2014. La excelencia de ese Corazón a la brasa se me topó como un obstáculo al que estuve dando vueltas y rodeos desde el mes de agosto porque cómo escribir algo apropiado para un dibujo del cual el mismo artista que lo logró dice “Oye, este corazón a la brasa me gusta un montón. Es que normalmente cuando se dibuja fuego, el resultado no parece fuego sino rayones amarrillos y rojos. En cambio este parece fuego de verdad. Creo que como técnica es de lo mejorcito que he dibujado en este año. Y como composición tampoco está nada mal”.
Sin embargo, ante lo que parece insalvable, se descubre que ha sido uno mismo quien construyó ese muro de contención que limita la marcha. Se dispone a dar hasta el último aliento por vencerlo sabiendo que después de ese último esfuerzo siempre habrá un último más. De eso se trata la vida ¿no? Creerse que se llegó a un final feliz y percatarse que la aventura recién está comenzando.
Nunca termina una de inaugurarse. Todo nacimiento lleva en sí mismo la carga cromosómica de la muerte. Eterno péndulo oscilante. Principio del eterno retorno. Meta inalcanzable de la plenitud. Tensión erótica que nos involucra. Aprehensión tanática de lo fútil que es la vida si no se está en disposición de darla por alguien. Sin embargo, ser el último tiene su encanto: cada quien lo espera de forma diversa. Hay quien se aferra a la esperanza portadora de todas las respuestas, las mismas que servirán, así lleguen tarde, para comprobar que las preguntas más desalmadas son las aquellas pronunciadas sin piedad alguna.
Otras veces deseamos que lo último en llegar sean precisamente las respuestas porque con ellas terminará la posibilidad de escaparse de una relación baldía por la tangente de un beso. Puede ser que lo último pensado sea lo que debimos haber inventado en las primeras de cambio: nos habríamos ahorrado todo el dolor de parto podálico implicado en calcular la hipotenusa a un triángulo no recto.
¡En fin! Lo más seguro es que tal vez quién sabe. ¿De qué sirve jurar que será el último si ha de amarse como al primero? Sé que después de este último vendrá otro texto irreverente y apertrechado de las utopías que alimenta mi sangre y sostiene mi brazo para que, en estos momentos en los que hablamos, la vida se mantenga a pura palabra ardida y, entonces, unas pocas letras te hagan sentir una corazonada y avives las brasas que te cautiven por la mirada.
Dibujo excelente donde los haya. Tiene razón Xulio, dibujar fuego es extremadamente difícil, el más difícil de hacer plásticamente de los cuatro elementos. Este es un dibujo de excepción. Todos sus dibujos son de excepción pero este más que todos los otros anteriores.
Qué le puedo decir. Bueno, que Usted es una de las mejores escritoras de este país. La felicito.