Dentro de unos días los españoles acudiremos a las urnas en unas elecciones municipales y autonómicas que, a tenor de diferentes encuestas, pueden hacer cambiar, y en gran medida, el panorama político actual.
Porque de las urnas saldrán los representantes de los diferentes municipios y comunidades autónomas, hombres y mujeres que van a tener la responsabilidad de gobernarnos durante los próximos cuatro años, a los que la ciudadanía habremos elegido libremente. Afortunadamente todos los votos valen igual en democracia, y cada cual sabrá a qué atenerse.
El panorama político puede cambiar, efectivamente, por dos motivos principales: el primero porque desde el comienzo de nuestra última etapa democrática dos partidos políticos, Partido Popular, representando a la derecha, y el Partido Socialista Obrero Español, a la izquierda, obtenían, elección tras elección, la mayoría de los votos, bien de forma absoluta o relativa, porque así lo deseaban los ciudadanos, demostrándolo a través de sus votos. Podrá gustar o no, pero era el reflejo de las urnas, cosa que a algunos les cuesta aceptar.
Pero lo cierto es que el panorama político ha empezado a cambiar en los últimos tiempos, y en base a ello es posible que el ciclo de mayorías absolutas o relativas pueda haber tocado a su fin tras el advenimiento de dos fuerzas políticas nuevas, Podemos y Ciudadanos, que se presentan ante la ciudadanía por primera vez sin definición o tendencia clara por su parte, si bien pudiera decirse que a fuerza de tanto disimular por dónde van o pretenden ir dejan traslucir claramente cuáles son sus postulados. El periodista Iñaki Gabilondo, posiblemente una de las personas que más sepa de política en este país, los ha definido con una frase enciclopédica: para Gabilondo, “Podemos ha sido un puñetazo en el hígado por el hartazgo, mientras que Ciudadanos es un PP aseado y limpio de lamparones”.
Habida cuenta del posible fin de mayorías absolutas o abultadas, los partidos políticos están obligados a entenderse para la gobernanza de municipios y comunidades autónomas tras las elecciones del próximo 24 de mayo si así lo decide la ciudadanía con su voto soberano, mal que le pese a algunos. Los otrora partidos mayoritarios tendrán que adaptarse a otra forma de gobernar buscando el entendimiento, mientras que los recién llegados, sin mácula alguna ellos al no haber tenido ocasión de afrontar ningún tipo de responsabilidad, deberán entender que gobernar un municipio, una comunidad autónoma es algo mucho más serio y difícil que levantar alegremente la mano en plaza pública buscando el aserto complaciente.
En estos días están apareciendo miles de informaciones en torno a los próximos comicios, de las que he entresacado dos de ellas que pueden arrojar alguna luz sobre el variopinto panorama político en el que estamos inmersos: la primera es referente al candidato socialista a la Comunidad de Madrid, el profesor Ángel Gabilondo, que dijo en el programa Un Tiempo Nuevo, de Tele 5: “La política es el arte del acuerdo. Si todos nos consideramos insuperables vamos a enclaustrarnos en nuestra verdad, y los ciudadanos se van a reír mucho viéndonos en esa situación”. Creo que es un aviso para navegantes, porque hay que gobernar para la gente, sin mirarse al ombligo de cada cual.
La segunda información se refiere a la candidata de Ciudadanos a la Alcaldía de Tres Cantos, mi lugar de residencia, que habla por sí sola. Está sacada de la publicación Gente en Madrid, con fecha 10 de abril, que nos brinda un titular de esta guisa: “Tenemos clara una cosa: solo vamos a pactar para presidir el Gobierno local”. Pero, ¿no quedamos en que hay que gobernar para el pueblo? ¿Y si ese pueblo soberano decide con sus votos que dicho partido ocupe el segundo o tercer puesto? ¿Habrá que poner precio a semejante exigencia para poder ser gobernados? Y lo bueno del caso es que dicha candidata ya es el tercer partido político por el que se presenta… Claro que, como se dice en el mundo taurino, “no hay quinto malo”.
Javier Marías, gran observador de esta España nuestra, decía acerca del narcisismo patrio en su crónica “Un país adanista e idiota”: “A veces tengo la sensación de que este es un país definitivamente idiota, en la escasa medida en que puede generalizarse, claro. Entre las idioteces mayores de los españoles está el narcisismo, que los lleva a querer darse importancia personal, aunque sea como parte de un colectivo…”. Si este narcisismo se aplica a la política pueden acabar saltando chispas.