“En cada secuencia, Moretti reitera su fabuloso talento para sugerir, en la organización concreta de situaciones, un desbordamiento de la interioridad de los personajes, de las evocaciones der sueños, angustias o fantasmas que sin embargo adquieren consistencia en la estricta materialidad de la escena”.
(Théo Ribeton, Les Inrockuptibles).
“Llevemos al muerto a la tumba y los otros a la tristeza de estar vivos” (Culturopoing.com)
Tristeza y ternura a partes iguales, una púdica y emocionante despedida en la más autobiográfica de las películas del director y actor italiano Nanni Moretti (Caro Diario, La habitación del hijo, El Caimán…), Mia Madre, inspirada en la vida de su madre, Agata Apicella (Guilia Lazzarini en la pantalla, una gran dama del teatro italiano), fallecida en 2011 mientras el realizador finalizaba el rodaje de Habemos Papam.
Margherita, una excepcional Margherita Buy (Matrimonio y otros desastres, Lecciones de amor a la italiana, El Caimán, Habemus Papam…) es una realizadora en pleno rodaje de una película sobre la huelga en una fábrica para impedir que se produzcan despidos, cuyo actor principal es una estrella de Hollywood, John Turturro (El color del dinero, El siciliano, Hannah y sus hermanas, O’Brother, Transformers…), extravagante y caprichoso. Sus problemas de artista comprometida se ven agravados por la angustia que le provocan el estado de salud de su madre, una apreciada exprofesora de latín a quien los alumnos recuerdan con cariño e incluso visitan, ahora internada en un hospital; el final de una relación amorosa que ya había naufragado antes y las crisis de adolescencia de su hija. Junto a ella, su hermano y alter ego (Nanni Moretti), un ingeniero sereno e irreprochable, que ha pedido una excedencia para replantearse el sentido de su vida. Los dos hermanos compartirán el trayecto hasta la muerte anunciada de la madre.
Presentada en el Festival de Cannes 2015 –donde Moretti consiguió anteriormente la Palma de Oro por La habitación del hijo (2001) y el Premio al Mejor Director por Caro Diario (1994)-, no logró la unanimidad de la crítica internacional, aunque consiguió el Premio del Jurado Ecuménico.
Una película muy personal y también muy sobria y emocionante, en la que Moretti no cae ni por un segundo en el sentimentalismo y vuelve a sus orígenes (cuando los personajes eran como sus avatares) tras una incursión, yo diría que obligada, en el cine político (porque alguien tenía que dejar constancia de toda la perversidad de los “años Berlusconi”), a los personajes que se debaten entre el compromiso y su ausencia, a las situaciones que enfrentan capitalismo y trabajo, a sus sueños y sus canciones favoritas, como esa mítica balada de Leonard Cohen, «Famous Blue Raincoat», que escucha Margherita ante un cine donde se proyecta una película de Win Wenders. E incluso a la melancolía de sus recuerdos infantiles cuando la cámara recorre las habitaciones vacías de la casa de la madre, el decorado de toda una vida que Margherita, su hermano Giovanni y su hija deciden ocupar (un escape de agua les obliga a cambiar de domicilio) como en un intento de prolongar su existencia más allá de lo razonable.
Los momentos de humor corren a cargo de un excéntrico John Turturro: inenarrable la escena repetida decenas de veces al volante de un automóvil, en la que solo tiene que decir una frase. En los demás personajes es facilísimo reconocerse y sentir empatía, son fundamentalmente naturales, como todos nosotros, hermosos y feos, simpáticos y quejicas, mediocres en ocasiones.
Trágica y melancólica, Mia Madre es una gran película, para algunos la mejor de 2015, y Moretti sigue siendo el maestro de siempre.