Rescatamos lo que merece la pena teniendo en cuenta que las personas son las medidas de cuanto realizamos.
Nos ofrecemos a los días desde las consideraciones más maravillosas. Nos hemos de tener en los espacios pertinentes. Reflexionemos, por mucha prisa que tengamos.
Consultemos los anhelos, lo que precisamos, y seamos en la lealtad máxima. Nos hemos de detener en lo importante, para saborearlo, e inmiscuirnos en cuanto nos dignifica, para valorarlo, para potenciarlo, para ser nosotros mismos.
Dediquemos espacios a los corazones, a aquellos que nos aman, y demos respeto y admiración a quienes nos regalan sus vidas con lo mejor que poseen: su tiempo y su dicha. Son un tesoro.
Acatemos las reglas del destino, pero no con resignación, sino con la gloria de quienes indagan en perspectivas diversas.
Juremos lealtad a los valores que nos significan con argumentos e ilusión, con complementos específicos y alternativos para salir del hastío. No nos cansemos inútilmente. Hay mucho que otear y que disfrutar en la vida.
Ejemplos buenos y malos hay, y muchos. Es cuestión de saberlos descifrar y elegir.