Bittersweet days es una película romántica dirigida por Marga Melià ( Palma de Mallorca 1982), que roza el drama, pues en ella se ventila nada menos que la orientación sexual de uno de sus protagonistas, situación que trae sufrimiento, dudas, miedo a dar un paso en falso, a traicionarse y a traicionar. Pero sobre todo es una película de una gran belleza paisajística donde la luz del Mediterráneo juega un gran papel. Como en la Grecia clásica, donde parece que a veces nos encontramos.
Argumento:
«Cuando el novio de Julia tiene que trasladarse temporalmente a Londres, ella se ve obligada a compartir piso con Luuk, un extrovertido fotógrafo holandés. Su convivencia hará que los dos se replanteen su manera de afrontar la vida.»
El planteamiento no es ningún camino de rosas para ambos y es mucho a lo que deben enfrentarse, juntos y por separado. Como catalizador de este descubrirse mutuo, actúa una amiga de él llegada de Holanda y el novio y una amiga de ella. Se habla mucho, se comparte «casi» todo. Sorprende dolorosamente oír a un chico tan joven, encantador y extrovertido como el holandés Luuk, que ya ha viajado por medio mundo, que es completamente libre, algo tan brutal como esto: «toda mi vida me he esforzado por aceptar que soy gay, nunca me planteé que me pudiera gustar una chica».
Lo que muestra que tan perversa puede ser una dictadura como la contraria, la de una normalidad impuesta a machamartillo como la que quieren imponer quienes la combaten.
Pero en espera de un final feliz para los dos protagonistas, disfrutamos de una película ambientada sucesivamente en Barcelona y en Palma de Mallorca, he ahí la belleza paisajística de la que más arriba hablé. Una película con interiores apacibles y exteriores deslumbrantes que muestran lo más hermoso de estos dos enclaves civilizados y cultos. En Barcelona, el barrio gótico nos atrapa en claro contraste con el deslumbre lumínico de la Barceloneta: es verano; en Palma, será la catedral y su entorno, en armonía con el campo balear, lo que nos seduzca por entero. Y en este último enclave, oh prodigio, todavía quedan casas rurales en propiedad de sus primitivos moradores, en este caso los abuelos de la chica, quienes reciben a ambos jóvenes con una mesa bien provista de frutos, dulces y quesos locales. Así cualquiera se enamora.
La fotografía, muy colorista, así como las frescas interpretaciones de su reparto (Esther González y Brian Teuwen) unidas a la música, que corre a cargo de la banda de pop-folk Lili’s House, hace de “Bittersweet days” una apuesta por un cine sencillo, honesto y bien contado que se ve con placer y descanso.
El retrato logrado de un sector más bien acomodado de la juventud europea que se encuentra en constante movimiento y cuya crisis es más de identidad que económica. Un punto de vista agridulce como el título indica, puesto que poco a poco se descubren inseguros y descontentos, perdidos ante la inmensidad de posibilidades que tienen a su alcance.
Bittersweet days cuenta con la coproducción de la Televisión Autonómica Balear, IB3, y la colaboración de Illes Balears Film Comission, el Institut d’Estudis Baleàrics y el Consell de Mallorca.