Defensora de la paz, de la justicia y del pensamiento crítico, Ursula K. Le Guin se marcha a los 88 años. Atrás deja un legado lleno de misterio, ficción e ilusión, de eso que nos permite, si la releemos, encontrar en la fantasía; en su fantasía, aquello que tiene que ver con la vida.

Para ella, escribir y publicar era sinónimo de libertad; no de recompensa ni de ganancia por vender más y mejor. Sus obras más conocidas fueron los relatos de Terramar que vendieron millones de copias en todo el mundo y fue traducido a 16 idiomas. Ursula hablaba para los jóvenes del mundo; para los niños a los que les dedicaba cuentos y también sedujo con sus letras en forma de ensayo o poesía a los padres que la seguían indicutiblemente. Amor, confianza, libertad; siempre libertad.
Un icono literario; una mujer que quizá en otro tiempo hubiera sido algo más de lo que hoy es. Su nombre significa libertad ciertamente; su pensamiento, ahí queda y en sus letras, siempre encontraremos el sentido de la vida en la ficción; esa que nos permite alejarnos por un momento de este mundo; de este tiempo; quizá de la sinrazón contra la que ella desde su humildad y su máquina de escribir, luchó.
Gran madre y mejor amiga, sus conocidos la recuerdan en este enero que no nos deja indiferentes. Ursula, como cita el New York Times, trajo la elegancia de la literatura y la sensibilidad de una mujer a la ciencia ficción y a los relatos de fantasía; dibujó millones de lectores de todo el mundo.
Acaso eso, tan solo eso, descanse en paz.



