La esfera que nos contiene es un ejercicio de reconocimiento a los maestros y maestras de la II República Española. El femenino “maestras” tiene aquí su perfecto desarrollo y sentido pleno porque fue uno de los primeros oficios para los que se consideró capacitada a la mujer a la hora de ejercer una profesión fuera de casa y en el que se la consideró igual de capacitada que al hombre.

Primero podía ser maestro cualquiera con tal de haber hecho unos cursillos, y supongo que a algunos hasta se lo regalarían por buena conducta, después hubo que estudiar Magisterio. De guerra en guerra, la importancia de la profesión crecía y cada cual libraba su batalla personal por salir adelante, y es ahí, en la intrahistoria de los sufridores, donde el texto ahonda con palabras de Miguel Hernández, Lorca, Casona y sus misiones pedagógicas, la Institución Libre de Enseñanza… Pero sobre todo, y sin dejar de hablar de educación, la obra profundiza en el paso del tiempo por la tierra que cubre nuestro pasado y nos reclama un acto de coincidencia y de reconocimiento. «Nuestros hijos no podrán -ni querrán acordarse-, pero serán nuestros nietos los que vengan a llorar sobre nuestras calaveras venerables». Así es y así será.
Esta parte, que nos atañe a todos, es quizás la más emocionante de la obra, pues es cierto que la segunda generación siempre está demasiado ocupada y ha de ser la tercera, la de los nietos, quien se ocupe de restañar las heridas infligidas a sus abuelos. De ahí también la necesidad de restaurar la memoria, no sea que caigamos en lo mismo. La vehemencia –y violencia- del texto, junto con la mera sucesión de los hechos, da un poco de repelús, miedo a secas, como si hubiera ocurrido todo de una manera tan inconsciente y por ello pudiera volver a ocurrir con la misma facilidad. Homenaje, sí, pero también descanso, para los vivos y para los muertos de esta tierra tan atormentada que sueña no aprende a convivir. Una función muy bien representada con abundantes toques de humor si bien el tema y los ambientes que recrea raramente permiten la risa. Una función que según leo, ya pasó por el CDN y el teatro del Barrio.
- Autoría y dirección: Carmen Losa (directora del Laboratorio William Layton)
Ireala Teatro y La caja flotante
Sala Mirador (Dr. Fourquet, Lavapiés, Madrid)
Fecha: desde el 16 de febrero
Función comentada: 17 de febrero de 2018



