Uno recuerda cuando veía un programa de debate en la tele que se llamaba Su turno. Bueno, uno lo veía… y mucha más gente, claro. Eran los primeros años de la verdadera década prodigiosa española, la de los Ochenta.
Fue emitido por Televisión Española, en su primer canal, hoy La 1, entre 1981 y 1983. Lo presentaba un monstruo televisivo español, un periodista que seguramente fue el más famoso del tardofranquismo y de la Transición, Jesús Hermida, y consistía en un debate en el que tres personas, reconocibles, defendían una postura frente a otras tres que mantenían exactamente la contraria. El dilema que más recuerdo fue el que dirimió aquello de Toros sí, toros no.
Hasta hace poco, siempre pensé que una emisión estrella de Su turno sería en la actualidad aquella que enfrentara a los seguidores y admiradores de Ronaldo con los de Messi para dirimir quién es el mejor futbolista al que han visto jamás. Sí, eso creía, pero…
En estos días en los que el soberanismo / independentismo pretendido por muchos catalanes ha invadido la realidad española, he detectado un nuevo dilema que podría perfectamente llenar programas de un supuesto retorno del hermidiano Su turno: lo del aseguramiento del bilingüismo en Cataluña por medio de la política de inmersión lingüística nacionalista es el nuevo toros sí/ toros no, ahora que casi todo el mundo aborrece la tauromaquia.
En esencia, la pregunta que podríamos plantear a cuantos viven hoy en día en Cataluña, y conocen, por uso o por desempeño, el sistema educativo que su régimen autonómico cuasifederal permite y promociona, sería esta: ¿la inmersión lingüística es buena para la convivencia y la formación de ciudadanos al facilitar la herramienta esencial de una sociedad civil que es la correcta comunicación o es, respecto de ese mismo asunto, mala? Entendiendo por buena y mala conveniente o inconveniente, respectivamente.
Según unos, como un profesor de Secundaria de Lengua Castellana en un instituto gerundés en el caso que reproduzco, sin citarlo expresamente por indicación suya, “el nivel de castellano medio de los alumnos es bastante deplorable”, y según, otros, como el catedrático de la Universidad de Barcelona (especializado en la didáctica de la Historia) Joaquim Prats, “en el sistema educativo de Cataluña, el castellano no sufre más (ni menos) peligro que el catalán”.
Lo que uno piensa es que en todo esto estamos una vez más ante un enfrentamiento enconado entre los sentimientos inculcados y la mera utilidad, entre entender las lenguas, los idiomas, como un vehículo de exclusión, como una forma de inculcar futuro desde el pasado, o entender las lenguas, los idiomas, como un vehículo de comunicación que facilite el máximo desarrollo de las capacidades ciudadanas. Y luego, pasados de rosca, como tantos en estos atribulados años de proceso eterno, están los que hablan de monolingües acomplejados. Pero a estos últimos supremacistas ni los voy a considerar en este debate que propongo.
Su turno. Tu turno.
(Sobre Messi y Ronaldo hablaremos otro día. La semana que viene, que dirían Tip y Coll.)