Por razones académicas, hace algunos años, documenté el caso de las adopciones ilegales debido a que, además de la repulsión que me causaba, consideré que resume en su mayor expresión el cinismo y grosería, la deshumanización y la inmoralidad con la que algunos malos profesionales del Derecho han desempeñado la función notarial, al extremo de reivindicar su derecho de actuar de esa manera con argumentos triviales que encubren la codicia que motivaba su actuación.
La mercantilización de que fueron objeto los menores, las vinculaciones mafiosas con casas cunas clandestinas, así como con otros profesionales involucrados en ese jugoso negocio, que según estimaciones de organizaciones de derechos humanos generaba unos 200 millones de dólares anuales hace 13 años, provocó un escándalo a nivel mundial.
Como aquí hay tantas noticias espeluznantes, esta, que ocupó primeros lugares en los medios durante bastante tiempo, por lo increíble y aterrador que significaba comerciar con niños, perdió paulatinamente el interés de la opinión pública y de las autoridades. Hoy que un juez está en la picota por su supuesta participación en lo que hoy eufemísticamente se conoce como “lavado de niños”, vale la pena recordar lo que en ese pasado reciente ocurrió, habiendo quedado en el olvido y la impunidad.
Guatemala estuvo catalogada como el primer lugar en el mundo en exportación de niños, en relación con su población. La Interpol y Unicef concordaron con este dato; le seguía Rusia, China y Corea del Sur. Desde el 2005 se informó que “es tal su nivel de operaciones que casi cada dos horas y media un chapincito es dado en adopción; los principales destinos fueron Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña”.
Este era en esos años un secreto a voces. Se divulgó que se trataba de redes, que involucraban a otros profesionales, entre ellos, médicos, enfermeras, trabajadores sociales, así como a empleados del Organismo Judicial.
En páginas web se podían encontrar atractivos anuncios de niños saludables, de ambos sexos, de diversas edades, a disposición de los interesados. También se “ofertaban dos por uno”: dos bebés al mismo tiempo. El “menú” prometía lindos niños de distintas edades, hasta de 9 días de nacidos, pudiendo escogerse el sexo y otras características físicas. Anunciaban un corto tiempo de espera. Los potenciales adoptantes podrían ser solteros, hombre o mujer, con el agregado de contar con la posibilidad de viajar con frecuencia a Guatemala para conocer al bebé, visita que incluía tours, traslados, visitas y guías que le asistirían en todo momento.
Oferta y demanda se incrementaron parejas, casi cada dos horas y media un o una menor guatemalteca era acogido por una familia extranjera. Era el segundo lugar de los tres productos no tradicionales de mayor exportación, el primero lo ocupaban los productos químicos y el tercero los alimenticios, seguidos de las flores y las plantas.
Hoteles, restaurantes y líneas áreas ofrecían tarifas especiales. Es decir, todo un combo de ofertas para garantizar el “negocio”. Según reportajes, ese año (2005) aproximadamente 100 notarios(as) se dedicaban a este lucrativo negocio, trabajaban coordinadamente con comadronas, obstetras, trabajadoras sociales y hasta jueces.
Hoy de nuevo es noticia. La Corte Suprema de Justicia decidió que la inmunidad del juez de la niñez Mario Peralta debe ser retirada y será investigado por su presunta participación en adopciones ilegales.
Es el principio, veremos qué sigue.
Claro, a muchas muchachas, cuando estaban embarazadas, llegaban comadronas para asistirle y ofrecían cinco mil quetzales por el bebé. Los cerebros estaban en la capital y muchos están involucrados