El gobierno del Emirato islámico de Afganistán, es decir el gobierno de los talibanes que tomaron el poder en Kabul el pasado 15 de agosto de 2021, ha puesto en marcha un programa de «alimentos por trabajo» en las principales ciudades del país, en el que piensa emplear a decenas de miles de trabajadores –que construirán canalizaciones de agua y terrazas en las colinas para recoger la nieve que llegará en los próximos meses, para luchar contra la sequía- a los que pagará con toneladas de trigo.
«La pobreza y el hambre tienen numerosas causas» ha dicho el ministro talibán de Agricultura, Abdul Rahman Rashid. «La primera es el Covid que afecta al mundo entero, la segunda es la sequía en Afganistán y la tercera el frenazo de la ayuda mundial a Afganistán y la congelación del dinero de nuestro país en los bancos internacionales».
El ministro, junto al alcalde de Kabul, Hamdullah Nomani, cortaron una cinta roja en la ceremonia de inauguración de la campaña en el barrio rural de Rish Khor, en Kabul.
La Media Luna Roja que, en el norte del país, intenta ayudar en los campos de refugiados, confiesa su incapacidad, y la de otras ONG, para impedir la crisis humanitaria, y pide a la comunidad internacional que trabaje con el Emirato islámico de Afganistán.
Según el programa de alimentos de la ONU, más de la mitad de la población afgana –casi veintitrés millones de habitantes- padecerá inseguridad alimentaria el próximo invierno, y el Fondo Monetario Internacional estima que millones de afganos corren el riesgo de caer en una pobreza extrema, situación que también podría extenderse a los países vecinos, que carecen de medios para acoger al gran número de afganos que huyen del país y buscan refugio al otro lado de sus fronteras.