El retratista Gilbert Charles Stuart (1755-1828) es considerado el fundador de la pintura estadounidense y autor del conocido retrato del primer presidente de Estados Unidos, George Washington (1732-1799) que figura en los billetes de un dólar. En su época realizó más de mil cuadros, la gran mayoría de la incipiente sociedad del nuevo país, incluyendo los seis primeros presidentes.
Este pintor es el autor del cuadro ‘Retrato de las señoritas Hetty y Maria Morris’ en 1795, donde se observa a ambas hermanas ante un tablero, el primero en caballete que representa el ajedrez.
El artista utilizó el ajedrez para mostrar el carácter de las hermanas: el de Esther, conocida como Hetty (1774-1816) ardiente (rojo) y el de María (1779-1852) tranquilo (blanco). También destacó el carácter con sus respectivos peinados y pose.
El telón de fondo de Hetty es una columna que enfatiza su confianza; el fondo de Mary es una cortina, que parece hablar de su aislamiento e insociabilidad.
Hetty, a la izquierda, con veintiún años cuando se hace el retrato, juega con piezas rojas. Se sienta ocupando el espacio con confianza, apoyándose en la mesa y dando total libertad a su cabello revuelto. Mary, a la derecha, con dieciséis años, maneja las piezas blancas, se refleja que es más pequeña: se agacha ligeramente, esconde las manos y el pelo con un turbante.
Se da la circunstancia que su madre, Mary White Morris (1749-1827) fue retratada en 1782 por Charles Wilson Peale (1741-1827) y, detalle muy curioso, llevaba un turbante en la cabeza.
La familia Morris, compuesta por los ricos plantadores Robert (1735-1806) y la citada Mary White Morris, tuvo siete hijos: Robert Jr, Thomas, William, Esther (conocida como Hetty), Charles, Maria y Henry. Apoyaron y financiaron a Washington siendo amigos cercanos.
Ambas hermanas, Hetty y María, recibieron tutoría formal en artes, con lecciones de caligrafía, lengua francesa, historia, danza, clavecín y también ajedrez. Ambas se casaron. Hetty el mismo año del cuadro, 1795, con el abogado, diplomático y juez James M. Marshall (1764-1848) y Mary con John Nixon (1776-1840) en 1802.
Posteriormente, el destino se cruzó con esta pintura. En los años veinte del pasado siglo, la casa donde colgaba el cuadro, propiedad de los descendientes de la familia Marshall, se incendió casi completamente. Sólo una parte de una de las paredes quedó intacta ante el fuego. Fue en esta zona donde se encontró a salvo el retrato de las dos hermanas.
Actualmente se encuentra en manos privadas en la localidad de West Chester, estado de Pensilvania.
Partida de ajedrez decisiva para Washington
Pero hay que citar otra vez al destino, y en esta ocasión, por su relación con Washington y el ajedrez. Según un relato, el coronel alemán Johan G. Rall (1726-1776) estaba muy ocupado, tras una opípara cena, jugando al ajedrez en la casa del comerciante Abraham Hunt (1741-1821) en Trenton, Nueva Jersey.
Fue hace casi dos siglos y medio, un 25 de diciembre de 1776, la noche anterior a la batalla de Trenton, cuando le entregó una nota un lealista local, donde le informaba que había visto reunirse las fuerzas de Washington, que iban a cruzar el río Delaware para atacar. Para no distraerse de la partida y mientras estaba bebiendo, Rall guardó la nota en el bolsillo sin leerla. Así, decidió seguir jugando al ajedrez.
El ataque, como recuerda la historia, tuvo lugar. Mientras dirigía a sus tropas, el regimiento de Hesse, ya en retirada, Rall fue alcanzado en el costado por una bala de mosquete. Murió más tarde ese día 26 de diciembre, a causa de sus heridas y tras solicitar la rendición. La nota que informaba al general del ataque fue encontrada más tarde, sin abrir, en el bolsillo de su abrigo.
Se cree que la batalla de Trenton fue el punto de inflexión de la Guerra de la Independencia estadounidense. Si Rall no estuviera jugando al ajedrez y hubiera leído la nota, es posible que la historia fuera muy diferente.
Lo sucedido rememora a la poesía y unas circunstancias acontecidas de forma parecida siglos atrás. El califa Al Mamun (786-833) mató a su hermano Muhammad Ibn Harun Al Amin (787-813) conquistando Bagdad, mientras este último descuidaba las defensas al estar jugando al ajedrez con su eunuco.
Siempre he defendido que este hecho es la base del poema del portugués Fernando Pessoa (1888-1935), ‘Los jugadores de ajedrez’ que se inicia:
«Oí contar que otrora, cuando en Persia
hubo no sé qué guerra,
cuando la invasión ardía en la ciudad
y las mujeres gritaban,
dos jugadores de ajedrez jugaban
su incesante partida»
y posteriormente, ya finalmente concluye:
«¡Ah! bajo las sombras que sin querer nos aman,
con un jarro de vino
al lado, y atentos sólo a la inútil tarea
del juego del ajedrez,
aunque esta partida sea sólo un sueño
y no haya compañero,
imitemos a los persas de esta historia,
y, mientras allá fuera,
o cerca o lejos, la guerra y la patria y la vida
nos llaman, dejemos
que en vano nos llamen, cada uno de nosotros
bajo las sombras amigas
soñando, él los compañeros, y el ajedrez
su indiferencia».