Los argelinos que no residan en la capital del país no podrán entrar en ella el viernes 20 de septiembre. Así lo ha anunciado el Jefe del Estado Mayor del Ejército (Armée Nationale Populaire, ANP), general Ahmed Gaid Salah. En abril, cedió ante la presión callejera y dejó caer al presidente Abdelaziz Bouteflika, en realidad impedido de ejercer sus funciones desde hacía tiempo.
Después, como por milagro, se iniciaron diversos procesos judiciales por corrupción que condujeron a la cárcel de El Harrach a diversos hombres del régimen, acusados de corrupción. Entre ellos Said Bouteflika, hermano del presidente dimitido (o depuesto, según otros) y también Ahmed Ouyahia, varias veces jefe del gobierno y personalidad destacada del sistema durante largos años.
Para quienes –desde hace siete meses- se manifiestan para reclamar una verdadera democracia no basta. Piden el desmantelamiento del entramado institucional y de poder que asfixia a la sociedad argelina desde hace décadas. Y todos los viernes ha seguido habiendo manifestaciones multitudinarias en el centro de Argel y en otras ciudades. Hay que recordar que la primera manifestación del movimiento callejero actual tuvo lugar el 22 de febrero
Persiste la contestación
Ante la continuidad de ese movimiento (hirak, en árabe), el general Ahmed Gaid Salah está decidido a seguir adelante. Hace pocos días, Abdelkader Bensalah, presidente provisional de Argelia, anunció que la elección definitiva del nuevo presidente tendría lugar el 12 de diciembre. Antes de él, Gaid Salah, verdadero hombre fuerte del país, ya había expresado su voluntad de que se celebrara esa elección antes de fin de año.
Pero en la calle, el anuncio de la fecha de las presidenciales -tras una petición pública expresa del jefe militar- es el símbolo de las maniobras habituales. Representa la imagen misma del sometimiento de los civiles al poder de ciertos clanes y a los militares. El hecho de que esa convocatoria para elegir presidente sea la tercera del mismo tipo en el mismo año (2019) prueba la amplitud de la crisis. El quinto mandato de Bouteflika no pudo ser: las elecciones previstas el 18 de abril tuvieron que ser anuladas ante la presión intensa de los manifestantes. El 4 de julio se anuló una nueva convocatoria del mismo tipo, sencillamente por ausencia de candidatos válidos. El hirak lo impidió de nuevo.
Desde hace varios meses, las fuerzas del orden han incrementado sus acciones represivas contra los manifestantes. El hirak no cede. De ahí la irritación creciente del hombre fuerte del país y su orden de impedir que los ciudadanos de otras wilayas (provincias) puedan entrar el viernes próximo en Argel, bajo amenaza de represalias, detenciones, multas y confiscación de vehículos o autobuses que transporten a potenciales manifestantes.
A principios del verano, Gaid Salah prohibió enarbolar banderas bereberes en las manifestaciones.
En agosto, Ahmed Benchemsi, de Human Rights Watch, fue detenido, privado de su pasaporte y, al final, expulsado de Argelia sin que formalmente fuera acusado de nada. Periodistas de diversos medios europeos han sido también expulsados. El diario digital TSA (Tout sur l’Algérie) no está disponible en el territorio argelino desde hace semanas. Decenas de personas han sido detenidas durante las últimas manifestaciones, incluyendo varios líderes políticos y del hirak.
La contestación persiste y quienes se movilizan en las calles siguen exigiendo el fin de la tutela militar y la celebración de elecciones libres auténticas. Los manifestantes repiten que no participarán en cualquier proceso electoral que se organice con las normas actuales y bajo la sombra de los uniformados..
“No permitiremos que nadie ponga en duda o bloquee el proceso electoral bajo ningún pretexto”, ha respondido el general Ahmed Gaid Salah. De modo que parece difícil entrever la perspectiva de que el pulso político que se libra en Argelia vaya a orientarse hacia algún tipo de transición verdaderamente pactada.