No habrá elecciones presidenciales en Argelia el 4 de julio, como estaba previsto. Así lo ha hecho saber el Consejo Constitucional mediante una nota publicada el domingo 2 de junio. Ese órgano constitucional justifica su decisión porque ningún candidato -y había dos en estos momentos- reuniría los requisitos necesarios para optar a la presidencia del país. En ningún momento, en ese texto se anuncia -ni tampoco se sugiere- que esas elecciones vayan a tener lugar en otra fecha precisa.
Después de más cien días de manifestaciones y protestas populares, que antes condujeron a la renuncia de Abdelaziz Bouteflika y al procesamiento de varias personas -políticos, empresarios y familiares de su entorno-, es la primera vez en la historia del país en la que la elección presidencial es anulada por segunda vez, en pocos meses.
En teoría, el mandato de Abdelkader Bensalah, presidente provisional, termina dentro de poco más de un mes y –desde el punto de vista constitucional- no está claro que pueda ser renovado.
Según Fatiha Benabbou, experta constitucionalista consultada por el diario electrónico TSA (Tout sur l’Algérie), “la misión del Jefe de Estado interino consiste en organizar las elecciones”. Y su mandato no puede sobrepasar 90 días en ningún caso. Benabbou señala que “desde el día 7 de julio de 2019, salimos del artículo 102 de la Constitución y deberemos referirnos al artículo 7 que estipula que la soberanía pertenece al pueblo como fuente de todo poder”.
Horas antes había tenido lugar la última manifestación contraria al régimen y a sus intentos de conducir la transición. Grupos estudiantiles han reclamado en Argel “el respeto de las libertades colectivas y que se emprenda un proceso de transición que instaure una verdadera democracia”. Las protestas persisten, a pesar de la represión de varias manifestaciones y de algunas detenciones. En el pulso de la calle con el régimen, no ha habido movimientos decisivos desde hace tiempo. El poder sigue personalizado por el general Ahmed Gaïd Salah, jefe del Estado Mayor, así como por el presidente provisional Abdelkader Bensallah y por el primer ministro Noureddine Bedoui («las dos B», según las pancartas).
En una concentración callejera de hace dos días, grupos de manifestantes, entre ellos varias mujeres, se enfrentaron a diversos manifestantes islamistas y los expulsaron de la protesta en pleno centro de Argel. Los argelinos parecen empeñados en evitar la repetición de sus falsas transiciones del pasado, que condujeron a un sistema con fachada civil pero controlado por el ejército; y a un período sangriento que condujo a una larga guerra civil en la que el protagonismo lo tuvieron los grupos islamistas más radicales. Durante las últimas semanas, los manifestantes siguen oponiéndose con firmeza al control directo o indirecto del ejército, que sigue encabezando por el general Ahmed Gaïd Salah, así como a un cierto poder civil, representado por «las dos B», Bensallah y Bedoui.
A media tarde del domingo, las autoridades religiosas, a través del presidente de la asociación de ulemas musulmanes, Abderazak Guessoum, han sugerido que Bensalah debe ser apartado del poder por su fracaso (evidente) a la hora de organizar nuevas elecciones presidenciales. Guessoum ha pedido una presidencia colectiva, compuesta por tres a cinco personalidades destacadas, que encabece el verdadero proceso de transición. Ese modelo de presidencia colectiva provisional ya tiene antecedentes en la historia de Argelia, siempre en períodos de crisis aguda.
Ni los ayunos del Ramadán, ni los calores del verano inminente, parecen atenuar las protestas. Sobre todo después de que el activista mozabita (bereber del sur) Kamal-Eddine Fekhar, médico de profesión, muriera a finales de mayo en la cárcel, tras una huelga de hambre de 50 días en la prisión de Blida (al sur de Argel). Centenares de personas acudieron al cementerio de El Alia (en las afueras de la capital) para ofrecer su homenaje a quien consideraban –sobre todo- un activista de los derechos humanos.
Entre los conflictos internos argelinos, uno de los menos conocidos es el de los enfrentamientos periódicos que se suceden en la zona de Gardaya (Ghardaïa), entre grupos arabófonos sunitas del sur (chambas) y los mozabitas (bereberes de fuera de la Cabilia). Esos enfrentamientos han causado choques violentos y muertos en diversas ocasiones, desde mediados de los años 80 del siglo XX, así como periódicas intervenciones masivas de las fuerzas de seguridad. El fallecido Fekhar fue expulsado hace años del Frente de Fuerzas Socialistas (FFS, partido mayoritariamente bereber), donde llegó a ocupar un puesto en su dirección. Entre los motivos de su expulsión, se alegaron las sospechas de que había participado en el ataque a una mezquita de la comunidad contraria a los mozabitas de Gardaya.Desde hace años, los enfrentamientos intercomunitarios se suceden en Ghardaïa (Gardaya), situada el Sahara a unos 700 kilómetros al sur de Argel. Mientras, los gritos de “poder asesino” han regresado con fuerza a Argel y a otras ciudades.
Kamal-Eddine Fekhar había sido detenido el 31 de marzo y fue acusado de atentar contra la autoridad y de querer forzar una decisión de justicia. Según sus abogados, Fekhar y su compañero Hadj-Brahim Aouf, también detenido, han estado encarcelados “en condiciones inhumanas” en una celda de castigo de dimensiones muy reducidas. Tras la muerte de su camarada, Aouf ha denunciado que cuando su compañero de celda se desvaneció por los efectos de su ayuno prolongado, los funcionarios de la prisión tardaron hora y media en trasladarlo a un centro hospitalario. Antes, según el mismo Aouf, se habían negado a ayudarlo para sentarle en una silla.
Numerosos militantes de diversas fuerzas políticas, varios de ellos dirigentes de partidos parlamentarios, y también personalidades del mundo de la abogacía y de la cultura, se han sumado a las demandas de investigación por las condiciones en las que ha muerto Fekhar, que en los últimos tiempos estaba vinculado a la Liga Argelina por la Defensa de los Derechos Humanos (LADDH). Entre esas personalidades, no faltan quienes dicen no estar de acuerdo con las reivindicaciones del movimiento de los mozabitas de Gardaya, pero que señalan al mismo tiempo el derecho a defenderlas democráticamente. Hay quien destaca que los diversos movimientos amazigh (bereberes) no lo defendieron suficientemente mientras vivía y resaltan “el valor militante” y la coherencia del doctor Fekhar, el activista fallecido tras su larga huelga de hambre.
El sábado uno de junio, las autoridades penitenciarias enviaron al Centro Hospitalario Universiatario (CHU) de Sidi Bel Abbès (al oeste de Argel) a Abdellah Benaoum, activista y bloguero condenado a dos años de cárcel por «ofensas» al expresidente Abdelaziz Bouteflika. Benaoum se encuentra ahora en una unidad de cuidados intensivos del hospital CHU; según sus abogados, en estado muy precario.
Entre las posibilidades de la situación actual, se apunta a la organización de una verdadera conferencia de diálogo nacional que dé paso a una nueva constitución «auténticamente democrática». Hasta ahora, la calle -sin cabezas dirigentes muy visibles- ha rechazado las condiciones en las que ese hipotético foro de diálogo constitucional ha sido presentado desde las instancias del poder.