Hace varios años, el ya fallecido periodista Marco Tulio Barrios, en su libro Mártires del Periodismo, escribió, respecto de la fundación de la Asociación de Periodistas de Guatemala (APG): “(se) abre un nuevo horizonte a la prensa Nacional. Se crea un foro organizado, cuya finalidad y objetivo fundamental es velar y luchar por la vigencia de la libertad de prensa y la libre emisión del pensamiento.
“Los periodistas de la época ya habían sufrido los embates de los vaivenes políticos, que tuvo su máxima expresión en el crimen perpetrado contra el fundador del diario El Imparcial, Alejandro Córdova, en las postrimerías del régimen dictatorial ubiquista.
“Posteriormente, en julio de 1954, con la intervención militar promovida y dirigida por la CIA, que derrocó al gobierno revolucionario, se produjo un período de persecución, amenazas y exilio contra periodistas e intelectuales, que aún subsisten y mueren en el extranjero.
“A partir de la década de los años 60, el ejercicio del periodismo se constituye en el oficio de más alto riesgo, no sólo en Guatemala, sino en América Latina. La crisis económica, social y política agudizada por la confrontación ideológica Este-Oeste, genera la polarización de la sociedad y da lugar al enfrentamiento más encarnizado entre ‘comunistas y anticomunistas’, que provocó la pérdida de valiosos intelectuales que tanta falta hacen en la actualidad.
“… En forma selectiva y luego indiscriminadamente, connotados periodistas fueron inmolados por las fuerzas en pugna, por el hecho de disentir de uno u otro bando, que el mismo sistema político había creado, generándose con ello la más grave violación a la libertad de prensa y de la libre emisión del pensamiento.
El pensar se constituyó en un hecho peligroso y escribir en un acto temerario que significaba la muerte”.
Ahora, a 68 años de fundación, la APG continúa en defensa del derecho a la libertad de expresión, acosado por diversidad de actores. Su violación ya no es, como en el pasado contrainsurgente, una política de Estado, pero los agresores se han multiplicado, tanto en el ámbito público como privado. Se mantiene la APG fiel a sus principios, que incluyen proteger y defender el secreto profesional, la cláusula de conciencia y el normal funcionamiento de los medios de comunicación, así como velar por el derecho de informar y ser informado de manera objetiva y profesional.
En 1952, la APG, liderada por Jesús Alvarado Mendizábal, gestionó la creación de la Escuela Centroamericana de Periodismo, entonces adscrita a la Facultad de Humanidades, que se constituyó en la primera unidad académica a nivel superior en enseñanza de comunicación.
Durante esas más de seis décadas, la APG ha sido dirigida por mujeres solo en tres ocasiones, Marina Coronado, Zoila Reyes (QEPD) y quien suscribe esta columna.
En este escenario, junto a otras organizaciones gremiales, está abanderando la defensa de libertades fundamentales.