“Conocía demasiado bien la arrogancia y la crueldad de la Mafia que las grandes familias aristocráticas sicilianas nutrieron e hicieron prosperar para que les hicieran de justicieros con los campesinos (…) No quería saber nada de ellos. Me eran ajenos, desconocidos (…) Yo estaba de parte de mi padre que había dado una patada a las estupideces de aquellos príncipes arrogantes rechazando un condado que le esperaba en cuanto marido de la hija mayor del duque que no dejaba herederos. Había cogido a mi madre de la mano y se la había llevado a Fiesole, a pasar hambre, lejos de las disputas de una familia tiesa y ansiosa (…) Y en cambio me cayeron todos juntos encima, con un rumor de huesos viejos, en el momento en que decidí, después de años de aplazamientos y rechazos, hablar de Sicilia. No de una Sicilia imaginaria, de una Sicilia literaria, soñada, legendaria”. (Dacia Maraini, Bagheria) Mercedes Arancibia
Última descendiente por parte de madre de la familia ducal de los Alliata de Salaparuta, hija de un etnólogo florentino especialista de los ainu, una minoría étnica japonesa, y durante muchos años (1962-1978) compañera sentimental del gran escritor que fue Alberto Moravia, Dacia Maraini (1936), rinde un completo homenaje a la memoria en el libro de recuerdos Bagheria (Regreso a Bagheria en el original), una obra a mitad de camino entre archivo familiar y evocaciones infantiles.
“Bagheria la vi por primera vez en 1947”. Bagheria, aldea de la provincia palermitana aparentemente sin historia ni importancia, bautizada como “puerta del viento” (Bad el gherib) durante la dominación árabe, es el feudo de la familia materna al que Dacia Maraini regresó a los 10 años, tras vivir con sus padres y sus dos hermanas primero la guerra y después un campo de concentración en Japón. A través de sus recuerdos de infancia y adolescencia, evoca la grandeza y decadencia del lugar que fue refugio vacacional de las familias ricas de la isla, salpicado de suntuosas villas con estatuas barrocas y perfumados y lujosos parques desbordantes de cítricos, jazmines y palmeras.
“Otros dicen que Bagheria procede de la palabra Bahariah que quiere decir marina. Yo prefiero pensarla como puerta del viento porque Bagheria tiene muy poco de marino, a pesar de que el mar se encuentra a un kilómetro de distancia”. A su llegada a Bagheria, la autora descubre también el mar; un mar que le estuvo negado en aquel Japón despiadado, donde solo conoció privaciones y vejaciones. Y descubre también lo mezquinas que pueden llegar a ser las relaciones familiares cuando comprueba que la aristocrática familia materna no ha perdonado nunca que su heredera abandonara todos aquellos fastos para ir a casarse en secreto con un modesto antropólogo, y les recibe con una frialdad inexplicable para la niña que ha atravesado varios mares en vetustos barcos cargueros, huyendo de la desolación y la guerra.
“Bagheria es una palabra mágica, una especie de abracadabra que ha disuelto un encantamiento, el que impedía a una escritora como Dacia Maraini contarse en una manera más íntima, más personal, recordado la tierra de sus orígenes, su noble familia, los amigos en torno a Villa Valguarnera… Centrado en la memoria lejana, Bagheria es un acto de gran amor hacia lugares y personas ignoradas voluntariamente durante años, bellezas y horrores de una tierra que no conoce compromisos”, escriben sus editores italianos. “No es una novela, no es un diario, no es un ensayo: probablemente los editores lo definirían como “un libro ágil”, de esos que se escriben deprisa entre una obra y otra, o incluso de los que se tienen medio olvidados en un cajón; quizá los críticos lo despreciarían, considerándolo un escrito menor; y puede que el propio autor lo considerara un divertimento, una especie de desahogo al que se tiene derecho en un cierto momento de la carrera. En cambio, el lector encontrará que el libro es menor tan solo en el formato, y se apasionará porque las memorias son siempre apasionantes”.
En Bagheria se mezclan recuerdos y vivencias de un padre “amado más allá de lo aceptable”, al que en algún momento define también como aventurero y libertino, que les abandonó demasiado pronto; de una madre bellísima educada para ser poco más que un hermoso adorno en el hogar familiar, de la presencia silenciosa y sinuosa de la mafia, de la que estaba prohibido hablar, de la especulación urbanística, la degradación y progresiva desaparición de edificios palaciegos cargados de historia… todo, recuerdos y vivencias, tragados por el tiempo, sacrificados en el altar de la modernidad, engullidos por los avatares de la historia… Todo lo que le unía a su pasado ha desaparecido. Bagheria es también un testamento espiritual y un réquiem definitivo por ese pretérito que huye y se entierra entre las muchas caras ocultas de Sicilia, probablemente la más peculiar de las islas mediterráneas para los profanos. Bagheria es una síntesis de amor y dolor.