Blood father: la sangre nunca engaña

Blood Father (Lazos de sangre, 2016) es un thriller de acción y velocidad trepidante que discurre por paisajes agrestes y rocosos entre gente muy dura y a juego con la tierra; gente acostumbrada a habérselas con el diablo.

Blood Father, cártel

Basado en la idea tan extendida por el naturalismo de que si te pica un mosquito, en cualquier parte del mundo donde te escondas todos los demás mosquitos te reconocerán, lleva esta tesis hasta sus últimas consecuencias. Tal es la marca indeleble que, con su sangre, te ha inoculado aquel primer mosquito.

Esto, aplicado a los humanos y a sus lazos de familia, da aquello que reza «de tal palo tal astilla», y es que -tal es la tesis argumental de Blood Father- por mucho que se esfuercen en educarte alejándote de tu progenitor rebelde y antisistema para que no te parezcas a él y seas una señorita, acabarás siguiendo sus pasos, lo cual no es más que determinismo genético, contrario al determinismo ambiental que tanto gustaba a los maestros del XIX. Cambiarás de lugar pero no de condición. Saldrás a tu padre, y no hay nada que hacer.

En Blood Father, hay un padre y una hija como protagonistas, de ahí el sugestivo título que no deja escapatoria ni capacidad de soñar, aunque a veces deje entrever que algo están aprendiendo de las circunstancias, pero tarde. Ella se llama Lydia y es una joven de 18 años educada en muy buenos colegios que se ve obligada a escapar de las garras de su novio cuando éste, traficante de drogas, le tiende una trampa tras robar una fortuna a un cártel.

En su huida, solo encontrará como aliado a su perdulario padre, que está en libertad condicional. El padre se llama John Link y es un borracho exconvicto que desea aprovechar la oportunidad para rehabilitarse ante los ojos de su hija ejerciendo de buen progenitor. La huida a través de desiertos, colinas arenosas y montañas rocosas se convierte en una auténtica fuga hacia adelante que hará las delicias de los amantes del género (las referencias van desde Easy rider a los mejores westerns) y donde ambos sacarán lo mejor y lo peor de su carácter.

Blood Father debe su guión a Peter Craig, autor de The Town. Ciudad de ladrones, y está dirigida por Jean-Francois Richet (Asalto al distrito 13). Su protagonista es Mel Gibson (Mad Max 2, Los Mercenarios 3), quien compone los mejores primeros planos en esta persecución en cadena que es la fuga del padre con su hija recién recuperada por la fuerza de la sangre. Da muy bien la imagen del padre perdulario a rastras con su hija (Elisabeth Röhm). Él, por su pasado, tampoco está libre del trato con mafias, lo que nos brindará escenas carcelarias de gran pintoresquismo y tipos malos malísimos llenos de un innegable encanto personal. He aquí el lamento de uno de ellos por ese mundo en aras de extinción, un lamento dirigido a la hija: «un mundo que desaparece a la vista de todos menos de vosotros, los jóvenes pijos que no tenéis tiempo para mirarlo desvanecerse. Para ver este paisaje hay que carecer de todo, como nosotros (tu padre y yo)». Lo que no le impedirá estar forrado y aún así, horas después, poner precio a las cabezas de ambos. En eso han quedado los valores de sus referentes cinematográficos, mera poesía para encandilar adolescentes.

Blood father es una película donde lo mejor es la pasión por las velocidades, con imágenes impactantes de motos y carreteras, viejos coches y atuendos paramilitares que remiten a un romanticismo de otro tiempo pero que pugna por volver, quién sabe, al menos en su estética y atuendo. Sólo que ahora son las mafias sureñas y neonazis las que dotan de contenido a los tipos, chistes gruesos y bromas exclusivas de ese ambiente. Y le sobra un poco de sentimentalidad en esas escenas entre hija y padre reencontrados. Unas escenas tiernas, inundadas de palabras que se derriten al oírlas, cuando lo propio sería, entre tipos duros y tatuados hasta la ingle, despacharlas con dos chistes bestias y punto. Quedaría mucho más propio y se entendería lo mismo.

Además de Mel Gibson y Elisabeth Röhm, completan el reparto Erin Moriarty (After the dark, la serie de televisión True Detective) y William H. Macy (Cake)

Nunci de León
Doctor en Filología por la Complutense, me licencié en la Universidad de Oviedo, donde profesores como Alarcos, Clavería, Caso o Cachero me marcaron más de lo que entonces pensé. Inolvidables fueron los que antes tuve en el antiguo Instituto Femenino "Juan del Enzina" de León: siempre que cruzo la Plaza de Santo Martino me vuelven los recuerdos. Pero sobre todos ellos está Angelines Herrero, mi maestra de primaria, que se fijó en mí con devoción. Tengo buen oído para los idiomas y para la música, también para la escritura, de ahí que a veces me guíe más por el sonido que por el significado de las palabras. Mi director de tesis fue Álvaro Porto Dapena, a quien debo el sentido del orden que yo pueda tener al estructurar un texto. Escribir me cuesta y me pone en forma, en tanto que leer a los maestros me incita a afilar mi estilo. Me van los clásicos, los románticos y los barrocos. Y de la Edad Media, hasta la Inquisición.

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