La extrema derecha está en ascenso en Brasil, donde intenta recuperar el poder de la mano de los militares, pero es un fenómeno con grandes diferencias con respecto a lo que ocurre en otras partes del mundo, como Europa, informa Mario Osava[1] )IPS) desde Río de Janeiro.
Jair Bolsonaro, excapitán del Ejército y candidato a la presidencia del país por el minúsculo Partido Social Liberal (PSL), siempre defendió la dictadura militar que dominó Brasil entre 1964 y 1985, incluso sus prácticas de tortura y exterminio.
Líder en las encuestas después que al expresidente Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2011) la justicia electoral lo declaró inelegible, el 31 de agosto, Bolsonaro resucitó el sueño de derechistas y militares de recuperar el protagonismo perdido, tras una hibernación de tres décadas.
Un atentado en su contra, el 6 de septiembre, reforzó su protagonismo en las encuestas sobre la intención del voto en los comicios presidenciales cuya primera vuelta será el 7 de octubre, pero hay dudas sobre la durabilidad de ese efecto.
El decidido combate a la corrupción y a la criminalidad son las principales banderas que movilizan a sus electores, según Felipe Marques, graduado en informática que trabaja en el diseño de sitios web y a los 38 años, está de nuevo en la universidad estudiando economía, en Río de Janeiro.
«Es el único sin vínculos con la corrupción» entre los candidatos presidenciales, un caso raro después de casi veintiocho años como diputado, dijo a IPS para justificar su apoyo al antiguo militar, que también se ha posicionado entre sus adeptos como «el único» que sería capaz de mejorar la seguridad pública, tratando duramente «el bandidaje» que se diseminó por el país y provocó «el caos» en Río de Janeiro.
Un policía que «mata diez o veinte bandidos, con diez o treinta tiros en cada uno, debería ser condecorado y no procesado (por la justicia», sostuvo Bolsonaro en una entrevista a la TV Globo el 28 de agosto.
Ese discurso de violencia contra el crimen, que incluye liberar la posesión de armas para que ciudadanos puedan defenderse, sedujo un electorado que alcanza 22 a 26 por ciento del total, según las encuestas, que también apuntan la inseguridad pública como una de las mayores preocupaciones de los brasileños.
«La población se siente insegura en una de las sociedades más violentas del mundo, solo comparable quizás a algunos países de África y América Latina, y cree que se puede solucionarlo con más brutalidad», evaluó para IPS el sociólogo Elimar Nascimento, profesor de la Universidad de Brasilia.
El contexto comprende también una «población que se cansó de la política y busca alguien que sea su negación, pero encarna su deseo por el nuevo en un viejo político», destacó.
En ese cuadro, Bolsonaro ya no necesita esforzarse en la campaña electoral, viajar por el país o aparecer en la televisión, «sus adeptos le hacen la propaganda por él», dedujo el profesor.
Algo auspicioso para el candidato que, desde que fue atacado con un cuchillo durante un acto de campaña en Juiz de Fora, a 160 kilómetros de Río de Janeiro, está hospitalizado en São Paulo y probablemente no podrá hacer actividades de calle y mediáticas hasta que pase la primera vuelta.
El agresor, aparentemente solitario, operó por razones personales.
El hecho de ser militar y tener como candidato a vicepresidente al general retirado Hamilton Mourão, afiliado al oscuro Partido Renovador Laborista Brasileño (PRTB), no genera rechazo a Bolsonaro, sino adhesión de muchos seguidores.
«Las personas de menos de 50 años no guardan memoria de la dictadura, los jóvenes no tienen mínima idea de lo que sea, y para ellos los militares tienen la fuerza que amedrenta bandidos», arguyó Nascimento.
Además Fuerzas Armadas, familia e iglesias son la «santísima trinidad» que disfrutan de la mayor confianza entre los brasileños, acotó el sociólogo.
Diferencias con Europa
El ascenso de la extrema derecha en Brasil se distingue del europeo en muchos aspectos, explicó. Allá hubo la traumática experiencia del nazismo y el fascismo, pero la derecha se alimenta ahora de la xenofobia contra los inmigrantes, mientras acá creció con «la indignación contra los políticos».
«El clima de inseguridad público es otro fermento, prácticamente ausente en Europa», subrayó.
El «bolsonarismo» es un fenómeno de las capas más ricas y escolarizadas, más concentrado entre los hombres jóvenes. Es por eso que Brasilia, la ciudad de ingresos más altos del país, registra una mayor adhesión al excapitán, cerca de un tercio del electorado, completó Nascimento.
Esos detalles, revelados en las encuestas, si bien también le apuntan un alto grado de rechazo (los que no votarían por él en ningún caso), hacen prever que Bolsonaro pasará a la segunda vuelta, al disponer de más 20 por ciento de intenciones de voto consolidadas.
Pero por su también sólido rechazo será derrotado en la segunda vuelta el 28 de octubre, principalmente por los votos de las mujeres y de los pobres, las dos mayorías del electorado de este país de 208 millones de personas.
Aunque no triunfe, su propia campaña, con «discursos violentos», genera efectos muy negativos para la seguridad pública, observó Silvia Ramos, psicóloga e investigadora de violencia urbana del Centro de Estudios de Seguridad y Ciudadanía de la carioca Universidad Candido Mendes.
Su discurso suena como «autorización para que policías disparen a matar, ignorando las leyes, lo que puede contaminar políticas de seguridad» en un país donde es muy alta la cantidad de personas muertas en supuestos enfrentamientos con fuerzas policiales, argumentó a IPS.
La creencia de que los militares son eficientes para contener la violencia criminal no se comprobó en Rio de Janeiro, cuyo sector de seguridad pública está bajo intervención de las Fuerzas Armadas desde febrero de 2018.
«Ha sido un desastre, no es una medida a ser replicada», evaluó Ramos. Aumentaron los tiroteos en la ciudad, la cantidad de muertos, la sensación de inseguridad entre los residentes.
No es algo que desalienta los «bolsonaristas». Los militares enfrentan limitaciones financieras y legales para actuar donde impera el «crimen se enraizó y se hizo crónico, debido a gobiernos anteriores que trataban bandidos como normales», contrarrestó Marques.
Para Ramos, es legítimo que antiguos policías y militares sean candidatos en las elecciones, pero no se trata de postulaciones militares y no deben involucrar a las Fuerzas Armadas, subrayó.
Sin embargo, el comandante del Ejército, general Eduardo Villas-Boas, dijo que el futuro gobierno «podrá tener su legitimidad cuestionada», a causa del atentado sufrido por Bolsonaro, en declaraciones al diario Estado de São Paulo del 9 de septiembre.
Esa y otras opiniones públicas de militares activos indican que las Fuerzas Armadas, o parte de ellas, tomaron posiciones a favor del antiguo capitán.
La fórmula encabezada por Bolsonaro cuenta con «una coligación de uniformes y togas», sostuvo la periodista Maria Cristina Fernandes, en referencia al apoyo de militares y representantes del Poder Judicial, en su columna de 6 de septiembre en el diario Valor Económico.
Esa toma de posiciones partidistas por jerarcas castrenses puede afectar más aún la imagen de las Fuerzas Armadas, que todavía no se libraron de la imagen negativa que carga por su aventura dictatorial de 1964-1985.
- Edición: Estrella Gutiérrez
- Publicado inicialmente en IPS Noticias
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