De estreno este mes de febrero en Francia, «Introducción», vigésimo quinto largometraje de este prolífico cineasta surcoreano Hong Sangsoo, asiduo participante de los festivales de cine en el mundo entero con una obra que busca su inspiración de manera declarada en el cine francés y en los cuentos morales de Eric Rhomer, pero también en la sobriedad y el rigor estético de Robert Bresson y de otros grandes clásicos del cine.
Tengo que reconocer que cuando he visto en festivales de cine algunas películas de Hong Sangsoo, he tenido a veces la impresión de que han sido fabricadas para ser presentadas al muy cinéfilo publico de tales muestras internacionales.
En Cannes en 2018 presentó por ejemplo «La cámara de Claire», alusión directa a la obra de Rhomer (Le genou de Claire), interpretada por Kin Min-Hee, la nueva joven musa coreana omnipresente en su cine y por Isabelle Huppert. Personalmente nunca me ha convencido la presencia de actrices celebres francesas en películas asiáticas de «autor». En todo caso Hong Sangsoo ha cosechado numerosos premios en muy diversos festivales, sobre todo en Berlín, Cannes y San Sebastián, en donde en 2016 obtuvo la Concha de plata al mejor director por su película «Your self and yours».
Dicho esto, no cabe duda de que, si todas sus películas no tienen a mi juicio la misma intensidad, Hong Sangsoo ha sabido imponer desde el comienzo un estilo propio y una original mirada de cineasta, que busca asimilar con códigos coreanos esas influencias asumidas y antes citadas, como también su admiración por la pintura de Cezane.
En Berlín ha sido seleccionado en cinco ocasiones, y obtuvo el premio Oso de oro en 2020 con «La femme qui s’est enfouie». Con «Introducción» ha logrado en 2021 el premio Oso de Plata al mejor guion, una lograda y enésima variación sobre su obsesión temática y estética, rodada en esta ocasión en blanco y negro.
El encuentro de un joven coreano con su padre, al que no ha visto desde hace tiempo, un viaje a Berlín, una ruptura amorosa y los consejos de un actor célebre, son los elementos claves de este relato minimalista que nos lleva con numerosas elipsis de Corea a Alemania con gran economía de medios, reducido reparto de ocho actores y una puesta en escena poética y eficaz.
La introducción a la vida del joven Youngho, el excelente Sin Seokho, se desarrolla en varias secuencias que van del encuentro en la clínica con su padre y con su secretaria que le conoció de niño, en un hotel con su madre y el amigo de esta que es un actor famoso (a menudo en sus películas uno de los personajes centrales es un actor, director, escritor, poeta o personalidad celebre, con alusiones al mundo del cine), la ruptura con su primera conquista femenina, o la historia de amistad con un amigo que le acompaña con su automóvil… Escenas que nos permiten descubrir a través de las obsesiones de Hong Sangsoo, los códigos de la mal conocida sociedad surcoreana.
Las relaciones familiares, las relaciones sentimentales y sexuales entre sus personajes, las historias de amor y de ruptura, la amistad entre personajes cuyos destinos se cruzan, reflexión moral o ética sobre el comportamiento humano y familiar, fragmentos de vida que Hong Sangsoo busca captar con un modo de trabajo inspirado de la Nouvelle vague, al dar a conocer a sus actores cada día el contenido de los planos a rodar, para mejor encontrar un tono espontaneo o natural.
Corea del Sur, por evidentes razones geopolíticas, ha sufrido como el Japón, o Taiwán un gran desarrollo económico bajo la poderosa influencia norteamericana, sociedades un tanto esquizofrénicas en las que la modernidad coexiste con las tradiciones ancestrales. La historia de los pueblos nos muestra que las tradiciones y las costumbres son siempre difíciles de cambiar, y son todos esos pequeños detalles, códigos y contradicciones que sabe captar la cámara de Hong Sangsoo, con esta multitud de historias mínimas y humanas situadas siempre en el mismo medio social, el de una burguesía coreana acomodada.
Se agradece ver que a contracorriente de la «normalidad» actual, mucho se fuma y se bebe en esta y en otras películas de Hong Sangsoo, aunque el viejo actor recomienda a los jóvenes que «beban, pero sin emborracharse…», mientras que ellos como lo exige la tradición coreana beben la copa de un trago, pero girando ligeramente la cabeza con respeto para esconder el gesto a su veterano interlocutor. Una brillante introducción a la vida
