Después de que la Corte Internacional de Justicia –principal órgano judicial de la ONU– optara por admitir «la posibilidad de que se esté cometiendo un genocidio en Gaza» por parte de Israel, varios gobiernos –preferentemente occidentales–anunciaron que suspendían su ayuda financiera a la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en el Próximo Oriente (UNRWA, según sus siglas en inglés).
Entre esos países, destacan varios de los mayores contribuyentes a la UNRWA (Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Italia, Países Bajos, Japón, Australia, etcétera).
Previamente se había filtrado la información de que unos pocos miembros del personal de la UNRWA estaban implicados en la incursión armada (o ataque terrorista, como prefieran) que llevó a cabo Hamas el 7 de octubre de 2023 al otro lado de la frontera de Gaza e Israel.
Los acusados –ya expulsados por la agencia de la ONU– son una docena; los empleados de la UNRWA, más de treinta mil. Esas cifras dan idea de la desproporción de la reacción de Estados diversos que castigan de manera indiscriminada a todos los habitantes de un territorio (Gaza), donde sobreviven de modo extremadamente difícil más de dos millones de personas que ahora son habitantes desesperados de un cúmulo de escombros y ruinas.
Otros estados e instituciones, sin embargo, entre ellos España, el Secretario General de la ONU y la Liga Árabe, mantienen su ayuda a la UNRWA o incluso la están aumentando.
Es imposible no ver que quienes apoyan a Israel –hasta el punto de intentar derribar a la UNRWA– se convierten en cómplices de un intento de genocidio.
Recordemos que la UNRWA existe desde 1949 para que los refugiados palestinos (y sus descendientes, que siguen siendo refugiados) puedan seguir con vida. Esa agencia internacional contribuye a su alimentación, al mantenimiento de un cierto sistema sanitario y a su educación. Su tarea es vital.
Pero para los miembros más extremistas del gobierno israelí, empezando por su primer ministro Benjamin Netanyahu, es difícil concluir su planificada limpieza étnica de Gaza y Cisjordania sin destruir también a la UNRWA.
Digamos de paso que el asesinato selectivo de periodistas en Gaza forma parte del mismo plan: el mundo no debe ser consciente del genocidio en marcha. Las bombas son también mecanismos de la censura radical. Más de un centenar de periodistas palestinos han sido asesinados por difundir lo que sucede en la Franja de Gaza.
Más allá de la UNRWA
Sin embargo, la UNRWA no es la única agencia u oenegé que se encuentra bajo el fuego conjunto de Israel y de parte de los países occidentales. Éstos alzan la mano con la espada de Damócles de las amenazas de supresión de toda ayuda posible, si los concernidos no rectifican sus declaraciones públicas.
Según una información del diario Le Monde (27 de diciembre de 2023), Alemania ha suprimido su aportación a CEWLA (Centre for Egyptian Women’s Legal Assistance), una oenegé dedicada a buscar protección jurídica para las egipcias víctimas de represión, discriminación o tráfico de mujeres.
¿El motivo? Azza Soliman, abogada fundadora de CEWLA y militante proderechos humanos, quien ha sufrido toda clase de amenazas y agresiones por su activismo, firmó un comunicado con unas doscientas organizaciones árabes denunciando «el apartheid del Estado ocupante» y también «el genocidio contra la población palestina de la Franja de Gaza».
En medios egipcios no han dudado en interpretar la sanción alemana como un intento de doblegar la opinión mayoritaria de la sociedad egipcia sobre lo que sucede en Gaza. Un claro intento de censura.
El propio ministerio de Asuntos Exteriores de Alemania reconoce que está revisando sus proyectos en la zona de Oriente Medio, en función de «las posiciones políticas y de las declaraciones de nuestros asociados, [por su posición] ante los ataques terroristas de Hamas hacia el Estado de Israel».
Otras oenegés árabes, según constatan Clotilde Mraffko y Laure Stephan, corresponsales de Le Monde en Beirut y Jerusalén, están sufriendo censuras y presiones similares, que las opiniones públicas árabes consideran «intolerables».
Previamente, la Unión Europea, que no ha suspendido como tal su aportación a la UNRWA, decidió fijar una cláusula antiodio y antiviolencia que apunta hacia diversas oenegés palestinas.
Suecia también anunció que obligaría a condenar a Hamas antes de ofrecer ayuda a distintas organizaciones humanitarias palestinas.
En la radiotelevisión pública de Suiza, el abogado Raji Sourani, director del Centro Palestino para los Derechos Humanos, quien estuvo recientemente en Madrid, ha señalado que no hay ahí «nada jurídico, sino motivaciones políticas».
Ante las preguntas de los corresponsales del diario parisino, las autoridades suizas señalan simplemente que esas oenegés «relativizan» el ataque de Hamas el 7 de octubre.
La línea de otras oenegés (palestinas e incluso israelíes, como Physicians for Human Rights Israel) está siendo mirada con lupa en Suiza.
Decenas de organizaciones, entre ellas Amnistía Internacional, han denunciado esos intentos de acallar a quienes defienden derechos humanos elementales en Gaza y se oponen a la censura radical emprendida por el gobierno israelí.
Según el texto de Le Monde:
–Esos requerimientos se interpretan en Oriente Medio como un reflejo de la derechización de la política europea. El sesgo de Berlín se contempla como un sentimiento de culpabilidad nacido de la Shoah (Holocausto). Esos recortes de fondos ahondan la fosa existente entre las dos riberas del Mediterráneo por causa del conflicto palestino-israelí, porque los activistas árabes proderechos humanos consideran la desposesión de los palestinos en 1948 como eje central de una injusticia [histórica].
Además, la actividad de buena parte de las organizaciones civiles de los países árabes en favor de la democracia y los derechos humanos depende en gran medida de la ayuda financiera occidental.
Y no sólo por humanidad sino por pura coherencia, esos activistas no pueden pronunciarse de otro modo que solidariamente con sus hermanos árabes de Gaza. Aunque no olvidemos tampoco –que por su lado– no pocos Estados árabes dan muestras de la mayor de las hipocresías: van normalizando sus relaciones con Israel y sólo esperan el fin de la guerra para continuar acercándose a su gobierno.
A recordar también que cuando los activistas humanitarios y demócratas de los países árabes denuncian los bombardeos indiscriminados que destruyen y matan vidas civiles en Gaza, también son acusados de antisemitismo.
De algún modo, la censura y el sistema de apartheid imperante en los territorios palestinos pretenden ir más allá de Gaza y Cisjordania. Se pretende acallar también la opinión árabe en general, si es que eso existe de verdad. También en el sentido interno referido a la pluralidad y a la diversidad de las sociedades árabes.
En cualquier caso, la universalidad de los derechos humanos queda en entredicho.
Según declara a Le Monde Mohamed Lofty (Comité Egipcio para los Derechos y las Libertades), comportarse de otro modo haría también más fácil «para nuestros [sus] gobiernos desacreditarnos –dice Lofty– cuando hablemos de derechos humanos».
La mayor organización proderechos humanos de Egipto (Egyptian Initiative for Personal Rights) ha roto sus relaciones con la embajada alemana.
Desde Jordania, la jurista Hadil Abdel Aziz ha rechazado un premio (International Women of Courage Award) que le iban a entregar el mes de marzo en una ceremonia que debe tener lugar en la misma Casa Blanca de Washington. En otoño, Hadil Abdel Aziz firmó con unas pocas personalidades de varios países árabes una carta dirigida a las embajadas de Alemania y Francia donde se señalaba lo siguiente:
–Nosotros no podemos llegar a pensar que ustedes consideran a los seres humanos de Gaza como seres humanos inferiores. O que quizá extienden esta percepción a todos los pueblos árabes.
Las lecciones sobre derechos humanos que pretenden impartir distintas capitales occidentales –sobre todo Washington, Londres y Berlín– quiebran el sentido de sus discursos oficiales y hacen más difícil el trabajo de quienes luchan por la democracia y los derechos humanos en Gaza, Cisjordania y entre las poblaciones árabes en general.
De modo que el intento de derribo de la UNWRA sucede a presiones diversas, ataques, recortes y censuras que van más allá de Gaza y de las réplicas y críticas a Israel por sus bombardeos mortíferos e indiscriminados.
Ese acoso a las sociedades civiles árabes, occidentales u otras, forma parte de una lógica de silencio en la que Benjamin Netanyahu y sus aliados políticos no podrán imponerse.