«Shan e gu ren» que hemos visto en la competición es un inteligente y atrevido melodrama de Jia Zhang Ke, pero al mismo tiempo una crítica feroz y futurista de las élites en el poder en la próspera China de hoy.
Cabe señalar que era muy esperada y en ese perverso ejercicio crítico que consiste en comparar ésta con sus obras anteriores, vale precisar que no es la más perfecta, ni la más lograda de sus obras, aunque si de evidente interés en el universo genuino de este gran cineasta chino de la denominada sexta generación.
Jia Zhang Ke es un reputado cineasta chino, autor de películas tan formidables como «Platform» 2000, “Still life”, león de oro en Venecia 2006, «24 city» 2008, o más recientemente la sorprendente “Touch of sin” que ganó el premio al mejor guión en competición 2013 en Cannes. Mi preferida ese año en Cannes que bien merecía una Palma de Oro.
En la ficción como en el documental, con su mirada crítica y original, Zhang Ke nos ha dado a conocer en estos últimos años la evolución de la mal conocida sociedad china contemporánea en su paso del «estalinismo maoista» al capitalismo neoliberal, bajo control de un partido único y totalitario, siempre con relatos de gran humanidad e intensidad dramática. Las películas de Zhang Ke estuvieron prohibidas en China hasta el 2005, pero han cosechado éxito tras éxito en los festivales de cine del mundo entero.
«Shan e gu ren» es una película ambiciosa, pero irregular en el desenlace de su construcción melodramática, que nos habla, como toda la filmografía de su autor, de la deshumanización de la sociedad china del llamado «milagro económico».
«Shan e gu ren» transcurre entre 1999 y 2025, entre la región minera china de Fenyang y la occidental Australia a donde va a parar uno de los protagonistas del film, un nuevo rico chino, que se hace millonario instalándose primero en Shangai y luego en Australia.
La apuesta del guión es hacer una saga futurista, en tres episodios, el primero empieza en 1999 al alba del siglo XXI, la segunda en 2014 y la tercera en 2025 que vaticina una perdida de identidad del alma china, vendida al diablo del dolar, del enriquecimiento y del consumo a ultranza, olvidando lo esencial de nuestra existencia: el ser humano y sus sentimientos.
Todo empieza como un triángulo amoroso, entre una joven china y dos de sus amigos, uno trabaja en la mina y el otro forma parte de esas élites chinas que se enriquecieron del día a la mañana con operaciones financieras poco transparentes. Ella es la deliciosa actriz china Zhao Tao, musa y esposa del autor, en el papel de esa mujer china atraída por ese «ganador», pero desgarrada interiormente al romper con su amigo «perdedor» de modesto origen.
En la realización con numerosos planos de multitudes y gentes del pueblo, o de paisajes desoladores de esa transformación económica, intercalados en esta historia sentimental, Jian Zhang Ke marca con su estilo documental y crítico esta historia de amor, en la que la joven Tao termina escogiendo a ese millonario prepotente y fanfarrón que le ofrece un mundo «mejor» y con el que tendrán un hijo al que le llaman nada menos que «Zhao Dólar».
Ese hijo que crece lejos de su madre en Shangai y luego en Australia, que ya no habla chino sino inglés, que no conoce a su madre, e incapaz de comunicar con su padre, es pues una metáfora en si mismo de la pérdida de identidad de la sociedad china deshumanizada, de ese crecimiento económico a ultranza que ha creado riqueza para las clases medias en detrimento de la miseria y del trabajo esclavizado de millones y millones de chinos.
La apuesta formal del film es también arriesgada, con el uso de imágenes digitales, o de catástrofes aéreas que confieren una estética muy particular, al tiempo que opta por un cambio de formato en el encuadre de la imagen, para marcar cada época. Su desenlace abierto resulta sin embargo desconcertante, en su interrogación sobre la libertad del ser humano.
Finalmente, creo que no me hubiera disgustado un cuarto capítulo para acabar de redondear esta inteligente saga. «Shan e gu ren», acogida con mucho respeto, ha dividido a la crítica en Cannes, pero es en todo caso una película que merecería un lugar destacado en el palmarés y que vale la pena ver.