Rumania, ese vecino país latino de la Unión Europea, ha estado este año muy presente en Cannes, con dos excelentes películas en competición: “Sieranevada” que abrió la competición la semana pasada, y ahora “Baccalaureat” (Bachiller) de Cristian Mungiu, pero también a través de la película alemana “Toni Erdmann” que se desarrolla en gran parte en Bucarest, y es una de las favoritas en los pronósticos de la prensa internacional.
Tres miradas diferentes e interesantes cada cual a su manera sobre diversos aspectos de la sociedad rumana contemporánea a través de historias humanas de gran autenticidad dramática y formalmente muy diferentes.
El director rumano Cristian Mungiu se dio a conocer en Cannes en 2002 con su opera prima “Occidente”, en la Quincena de realizadores, muy bien acogida por el público. En 2007 ya en competición oficial en Cannes, obtuvo la Palma de Oro por su segundo largometraje “Cuatro meses, tres semanas, dos días”, que evocaba el tema de los abortos clandestinos en los últimos años del comunismo en Rumania.
En 2012 con “Mas allá de las colinas” obtuvo el premio al mejor guion y mejor actriz ex aequo para sus intérpretes Cristina Flutur y Cosmina Stratan, que trataba de la amistad sentimental entre dos huérfanas amigas de infancia, y de las practicas exorcistas en un monasterio ortodoxo.
“Bachiller”, presentada hoy en Cannes, es un drama humano de gran autenticidad e interés, que nos habla de la Rumania actual, de la violencia y de las prácticas corruptas que persisten en la sociedad rumana, con un entramado de enchufes y corruptelas, de mayor o menor grado, que conducen a unos y otros al compromiso y a acomodarse en esa atmosfera de ilícitos favores y de disimulados privilegios.
La película de Mungiu plantea sobre todo una cuestión ética o moral, a través de su principal protagonista, Romeo, un doctor, casado y con una hija adolescente que se dispone a pasar su bachiller superior, a la que siempre habían inculcado el respeto de los principios éticos en sus estudios y en la vida cotidiana.
Ese hombre, que tiene una amante, no ha querido nunca comprometerse con las corrupciones que a menudo se practican en su país y sueña con poder enviar a su hija a estudiar al extranjero, en “un país más civilizado y que le ofrezca mayores oportunidades profesionales”’.
Pero al ser su hija víctima de una agresión sexual que pone en cuestión el resultado de su examen de bachiller y su futuro, Romeo opta por entrar en ese juego de “favores” ilícitos a través de un amigo policía.
En sus relaciones familiares como en su relación con las instituciones de esa sociedad rumana, Romeo se plantea un doble dilema ético y moral, sobre el individualismo, la solidaridad, la familia, la fidelidad o la educación que cada cual trasmite a sus hijos, temas que son evocados con mucha fuerza y sensibilidad en el guión y la eficaz puesta en escena de Mungiu.
La de Mungiu se sitúa pues, a mi entender, en el pelotón de cabeza de las mejores películas de esta selección que pueden figurar en el Palmarés final. Su protagonista, el actor rumano Adrian Titieni, veterano del cine y del teatro, destacó en películas como “La muerte de Dante Lazarescu” Cannes 2005, o en “Madre e hijo” Oso de oro en Berlín 2013. La joven actriz Maria Dragus participó en el pasado en “La cinta blanca” de Michael Handke, Palma de Oro en Cannes.
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