Cecilia Sala y otras ‘molestias’ de la información internacional

Algunas circunstancias del caso de la joven periodista italiana Cecilia Sala (29 años) me recuerdan las del periodista Pablo González, a quien Polonia encarceló durante más de dos años y cuatro meses, sin que llegaran a concretarse acusaciones formales contra él ante ningún tribunal.

Porque las especulaciones de algunos colegas cuentan justo eso mismo, como pura elucubración. Puesto que por mucha inquina personal que se ponga, las conjeturas con apariencia y envoltorio no son otra cosa que eso mismo, elucubraciones y envoltorio.

Ambos, Pablo y Cecilia, han ejercido el periodismo en medios diversos, en ambos casos como periodistas autónomos (freelances) relacionados con la información internacional.

Pablo González Yagüe, quien tras nacer en Rusia en 1982 fuera registrado como Pável Alekséievich Rubtsov, fue liberado en agosto en un intercambio de presos organizado en el mejor/peor estilo de las novelas de la guerra fría que adoran no sólo Vladimir Putin –siempre al otro lado del puente de los espías– sino los más variados servicios, tanto en Levante como en Poniente.

No faltan indicios –imposible probarlo– de que la liberación de Pablo/Pável por parte de Polonia fue aceptada por Varsovia a regañadientes, porque su intención habría sido más bien su intercambio por Andrzej Poczbout, periodista y activista polaco-bielorruso encarcelado y condenado por el régimen de Bielorrusia, aliado del Kremlin.

Pero en medio se cruzó otro caso, el del periodista estadounidense Evan Gerschkovich, corresponsal de The Wall Street Journal, que estaba simultáneamente preso en una cárcel rusa, acusado también –cómo no– de espionaje.

Así que Varsovia –sugieren las malas lenguas– le habría hecho un favor a Washington: podía reclamar a Pablo González a cambio de Gerschkovich (por cierto también con orígenes familiares en Rusia), de modo que Poczbout no tendría más remedio que quedar pendiente para otra bella ocasión.

Quizá no está de más precisar que Rusia juzgó –antes de liberarlo– a Evan Gerschkovich, quien fue condenado a 16 años de cárcel. En Polonia, hubo un encarcelamiento más prolongado que el de Gerschkovich, pero ninguna clase de juicio formal.

La liberación de Gerschkovich y González fue un asunto de Estado, entre varios estados (en España, casi una molestia de Estado para el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares).

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Cecilia Sala en una foto tomada (de Facebook) en 2021 en Kabul (Afganistán).

Cecilia Sala también molesta. Está detenida desde el 19 de diciembre de 2024. Ha sido acusada por el régimen de los clérigos iraníes de «no respetar las leyes de la República Islámica de Irán». Para aquel régimen, seguramente eso y el espionaje son parte de lo mismo, entran en el mismo apartado.

Tres días antes de que las autoridades persas ordenaran arrestar a Sala, la policía italiana había detenido a su vez –en el aeropuerto de Milán– a Mohammad Abedini, ciudadano iraní sometido a una orden internacional de detención emitida por los Estados Unidos.

Abedini no es periodista, sino un destacado miembro de la Guardia Revolucionaria de Irán. EEUU lo acusa de violar sus normas sobre control de las exportaciones de material militar y de proveer los drones que se utilizaron en el ataque de hace año contra un punto militar estadounidense en Jordania en el que murieron tres soldados estadounidenses.

Según la prensa italiana de hoy, la primera ministra Georgia Meloni ha viajado a Mar-a-Lago, la residencia del presidente electo Donald Trump, para obtener su visto bueno para que Abedini sea liberado en Italia a cambio de que Teherán haga lo mismo con Cecilia Sala. Es una hipótesis plausible.

Meloni quiere demostrar que conseguir la rápida liberación de Cecilia Sala es una prioridad nacional, pero ignoraba antes de llevar a cabo ese viaje cuales serían las contrapartidas con las que tendrá que devolver el favor a Trump.

No tengo nada que decir sobre Mohammad Abedini, pero cabe recordar que tantorar Cecilia Sala, como Evan Gerschkovich y Pablo González fueron detenidos como reporteros –cuando disponían de todos los permisos legales requeridos– mientras trabajaban para medios de prensa regulares y reconocidos de sus respectivos países.

En la vieja guerra fría, en casos así, los periodistas molestos eran casi siempre expulsados; en la nueva guerra fría, resulta más práctico, más útil, encarcelarlos.

Italia no es de los países europeos que mantiene peor relación con Irán.

Y su jefa de Gobierno estima ser también una buena aliada de referencia europea para Donald Trump, quien ahora tendría que aceptar que Roma negase pronto la extradición de Abedini para que Teherán pueda dar a su vez su visto bueno al retorno de Cecilia Sala a su casa.

Cuando escribo estas líneas, hace menos de un día del encuentro Trump/Meloni. Veo una foto de mala calidad que Mario di Vito (del diario Il Manifesto) describe así: «A la izquierda, Trump mira un punto indefinido del horizonte, mientras Meloni posa con una sonrisa, pese a que Marco Rubio [*Secretario de Estado in péctore] no sonríe. La esposa de éste Jeanette Dousbedes tiene los ojos sumergidos en su teléfono móvil».

mel Cecilia Sala y otras 'molestias' de la información internacional

Una imagen que ilustra bien las preocupaciones reales del caso Sala. No igualo, desde luego, a todos los políticos citados en este texto; pero los reporteros internacionales, y no sólo ellos, claro, son con frecuencia potenciales peones para juegos de ajedrez de líderes de mirada hosca de los estados más diversos.

El próximo día 15 de enero tendrá lugar la audiencia del Tribunal de Apelación de Milán sobre el arresto domiciliario de Mohammad Abedini. Meloni confía en que Donald Trump le permita dejar escapar a Abedini para que Cecilia Sala pueda ser intercambiada. Ambos se cruzarían después en sus respectivos aviones de regreso a sus países de origen, si es posible antes de que Trump recupere la presidencia el día 20.

Presuntos culpables, molestias de Estado, en Roma, Teherán, Varsovia, Ankara o Washington. Presas fáciles para que dirigentes –más o menos sombríos– los intercambien como rehenes por todo tipo de personajes tan oscuros como ellos mismos.

Paco Audije
Periodista. Fue colaborador del diario Hoy (Extremadura, España) en 1975/76. Trabajó en el Departamento Extranjero del Banco Hispano Americano (1972-1980). Hasta 1984, colaboró en varias publicaciones de información general. En Televisión Española (1984-2008), siete años como corresponsal en Francia. Cubrió la actualidad en diversos países europeos, así como varios conflictos internacionales (Argelia, Albania, Kosovo, India e Irlanda del Norte, sobre todo). En la Federación Internacional de Periodistas ha sido miembro del Presidium del Congreso de la FIP/IFJ (Moscú, 2007); Secretario General Adjunto (Bruselas, 2008-2010); consejero del Comité Director de la Federación Europea de Periodistas FEP/EFJ (2013-2016); y del Comité Ejecutivo de la FIP/IFJ (2010-2013 y 2016-2022). Doce años corresponsal del diario francófono belga "La Libre Belgique" (2010-2022).

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