El muy fundamentalista gobierno de la monarquía de Arabia Saudí va a autorizar la apertura de salas de cine a partir de los primeros meses de 2018, levantando una prohibición que lleva en vigor más de 35 años, informa el digital francés Culturebox, que ha recogiendo un anuncio efectuado por el ministerio de Cultura Saudí.
Siempre según la misma fuente, las autoridades van a empezar a conceder permisos de explotación: “Estamos ante un momento clave en el desarrollo de la economía cultural del país”, ha dicho el titular de la cartera de Cultura, Awad al-Awad, en un comunicado.
En el marco de un ambicioso plan de reformas económicas y sociales apoyado por el príncipe heredero Mohámed bin Salmán (el mismo que hace unas semanas tuvo que cerrar un hotel de cinco estrellas para instalar en él a los opositores detenidos[1], muchos de ellos miembros de su familia y de otros clanes con peso en el país), se van a promover en el reino ‘formas de diversión’ como conciertos, espectáculos y cines, a pesar de la oposición de los medios ultraconservadores, dice el periódico.
En enero de 2017, el gran mufí (jurisconsulto, asesor de los órganos legislativos y judiciales en los países cuyo sistema político está basado oficialmente en el Islam) de Arabia Saudí protestó contra la posible apertura de salas de cine, asegurando que iban a ser fuentes de depravación y a favorecer el mestizaje.
Lo cierto es que, aún con las salas de proyección prohibidas, hay un cine saudí que empieza a tener reconocimiento internacional, como la comedia romántica «Barakah Meets Barakah», de Mahmoud Sabbagh, que se proyectó en la Berlinale. “Wadjda«, de Haifaa Al-Mansour, fue en 2013 la primera película saudí que estuvo seleccionada para el Oscar al mejor filme de habla no inglesa.
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