Estaba empezando a escribir sobre la elección de Donald Trump, tema de moda, cuando pensé que no podría añadir nada nuevo a lo muchísimo dicho.
Y como minutos antes, había visto una vieja fotografía familiar en la que todos salen con cara de palo y leído un artículo con la pregunta ¿Por qué la gente nunca sonríe en las fotografías antiguas? cambié de idea.
Dice el portal History Facts, de donde tomé los datos para este artículo, que la fotografía comenzó a desarrollarse a finales de 1820 y transformó la Historia al documentarla en imágenes y texto.
Como su popularidad aumentó a la par que los avances tecnológicos, las familias empezaron a crear cuadernos para pegarlas y presumirlas; y esas primeras fotografías muestran que eran más numerosas, la ropa más voluminosa, las posturas rígidas y formales y los rostros sombríos.
Pero esto último, no se debe a falta de alegría sino a los largos períodos de exposición entonces necesarios al fotografiar.
La fotografía más antigua que se conserva «Vista desde la ventana de Le Gras», fue tomada en 1826 por el inventor francés Nicéphore Niépce y requirió un tiempo de exposición de ocho horas.
Pasaron trece años antes de que Louis Daguerre inventara, en 1839, el daguerrotipo que cambió ese proceso tan lento y meticuloso, que obligaba a permanecer inmóvil veinte minutos, a solo veinte segundos.
Como el equipo era caro, los químicos para el revelado tóxicos y peligrosos y solo tomaban fotos los profesionales, las personas comunes se fotografiaban poco o nunca.
Además, los primeros fotógrafos imitaban a los pintores de retratos y los fotografiados las expresiones solemnes de quienes buscaban preservarse para la posteridad mostrando su estatus social, intereses y ocupación.
Y aún ahora las sonrisas antes del clic, duran bonitas unos momentos; después, parecen muecas.
Mi segundo tema, recuerda cuestiones que heredamos de la antigua Roma que, quinientos años antes de Cristo, era una ciudad menor que rápidamente conquistó a las vecinas y controló Italia.
Cerca del año 100 era ya el poderoso Imperio Romano que se extendía de Gran Bretaña a Egipto y de influencia amplia y duradera.
Los romanos se apropiaban de otros dioses y culturas, pero innovaron en muchos campos y aunque el Imperio cayó el año 476, su legado perdura en el saneamiento de ciudades, redes de carreteras y muchísimos inventos.
Me referiré a cinco:
Los libros encuadernados que cambiaron la forma de conservar documentos en tablillas de arcilla o cera y hojas o rollos de papiro y pergaminos, para hacerlo en pugillares membranai; que se formaban apilando páginas de forma similar a los actuales.
Instrumental médico, los romanos tenían doctores y cirujanos especializados en mantener sus legiones en forma y a sus ciudadanos sanos.
Y artefactos encontrados en Pompeya y Herculano, indican que usaban pinzas, catéteres, ganchos obstétricos, bisturíes, tijeras quirúrgicas y espéculos vaginales, que pese a los milenios transcurridos han tenido pocos cambios.
Calefacción por suelo radiante con antigüedad de dos mil años, con la que combatían los fríos inviernos; templaban sus pisos con el hipocausto, aparato que aspiraba aire caliente de un horno de leña fuera de la casa, para llevarlo a una cámara bajo el suelo; como se ha visto en cimientos de antiguas villas y casas romanas en Inglaterra y Alemania.
Centros comerciales como sitios de reunión y compra venta; fue el primero, el Mercado de Trajano construido con ladrillo rojo y hormigón entre los años 100 y 110 d.C.
Tenía seis niveles, 150 tiendas diferentes, viviendas y oficinas gubernamentales, y en el piso superior estaba la Via Biberatica, calle de la bebida, para relajarse tras un día de compras o negocios.
Calendario: la mayor parte del mundo usa el Calendario Gregoriano introducido por el papa Gregorio XIII en 1582, pero está basado en el más antiguo Calendario Juliano establecido por Julio César el año 45 a.C. que es muy parecido al calendario solar egipcio.
Mi último tema de hoy son los Vikingos; que ni usaban cascos con cuernos, ni todos eran escandinavos.
Víkingr significa «pirata, asaltante» y no lugar de procedencia, y un estudio de los restos de 442 personas que vivieron entre los años 800 y 1050 d.C en Groenlandia y Europa, descubrió que tenían herencia genética de Asia y el sur de Europa.
Y los cascos con cuernos entraron al mito vikingo en 1876, cuando Carl Emil Doepler los diseñó para el vestuario de las cuatro óperas de los Anillos de los Nibelungos, de Richard Wagner.
La «Cabalgata de las Valquirias», que abre el último acto de la segunda ópera, fue determinante para asociar cascos y vikingos, pero se usaban ya, 1700 años antes de que los vikingos aparecieran.