Terminada la Convención de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP 30), conviene señalar algunos resultados y que, a mi juicio, son importantes.
En primer lugar, hay que referirse al asunto que ha monopolizado la COP 30: la hoja de ruta, lanzada por Lula da Silva para dejar atrás los combustibles fósiles y que fue bloqueada por unos ochenta países, encabezados por el grupo de países árabes y otros petroestados, incluida la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP).
A pesar de no conseguir avanzar en la mitigación y reducción de emisiones, en la COP 30 se ha seguido apostando por el multilateralismo y la solidaridad. En la Cumbre de Dubai (2023) ya se mencionó el abandono progresivo de los combustibles fósiles y ahora, hay que definir una hoja de ruta que indique cuando se van a dejar de utilizar.
El bloqueo ha suscitado numerosas protestas de países. El consenso ha sido imposible. Y con esos países han protestado también las organizaciones ecologistas, en palabra de Tracy Carty, de Greempeace: «La COP 30 ha mostrado un apoyo creciente a una hoja de ruta alejada de los combustibles fósiles, por lo que el resultado de Belém debe incluirlo para asegurar que pongamos fin a la quema de petróleo, gas y carbón lo antes posible».
Colombia y Panamá exigieron una mención explícita al abandono de los combustibles fósiles. A la demanda se sumaron los países europeos, entre ellos España, y recibieron también los insultos de los petroestados.
El Gobierno de Brasil ha anunciado que impulsará, al margen de este sistema de Naciones Unidas, una iniciativa sobre esta hoja de ruta sobre combustibles y, también, sobre deforestación, lo que es importante cuando el cambio climático se está acelerando según los científicos.
En segundo lugar, ya hemos hablado en Periodistas en español sobre el Fondo de Bosques Tropicales para Siempre (TFFF), presentado por Brasil y en el que seguirá trabajando para optimizar su rendimiento. Marina Silva, seguirá teniendo un enorme trabajo.
En tercer lugar, los países han acordado triplicar los fondos que destinan para adaptación a los impactos del cambio climático en 2035 y establecer un diálogo sobre comercio global, tras las críticas de China al impuesto al dióxido de carbono puesto en marcha por la Unión Europea (UE). El comercio también cuenta.
En cuarto lugar, en la COP 30 se ha hecho presente una gran agresividad hacia las políticas contra el calentamiento global por el acoso y las amenazas practicadas, entre otros, por Donald Trump, el secretario de estado Marco Rubio y por su secretario de Energía Chris Wright, que han influido de manera determinante, aunque la transición a las renovables sigue avanzando, incluso en Estados Unidos (EEUU).
En quinto lugar, China se ha comprometido a recortar las emisiones de efecto invernadero entre un siete y un diez por ciento en 2035 y dar un impulso a las energías renovables, Aunque está por debajo del 35 por ciento, puede suponer un respaldo al Acuerdo de París en contraposición a los ataques lanzados por EEUU. Ha sido muy notable la ausencia de las dos potencias hegemónicas, como también lo ha sido una cierta parálisis de la UE, sobre todo de Alemania.
En sexto lugar, la COP 30 ha traído nuevas Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC), que son los planes que cada país presenta bajo el Acuerdo de París para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y adaptarse a los efectos del cambio climático; como los que han presentado Reino Unido, Australia, Canadá, Japón o Brasil.
En séptimo lugar, con la COP 30 a la vista, la UE se ha comprometido a reducir un 90 por ciento las emisiones para 2040, lo que ha sido muy criticado por la extrema derecha europea y por algunos sectores conservadores.
En octavo lugar, el multilateralismo de la COP es fundamental, pero es insuficiente y sobrevive gracias a la presión social ejercida por los pueblos indígenas, las organizaciones y la Cumbre de los Pueblos, que exigieron justicia climática: «asumimos la tarea de construir un mundo justo y democrático, con buen vivir para todas y todos».
En noveno lugar, ha sido importante la participación de la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI). En palabras de su secretario general Mariano Jabonero: «Esta COP 30 ha sido histórica, hemos conseguido recibir a unos 300.000 visitantes sólo en la Zona Verde, abierta a la sociedad civil de Belém y del mundo, duplicando el número de participantes de la COP anterior, lo que demuestra que ha sido un éxito para la Amazonía, para Brasil y para Iberoamérica».
Como socio estratégico del gobierno de Brasil, la OEI ha participado en la organización y el montaje, poniendo énfasis en la capacitación, la cooperación técnica y el fortalecimiento institucional. También tuvo presencia a través del stand «Iberoamérica Viva», uno de los más concurridos de la COP 30 por su programación, que marcó una semana decisiva con lanzamientos, acuerdos y más de 7000 visitantes.
En esta actuación, posiblemente ha jugado un papel importante Andrés Delich, actual secretario general adjunto de la OEI.
En décimo lugar, Colombia se ha declarado primer país de la Amazonía completamente libre de petróleo y minería, declarándola Zona de Reserva de Recursos Naturales. La decisión fue anunciada por la ministra de Ambiente y Desarrollo Sostenible Irene Vélez Torres durante una reunión de la Organización del Tratado de Cooperación Amazónica (OTCA), celebrada en la COP 30. Junto a la ministra brasileña Marina Silva, la colombiana afirmó que la decisión simboliza «un acto de soberanía ambiental» y un llamado colectivo. Esto refuerza el compromiso de Colombia con el Acuerdo de París y su Plan Nacional para Contener la Deforestación.
Colombia y los Países Bajos organizarán la Primera Conferencia Internacional sobre la Transición Justa para Abandonar los Combustibles Fósiles los días 28 y 29 de abril de 2026 en Santa Marta (Colombia). El objetivo es identificar las vías económicas, jurídicas y sociales necesarias para llevar a cabo la eliminación gradual de los combustibles fósiles. España ya ha anunciado su presencia.
Y en undécimo lugar, doce países han impulsado la «Declaración sobre la Integridad de la Información del Cambio Climático» contra la desinformación climática. La declaración fue respaldada por representantes de Alemania, Bélgica, Brasil, Canadá, Chile, Dinamarca, Españas, Finlandia, Francia Países Bajos, Suecia y Uruguay.
En conclusión, la COP 30 no ha olvidado abandonar los combustibles fósiles ni las referencias a la ciencia, que tiene muy claro que los combustibles fósiles son la causa de la emisión de los gases de efecto invernadero. No se trata del abandono de las emisiones, como defiende Arabia Saudí, sino de los combustibles fósiles, o sea, el petróleo, el gas y el carbón.
La COP 30 ha sido incapaz de aprobar un plan vinculante contra la deforestación.
El avance del populismo ultra en el mundo, liderado, entre otros, por Donald Trump, está consiguiendo que los petroestados cuenten cada vez con más aliados.
Los indígenas, los territorios quilombolas, los jóvenes, los ecologistas y el pueblo brasileño, no han estado representados en las negociaciones.
Sí, la COP 30 ha sido una COP de contrastes y contradicciones, empezando por el propio Brasil. Ha sido decepcionante, opaca y poco transparente, un fracaso al decir de muchos y una oportunidad perdida.
La financiación ha sido escasa. Los estados han sido poco generosos.
La próxima COP se celebrará en 2026 en Turquía, al ceder Australia la sede de la Conferencia.
Y mientras tanto continua la deforestación de la Amazonía y de persistir, en veinte años llegará a un punto de no retorno.



