La selección de Fútbol de Catar acaba de proclamarse campeona de la Copa Asia de Naciones tras vencer en la final a la selección de Japón por tres goles a uno.
Por primera vez, la selección granota conquista el titulo continental tras una trayectoria impecable contando todos sus enfrentamientos por victorias, tras haber marcado diecinueve goles a favor y haber encajado un único gol en contra marcado por los nipones en la final.
La selección catarí hizo gala de un excelente juego gracias a la dirección del entrenador español Félix Sánchez Bas, formado en la Masía, quien antes de impedir a los nipones conquistar su quinto título continental, se había deshecho igualmente de otros campeones como Arabia Saudí, Irak o Corea del Sur. Méritos a los que añadir la eliminación de la selección anfitriona de los Emiratos en las semifinales con un aplastante cuatro a cero.
Una noticia deportiva interesante sin más de no ser por la extrema politización de la participación de los cataríes en esta edición en suelo emiratí. Tras el anuncio del embargo a este pequeño país del golfo por el cuarteto Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos, Bahréin y Egipto hace un año y medio, ya nada es lo que era.
Los granotas no pudieron contar con su público al no permitir el país anfitrión la entrada de los aficionados cataríes; si no fuera suficiente, los medios de comunicación del cuarteto han lanzado toda una campaña contra de la selección de Catar en lo que parecía una verdadera guerra psicológica.
Los medios de comunicación hostiles a los cataríes convirtieron los partidos que enfrentaban a éstos con los saudíes en la fase de grupos y con los emiratíes en las semifinales en batallas políticas. La prensa y los medios televisivos movilizaron a sus respectivas poblaciones para acudir en masa a animar a sus selecciones y llegaron a acusar a los pocos aficionados árabes asistentes que animaron a los granotas de traidores y mercenarios.
Este lenguaje bélico se tradujo en violencia tras la victoria de los campeones frente a los locales con el arrojamiento masivo de zapatos de los aficionados a los jugadores cataríes cuando éstos celebraban el cuarto gol del encuentro.
El discurso de algunos medios de comunicación fue claramente xenófobo y antideportivo. Algunos periodistas llegaron a acusar sin fundamento a jugadores de la selección catarí de extranjeros, especialmente al goleador Almoez Alí, de origen sudanés, y Bassam Al-Rawi de origen iraquí. De hecho, la Asociación de Fútbol de los Emiratos denunció a los granotas de alineación indebida de estos dos jugadores, a lo que respondió el Comité de Disciplina de la Confederación Asiática de Fútbol (AFC por sus siglas en inglés) desestimando la denuncia.
Por su parte, las autoridades no hicieron nada para frenar la escalada de la violencia verbal de los medios de comunicación, lo que da a entender que contó con su aprobación en unos países donde la libertad de expresión no existe y los medios funcionan con instrucciones y a golpe de teléfono.
La AFC y la FIFA deben tomar nota si quieren evitar una escalada de la violencia en los estadios de los países del Golfo, una violencia que, de momento, no ha calado en buena parte de los espectadores y sobre todo entre los jugadores quienes dieron buen ejemplo de respeto y juego limpio sobre el césped.