Los medios de comunicación corren el peligro de estigmatizar a las personas excluidas, señala Carlos Miguelez Monroy en este artículo de opinión, en el que pone ejemplos de cómo se alimenta el odio con informaciones poco equilibradas sobre una realidad compleja.
Carlos Miguelez Monroy[1]
“Un grupo de vagabundos atemoriza el barrio de Ópera”, dice el titular de una noticia publicada en el diario El Mundo. Sin aportar datos, sin entrevistar a alguno de las personas a las que hace referencia ni a responsables de organizaciones que trabajan con personas sin hogar, el texto convierte algo anecdótico en regla general. “Indigentes” y “vagabundos” que beben, que incomodan a los turistas y a los transeúntes, que hacen ruido y que crean problemas.
No ha tardado en expresar su preocupación la European Anti-Poverty Network (EAPN), dedicada al estudio y a la lucha contra la pobreza y la exclusión. La falta de equilibrio en la información hace sospechar de posibles intereses detrás de esa información cuando se conocen las quejas constantes de los comerciantes de la zona.
También se conocen las comprensibles quejas de los vecinos, pero no se puede tratar la situación de las personas sin hogar como un simple problema de estética urbana o de convivencia.
Se trata de un problema de derechos como lo reconoce el Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas. Leilani Farha, relatora especial sobre una vivienda adecuada, considera que algunos medios de comunicación denigran a las personas sin hogar de manera que se extiende la creencia de que no merecen asistencia y de que son culpables de su propia desgracia y de los problemas sociales que representan.
El último informe de Naciones Unidas sobre derecho a una vivienda digna aborda esta estigmatización. Con este tipo de “informaciones”, los medios de comunicación corren el peligro de reforzar discursos demagógicos de políticos oportunistas e incluso actitudes beligerantes en la sociedad contra las personas excluidas. El observatorio Hatento se creó para registrar los delitos de odio contra las personas sin hogar. De los insultos y las palabras vejatorias se ha pasado a agresiones físicas que han desembocado en hospitalizaciones, en lesiones irreversibles y, en algunos casos, en la muerte.
Pero no hacen falta agresiones, pues la calle en sí perjudica la salud física y mental. Mata. Las personas sin hogar viven veinte años menos en promedio que una persona que cuenta con una vivienda adecuada.
La vivienda adecuada es un derecho reconocido en el plano internacional y por muchas legislaciones nacionales, como lo son el derecho a la no discriminación, a la vida, a la seguridad personal, a la salud, a la protección del hogar y de la familia, y a no sufrir tratos crueles o inhumanos. Las personas sin hogar no disfrutan de esos derechos fundamentales.
“La falta de hogar es una crisis mundial de derechos humanos relacionada con el aumento de la desigualdad en la riqueza y la propiedad, lo cual requiere una atención urgente”, dice el informe que Leilani Farha elevó al Consejo de Derechos Humanos.
La falta de hogar obedece a varios factores, entre los que destaca la incapacidad de los Estados y su falta de responsabilidad para dar respuesta a circunstancias individuales y a diversas causas estructurales. Los gobiernos han abandonado su responsabilidad de proteger y han permitido que la especulación excluya a un número creciente de personas de una vivienda adecuada.
Además de por causas estructurales y por un fracaso en el modelo social y de convivencia, la falta de hogar se suele producir cuando se desencadenan eventos traumáticos en la vida de una persona: pérdida del trabajo, una separación, la pérdida de seres queridos, consumo de alcohol y drogas, deudas y problemas con una hipoteca.
Otras veces el desencadenante puede ser una enfermedad mental, adicciones al alcohol o a las drogas o discapacidad de algún tipo. Muchas personas que han vivido eventos traumáticos pueden acabar en esta situación si no cuenten con redes adecuadas, como lo demuestran los veteranos de guerra en Estados Unidos que acaban de volver de Irak y de Afganistán, y como antes lo habían hecho de Vietnam y de las guerras en el Sureste Asiático durante la Guerra Fría.
“La rápida urbanización mundial ha dado lugar a una sorprendente acumulación de riqueza para unos pocos, acompañada de una pobreza cada vez mayor para muchos”, sostiene la Relatora Especial, que propone una campaña mundial para erradicar la falta de hogar de aquí a 2030.
- Carlos Miguelez Monroy es periodista, responsable de comunicación de SOLIDARIOS para el Desarrollo