El 12 noviembre de este año cumpliré treinta de haberme dedicado a escribir sobre temas gramaticales y lingüísticos. Durante ese tiempo he abordado los vicios más comunes en los medios de comunicación y en el habla cotidiana, siempre con la intención de aportar elementos que puedan contribuir a la disipación de las dudas y a la disminución de esas situaciones en las que, por desconocimiento o descuido, se incurre al escribir o al hablar.
Siempre he tenido el cuidado de acotar que no soy experto en la materia, sino un preocupado por escribir y hablar bien, que no está exento de incurrir en impropiedades.
También he sido reiterativo en afirmar que para expresarse bien de forma escrita u oral, solo basta con aplicar los conocimientos que se adquieren en las diferentes etapas de la educación formal. Y si alguien cree que tiene facilidades para expresarse por ambas modalidades, entonces debería ocuparse de aprovechar esa bondad.
En ocasiones he sido duro en las críticas, al punto de que algunas personas se han visto retratadas en mis artículos, aunque la intención no ha sido ofenderlas ni humillarlas, sino hacerles entender la importancia de escribir bien y hablar de mejor manera.
Por esa razón, siempre llamo la atención de periodistas, locutores, publicistas, abogados y demás profesionales que de una u otra forma están ligados con la escritura. ¡No deberían tener errores de elemental ortografía; pero los hay, y bastante!
He dicho, sin temor a equivocarme, y a veces con dureza, que un periodista es un educador a distancia. Siempre que puedo, reitero que no podrá educar mientras su formación sea deficiente, como ocurre actualmente con aquellos que no conocen lo básico de ortografía básica; pero no admiten su deficiencia. Lo peor es que les molesta que les hagan observaciones, además de que se ufanan de haber estudiado en las mejores universidades del país o fuera de él.
El primer artículo que escribí hace ya casi treinta años, estuvo relacionado con una serie de palabras y expresiones viciadas y de algunos usos inadecuados de la preposición «a».
Hoy, una vez más, les mostraré la definición de la preposición como parte de la oración; les señalaré el uso adecuado de la mencionada preposición y les hablaré de los errores que se comenten por omisión de la misma.
La preposición «es una parte invariable de la oración, o sea, que no sufre cambios o accidentes gramaticales y su finalidad es la de introducir un término, bien sea un grupo nominal o una oración, con los que conforma un conjunto ordenado de palabras»: a, ante, bajo, cabe, con, contra, de, desde, durante, en, entre, hacia, hasta, mediante, para, por, según, sin, so, sobre, versus y vías.
La preposiciones «cabe» y «so» están en desuso, aunque eso no implica que no deban usarse, siempre que se sepa hacerlo. Como la lista es larga, solo les mostraré algunos usos adecuados de la «a», para luego referirme a los errores por omisión de la misma, caso que se ha hecho frecuente en personas cuya ocupación habitual es la redacción de textos, lo cual es lamentable, por las razones que expuse en el cuarto párrafo de este artículo.
La «a» indica dirección o el motivo del desplazamiento: «Voy a Madrid, a visitar a unos amigos»; «Esa carta va dirigida a tu mamá»; «Va al supermercado a comprar unas verduras». Puede oficiar de exhortación u orden: «¡A bañarse!»; «¡Todos a la cama!»; «¡A hacer la tarea!». Indica lugar o tiempo: «Lo contactaron a la entrada de su casa»; «Llamaré a la tarde»; «Trajeron la perra a la finca». Situación de algo o alguien: «Está sentado a la diestra del Dios Padre»; «A su derecha estaba el jefe»; «Había personas a ambos lados de la vía».
También indica el término de un intervalo de lugar o tiempo que media entre dos cosas: «Solo servían el almuerzo de doce a una»; «Acostumbraban hablar de acera a acera»; «Se les veía pasar de calle a calle». Modo: «Les gusta montar a caballo»; «Balones cosidos a mano»; «Todo lo arreglaba a golpes». Designación del precio de las cosas: «Encontré zapatos a veinte dólares».
Existen otros usos que por ahora no voy a mencionar, pues debo cerrar esta entrega con un breve comentario sobre la mala costumbre que se ha puesto de moda, de omitir la preposición «a» junto con los verbos abrir, acostarse, adelantar, hacer, haber, etc. «En la perífrasis verbal ir a + infinitivo, no debe omitirse la preposición a, aunque el verbo auxiliado empiece por a: voy a hacer, voy a abrir, va a haber».