De muertos y brujas en Guatemala

Ileana Alamilla[1]

Las tradiciones son parte de la cultura de los pueblos, representan lo que sus antepasados han ido legando de una generación a otra. En Guatemala somos pródigos en estas manifestaciones, una muy esperada es el “Día de los Muertos”, cuando se visita en el cementerio a quienes están como estrellas cuidándonos desde el cielo.

Guatemala-barriletes_Victoria-Piedra De muertos y brujas en Guatemala

Comer fiambre caracteriza a los capitalinos con posibilidades de deleitar sus paladares y… afectar sus bolsillos. Es un ritual familiar, la preparación, el almuerzo con los amados y los postres que invitan a devorarlos.

En los departamentos, la conmemoración cobra distintas dimensiones, dependiendo de las condiciones socioeconómicas.

En México esta tradición es una gran fiesta. La invitada de honor es “La Calaverita de azúcar o chocolate”, “La Calaca” o “Catrina”, que se viste de gala, de novia o de vedette. Los altares de muertos, con las respectivas fotos de los ausentes, se engalanan de flor de muerto o cempasúchil y, como aquí, se le pone al difunto(a) lo que le gustaba: mole, tortillas, frijolitos, pan de muerto y su tequila. Hermosa tradición fomentada desde la niñez. Escuelas, edificios, casas de la cultura y museos ponen sus “ofrendas”.

Más al norte, es el día de “Brujas”, esos seres despreciables que sirven para meterles miedo a los niños, que son las principales villanas terroríficas de los “cuentos infantiles”, a quienes es necesario reivindicar y honrar. Miles de mujeres inocentes fueron ejecutadas bajo esa acusación. Poco a poco la historia las ha ido dignificando. Que si porque eran demasiado bonitas y seducían a los hombres, que porque tenían conocimientos especiales, que porque eran clarividentes o adivinas, porque no eran madres, porque eran muy feas, coléricas, todas a la hoguera, acusadas la mayoría de veces de ser pecadoras y herejes. La Inquisición se encargó de ejecutarlas “como se merecían”.

En 1610, en un pequeño pueblo de Navarra, condenaron a 12 mujeres a morir en la hoguera. Las ejecuciones se basaron en supersticiones y envidias que eran poco o nada fiables. Ana Bolena, la segunda esposa del mal recordado rey Enrique VIII de Inglaterra, cayó en desgracia al no poder darle un hijo varón, así que él la demandó por alta traición, incesto, adulterio y herejía. Las pruebas eran que tenía un sexto dedo en una mano y un tercer pecho y, por tanto, bruja. La mandó a decapitar.

En 1648, Margaret Jones, médica en Boston, fue acusada de brujería, después de que varios pacientes suyos murieran porque se negaron a tomar las medicinas que les prescribió. Ella estaba científicamente muy adelantada, pero sus contemporáneos no confiaron en sus métodos, entonces revolucionarios, y la ejecutaron. Otro caso insólito fue Juana de Arco, hoy Santa, a quién después de catorce meses de interrogatorio, la acusaron de herejía, brujería, de vestir ropas masculinas y terminó en la hoguera.

Por eso nos gusta que nos llamen brujas y aquí les va un conjuro: “Escobita, escobita, que cada año me ponga más bonita. Sapo, sapito, que este año me vaya mejorcito. Caldero, calderito, que me abunde el dinerito”. Brujas del mundo, ¡uníos!

  1. Ileana Alamilla, periodista guatemalteca, fallecida en enero de 2018.

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