París, siempre París: la ciudad luz, la ciudad medieval, la ciudad real, la ciudad de las vanguardias, la ciudad del arte, la cultura y la historia. París, porque siempre tiene la sorpresa de los eventos culturales, los aniversarios, las investigaciones históricas. El arte y la cultura viven en Paris, no son simplemente eventos. No en vano Francia es líder en el cuidado del patrimonio cultural y en la políticas culturales.
El aniversario de Delacroix con una magna exposición en el Louvre en coordinación con el Metropolitan de Nueva York, es prueba de la constante revisión artística a la que se advoca el gobierno, sus museos e instituciones culturales.
París es visitar mis años juveniles, mi beca en la Sorbona y mi encuentro con el arte y la cultura de la mejor manera, como parte de nuestra vida, a pesar de los últimos atentados terroristas y la vigilancia extrema.
Delacroix, atelier en ParísMuchas veces fui a leer a la placita Furstenberg, enfrente a la casa del pintor Delacroix, actualmente, la casa es museo con su atelier, cuadros y documentos, aunque la placita haya perdido su bello jardin y su banquito acogedor.
Eugenio Delacroix nació en Francia el 26 de abril de 1798, se cumplen 220 años de su nacimiento y se lo recuerda como el artista de la transición entre el Clasicismo académico y el Romanticismo pictórico, pero también como el pintor de la identidad nacional francesa, a través de obras memorables y simbólicas como “La libertad guiando al pueblo”. Aunque Delacroix no participó en los hechos, según lo expresara el propio autor, lo hace desde la pintura, apoyando las ideas de la Revolución de 1830.
La obra nos lleva a reflexionar sobre la libertad. Su estructura piramidal no es casual, la figura de la libertad es centro del cuadro, está representada por una mujer, cuya “mirada” se pierde en el horizonte, la rodea el propio pintor con su galera en mano y representantes de todos los estratos sociales: campesinos, obreros, nobleza, soldados, es la libertad de todo un pueblo, y en ese clima de lucha, dolor y esperanza emergen los colores de la bandera francesa azul, rojo y blanco y emerge el color como fuerza protagónica en la obra de Delacroix. Emana el fervor patriótico, un sentimiento nacional a partir de los hechos vividos, y un reconocimiento histórico, por estas características puede considerarse un cuadro politico- simbólico comprometido ideológica y socialmente.
Delacroix es precursor del arte de compromiso o del arte político, éste seria otro aspecto de su actualidad. A su vez, aunque no abandona los modelos clásicos se aventura y arriesga como un romántico tanto en los temas como en su factura, de alli su modernidad, su originalidad y experimentación.
La exposición nos permite apreciar las diferentes épocas de la obra del artista, sus trabajos gráficos en relación con la literatura y sus cuadros más representativos. De su etapa histórica, es también “La muerte de Sardanápalo” El color rojo inunda el centro del cuadro e ilumina las carnuras sensuales de los cuerpos en movimiento. De esta etapa pasamos a un Delacroix hechizado con los animales, el tigre lo acecha, lo cautiva, retoma y enfatiza una linea de la pintura animalística, apreciada entre los flamencos y germanos, menos entre los artistas latinos. El mundo oriental, Marruecos, los interiores de casas musulumanas, los retratos de mujeres y hombres islámicos son temas que lo unen a la visión orientalista que tuvo tanto éxito en años posteriores.
Su dedicación en 40 años de carrera, se muestra no solo en sus grandes obras sino a través de bocetos, dibujos, escritos y estudios que Delacroix realizaba en sus viajes y durante el proceso de su creación.
Hombre de su época, aunque reservado, frecuentó tertulias de arte y cultura, conoció a otros famosos, escritores, músicos como Chopin, a quien retrató. Tampoco dejó de lado los temas religiosos o los paisajes, que abarcan su última etapa.
Una trayectoria fructífera, enfocada en la búsqueda de nuevas visiones, en su pintura se ven los conflictos de su estética, y se siente el “elan” ardiente del Romanticismo. Esos caballos desbocados, esos cuerpos retorcidos, esos mantos volados, ese color sensual y posesivo, esa manera de expandir la composición dentro del cuadro, toda una fuerza romántica volcada en lo plástico; por otro lado, la contención, el análisis compositivo, el detalle y la distancia clásica.
En esa lucha estética, en ese conflicto pictórico vibra la angustia existencial del hombre contemporáneo sacudido por tantas y diversas tendencias…
¿Dónde encontrar el centro?
¿Dónde encontrar el corazón y la razón en armónico balance?
¿Es acaso necesario ese equilibrio, o todo es caos y delirio?
En esta gran retrospectiva, que se presentará en el Museo Metropolitano de Nueva York el 17 de septiembre, Delacroix vive, siente, expresa su conflicto estético, sus búsquedas y hallazgos que son también junto con sus obras, parte de su gran legado artístico.