La niñez, esa edad tan disfrutada por los pequeños que con sus risas alegran los hogares y con sus ocurrencias hacen reír hasta los parientes más “serios”, es uno de los tesoros más valorados por los países desarrollados y por aquellos que cuentan con gobiernos preocupados por el bienestar de su población.
Cito los principales derechos de que deben gozar, de acuerdo con Unicef: a una vida sana, a un hogar, al amor y cuidado de sus padres, a un nombre e identidad; a una alimentación adecuada, a una vivienda agradable y sana, al agua pura, al ambiente limpio, a estudiar, jugar y descansar; a ser tratado con igualdad, sin importar el grupo étnico, las costumbres o religión, pero también a cuidados especiales cuando tengan dificultades para ver, oír, hablar, caminar y expresarse.
Derecho a ser los primeros en las inundaciones, terremotos, desplazamientos o cuando no tengan familia; a no trabajar antes de la edad permitida, a que sea más importante la educación y formación; a que se les proteja de maltrato, de las drogas ilícitas y del abuso sexual, así como el derecho a un trato justo cuando sean acusados de algún delito.
Para que ese goce y disfrute sea efectivo, es indispensable garantizarle a su núcleo familiar una vida digna, con oportunidades, sin exclusión ni discriminación; además, el Estado debe asignar los recursos necesarios que les permitan esas condiciones de vida.
Pero en Guatemala se invierte en la primera niñez, comprendida entre los 0 a 6 años, 6.1 quetzales per cápita, lo que equivale al 1.93 por ciento del Producto Interno Bruto, según un estudio del Instituto Centroamericano de Estudios Fiscales (Icefi) y del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef).
Miles de niños(as) se encuentran en ese elevado porcentaje de población viviendo en pobreza, viéndose obligados a trabajar en distintas labores, tanto en el agro, como en maquilas o en las calles de la ciudad, con lo que también se les coloca en un serio peligro. Otros son víctimas de trata, de agresiones físicas y mentales, de abusos sexuales, que van en aumento.
Los riesgos de muerte, los traumas por embarazos prematuros, los conflictos sociales y la reproducción de la condición de las madres adolescentes son algunas de las graves consecuencias de este abuso.
Irónico e inaceptable resulta que la legislación civil permite los matrimonios de niñas a partir de los 14 años “con autorización de los padres”, lo cual ha permitido que en la mayoría de los casos se casan con hombres que les triplican la edad. Elevar esa edad para casarse es una de las muchas reformas pendientes en el Congreso.
Solo en el caso de los asesinatos de pilotos, hasta el mes de abril, 250 niños quedaron huérfanos de padre.
En agosto, 17 mil menores de un año estaban en riesgo por falta de vacunas, emergencia que se atendió por presiones sociales diversas.
¿Cuántos niños (as) celebraron su día?