Día del abogado (a) en Guatemala

Ileana Alamilla[1]

Esta semana, el 24 de septiembre, se ha conmemorado el Día del Abogado -y de la Abogada-. El agregado es mío, para ser consecuente con nuestra reivindicación de ser nombradas como mujeres. Nuestro colegio profesional ha organizado diversas actividades para conmemorar la fecha. La ocasión es propicia para reivindicar esta profesión que ha sido manchada por personas que nunca debieron haber recibido el título.

Según el connotado profesor de Derecho de la Unam y de la Anáuac, Bernardo Pérez Fernández del Castillo, el término abogado se origina del latín advocatus, persona que aboga o defiende los intereses de los litigantes, que asesora sobre cuestiones jurídicas. Dice que esa persona era un respetado conocedor de la ley, practicaba el arte de la palabra, escrita o hablada. También se dice que es aquel que habla o pide por otros, el que conoce las leyes y sus fundamentos y practica tales conocimientos al servicio de los demás. De no existir esta profesión, quienes ignoran las disposiciones jurídicas no sabrían cómo defenderse, y ello provocaría múltiples injusticias; del mismo modo, en los juicios no se presentarían en forma clara los hechos y las pruebas.

Muchos se sonreirán al leer lo dicho, pero realmente había sido así en alguna época, incluso no muy remota. Grandes maestros y eruditos profesionales del derecho hemos tenido en Guatemala. Aunque en estos tiempos hay muy buenos juristas, esta profesión ha venido a menos. Se desconfía de los abogados y notarios(as), se les vincula con hechos deshonestos, se les señala de sinvergüenzas y muchos calificativos más.

Como en otras profesiones, la jurídica ha tenido una ampliación de su campo. Antes había obligación de saber de todo, hoy la especialidad es lo que priva, pero cualquiera que sea la opción del profesional del Derecho, debe mantener incólumes los valores de la abogacía. Miguel Villoro Torazo dice: El abogado no es, por tanto, una pieza aislada e independiente del aparato institucional de la aplicación del Derecho por el Estado, sino que se integra en él. Pero esto no quiere decir que el abogado sea un mero servidor del Estado. Más bien, el Estado o los funcionarios del Estado, los jueces y abogados son servidores del Derecho.

Pero aún hay algo mucho más profundo que debe siempre buscar quien ha optado por este noble ejercicio: la búsqueda de la justicia, que de acuerdo con Ulpiano, se define como “La constante y perpetua voluntad de dar a cada quien lo suyo”. En toda profesión hay deberes que acatar, normas que respetar y principios éticos, que son la principal armazón de quien la ejerce, al mismo tiempo que su blindaje.

Entre los del abogado se pueden citar la honradez, la honorabilidad, el secreto profesional, la lealtad hacia el cliente, el cobro de honorarios adecuados, la abstención de uso de recursos improcedentes y de prácticas deleznables.

El jurista Couture resume todo lo dicho cuando nos dice: “Ama tu profesión, trata de considerar la abogacía de tal manera que el día que tu hijo te pida consejo sobre su destino, consideres un honor para ti proponerle que sea abogado”.

¡Felicidades, abogadas(os)!

  1. Ileana Alamilla, periodista guatemalteca, fallecida en enero de 2018.

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