La comedia francesa Dios mío, ¿pero qué te hemos hecho?, que dirige Philipe de Chauveron, llega a España después de arrasar en las taquillas de toda Europa, particularmente en Francia pero también en Alemania, Austria y Suiza, y tuvo un éxito arrollador en Grecia con una enorme recaudación.
Llama pues la atención este éxito sin precedentes por parte de una comedia multirracial en países donde triunfan cada vez más las opciones de extrema derecha, por lo cual algún crítico ha visto en ella el último canto del cisne (últimas risas) antes del triunfo del lepenismo en Francia y del resto de las formaciones políticas afines en sus respectivos países.
Ello abunda en la idea de que estamos ante un fenómeno de significación más allá del cine y parece ser que lo que puede inquietar a unos interesa a la mayoría.
Cabe argumentar que en Dios Mío, ¿pero qué te hemos hecho?, los que más hacen el ridículo son los franceses de pura cepa, empezando por los padres y acabando por los yernos. La madre, una perfeccionista que se empeña en que sus hijas sean felices aún a costa de enterrar los más sagrados principios (que así se revelan totalmente superficiales), acaba por caer en depresión de la que sólo saldrá bailando el bumba; y el padre, que casi pierde la vida en el combate con su rabia y con su consuegro negro. Además hay trampa porque los yernos, aunque de distintas razas, resulta que ya son franceses y sorprenden voceando villancicos y entonando la marsellesa como el que más.
Sin embargo su director asegura que no han sido atacados en absoluto y que su película no ha ofendido a nadie, dado que reparte puyazos y burlas a todas las razas, culturas y religiones, y que únicamente han recibido algunas protestas del Frente Nacional, pero pacíficas. Parece que todos están encantados con una Francia de presente y un futuro tan mestizos como hechos a la carta por un forofo de la diversidad y en todo caso hay que recordar que estamos ante una comedia, es decir, una obra hecha para reír, un género en el que se pueden decir cosas fuertes y chocantes que en otros géneros serían imposibles.
En cuanto al tratamiento que en ella se hace del choque de culturas, así como de la vis cómica del protagonista Christian Clavier (ese padre de familia burguesa y católica blanca que ha cumplido religiosamente con su deber, sorprendido y agobiado por las extrañas bodas de sus hijas cuando justamente esperaba recibir el premio a sus esfuerzos), he oído tanto hablar de Luis de Funes, que quiero barrer para adentro ya que el tema es viejo, si bien hace falta remontarse a otros tiempos antes de que la corrección política nos quitara la libertad de expresión, para ponerlo al día: ¿Se acuerdan de aquella comedia española (Hay que educar a Papá) en que Paco Martínez Soria se las veía con un jeque árabe (Jaime de Mora y Aragón) cuyo hijo pretendía a su hija, lo cual era un buen partido, sin duda, pero su llegada a Madrid para la petición de mano trastornaba a la familia entera, pues había que adaptar las costumbres y gastar muchísimo, empezando por un cambio de casa y de look a fin de recibir adecuadamente a los millonarios que llegan de lejos? Las mujeres son las primeras en perder la cabeza y apuntarse al cambio (Julia Caba Alba a la cabeza, todo sea por la felicidad de la hija) pero el patriarca Paco Martínez Soria tiene la campechanía de no asustarse por nada y hasta de cantarles las verdades a los recién llegados. Claro que él tenía la ventaja de ser un paleto (su personaje, Paco Martínez Soria tenía muchísimas luces) que vive en el Madrid castizo y es rico porque no lo ha gastado. Además, la corrección política no había llegado, con lo cual el espectador podía partirse de risa con las verdades más burras del entrañable racista. Tanto que hasta a sus anfitriones acababa por caerles bien, que podían entenderse con él en ese lenguaje tan suyo porque al fin y al cabo querían otra cosa.
Por eso la española Hay que educar a papá no le llega en ridículo a Dios Mío, ¿pero qué te hemos hecho? ni al tobillo. ¿Se imaginan a Julia Caba Alba encargando un pavo halal para celebrar la nochebuena en el chalet con su nueva familia?
El reparto de Dios mío, ¿pero qué te hemos hecho? es coral, con lo que el guirigay es mucho mayor, y al citado Christian Clavier se unen las actrices Chantal Lauby, Élodie Fontan, seguidas de Ary Abittan, Medi Sadoun, Frédéric Chau, Noom Diawara, Frédérique Bel, Julia Piaton y Emilie Caen.
Para terminar, estoy convencida de que en esa integración súbita que se da en la vuelta a casa por Navidad tiene mucho que ver la fortuna del suegro, ese notario de Chinon con una casa que es como un castillo donde caben todos, rodeada de verde y de otros castillos de gente igual de rica muy cerca de Tours y no lejos de París. Una casa donde todos al llegar exclaman: Yo de aquí no me muevo, y si hace falta, canto la Marsellesa. “París bien vale una misa”, el dicho puesto al día. De ahí que lo titule El irresistible encanto de una casa bien, léase la burguesía.