Un estudio llevado a cabo por investigadores españoles, verifica que en España la ingesta de alcohol a diario en adultos mayores de 50 años se relaciona con la muerte a una edad temprana. Los consumidores que tienen hábitos no adecuados con la bebida, considerando el alcoholismo una enfermedad crónica, normalmente también ingieren ansiolíticos o tienen algún problema de salud mental que no está identificado o tratado.
Ingerir entre 5 a 10 bebidas alcohólicas a la semana podría acortar hasta seis meses de vida a las personas que las consumen. Si se ingieren más de 18 bebidas a la semana, la esperanza de vida se reducirá en cinco años y si son diez o quince, entre dos y tres años menos.
El estudio también verifica que no solo nos exponemos a una muerte temprana sino que el desarrollo de enfermedades cardíacas que no son letales pueden hacer que se padezcan patologías crónicas y que por ellas, se tengan peor calidad de vida. Desde accidentes cerebrovasculares producidos por la ingesta de alcohol, que se aumentan en un 14 %, hasta la enfermedad hipertensiva mortal, en un 24 % o la aneurisma cardíaco mortal, en un 15 % a la insuficiencia cardíaca.
Los estudios justifican también el desarrollo de la obesidad y la diabetes del tipo 2 en pacientes con una ingesta diaria de alcohol así como aquellos que desarrollan una hepatitis alcohóica que muere dentro de los seis meses tras ser diagnosticados.
La causa prevenible de muerte en España necesariamente es el alcoholismo; una moda consentida y aprobada socialmente con la que se celebra todo, se comparte todo y se relaciona con vínculos de amistad u ocio. El consumo excesivo de alcohol, que nunca lo es para el que lo ingiere, se asocia también con un daño hepático en todo caso, o bien a corto o a largo plazo, entendiendo por una ingesta preocupante los 40 grms de alcohol en varones y 20 en mujeres.
Hay que tener en cuenta que el bebedor social puede iniciar el camino hacia una enfermedad crónica con consecuencias letales, desde una esteatohepatitis no alcohólica; un trastorno asociado a la obesidad y a la resistencia a la insulina, que de hecho, tiene los mismos signos histológicos que la hepatitis alcohólica hasta otras enfermedades que no contempla cuando comienza a beber; enfermedades que no corresponden a su edad.
Este paciente que no se considera enfermo puede tener una vida social activa que le invite a ingerir alcohol sin darse cuenta a diario y siempre, siempre, justifica que lo hace conscientemente y sobre todo, que lo controla.
El estudio constata que los bebedores ocasionales o moderados no tienen mayores beneficios si bien los bebedores habituales tienen una alta expectativa de morir de forma temprana de una enfermedad asociada al alcohol; algo que necesariamente debe prevenirse y dar cuenta de ello en atención primaria. Si bebe habitualmente, coménteselo a su médico de familia. Este le dirá cuál es el inicio del cambio para evitar consecuencias letales.