Dice Greenpeace que “lo que pasa en el Ártico no se queda en el Ártico”, porque así lo indican las investigaciones que señalan que la pérdida de hielo puede estar detrás de los fenómenos meteorológicos extremos sin precedentes que estamos viviendo en países más al sur: surpertormentas, sequías, olas de calor, inundaciones, e inviernos con nevadas que baten récords.
Mientras el Ártico se calienta al doble de velocidad que cualquier otra región del planeta, estamos siendo testigos de datos alarmantes.
Por ejemplo, que este invierno ha marcado un nuevo récord de mínima extensión de hielo en esta zona —cuando debería alcanzar su máximo— desde que se iniciaron los registros científicos, hace 39 años.
Hay menos hielo y es más delgado. Pero también preocupa que el hielo grueso, el que no se tendría que descongelarse ni en verano, lo está haciendo a velocidades alarmantes. El bloque de hielo más antiguo y espeso, al norte de Groenlandia, está empezando a romperse.
Las temperaturas siguen subiendo. Ya el pasado febrero se elevaron más de 30º C por encima del promedio en esa época del año. Este verano en Noruega, dentro del círculo polar, se alcanzaron los 33,5 grados, por poner otro ejemplo.
El permafrost, el suelo permanentemente helado, ya no lo es tanto. Un suelo congelado que lleva así miles de años y que tiene la función de retener gases de efecto invernadero producto de la descomposición de materia orgánica, está pasando de hielo a formar grandes lagos (lagos que incluso pueden liberar enfermedades atrapadas en el tiempo).
Un oso polar se mueve a lo largo del hielo marino en la Bahía de Baffin.Incendios en el Ártico
Este verano ha habido diez veces más incendios en el Ártico ruso que los que se registraban hace una década. Los satélites de la NASA han constatado 10 057 focos de incendio al inicio del mes de agosto.
Y en vez de acelerar todas las medidas que deberían frenar la subida de temperaturas, como por ejemplo cerrar las térmicas de carbón en España para el 2025 y acelerar la transición hacia un modelo basado en energías renovables, la destrucción del Ártico es una oportunidad de negocio para muchos.
Ya estamos empezando a ver cómo las empresas navieras mundiales pretenden aprovechar ese deshielo para ahorrar días de tránsito en el transporte de sus mercancías, circulando a través de esta nueva ruta inexplorada, no abierta comercialmente hasta la fecha. Que haya barcos de 42.000 toneladas atravesando el Ártico debería preocuparnos, porque el aumento del tráfico marítimo contribuirá a la pérdida de hielo y al aumento de los impactos del cambio climático en un lugar tan frágil como el Ártico, ya de por sí amenazado por líderes como Trump y las petroleras.
Greenpeace defiende la creación de un santuario marino en el Ártico que ayude a limitar este tipo de actividades y hacer frente a las nuevas amenazas que algunos ven como una oportunidad de negocio.