Es un placer leer este libro de Enzensberger, «Artistas de la supervivencia», Altamarea; en cuyas páginas el autor desvela aspectos desconocidos o poco divulgados de grandes escritores, algunos gracias a la relación personal que el autor mantuvo con ellos.
Son sobre todo supervivientes de los totalitarismos, del terror y de las purgas que asolaron la Europa de la primera mitad del siglo veinte, pero los hay también que sobrevivieron a la indigencia o a persecuciones ideológicas, religiosas, homófobas o antisemitas.
A pesar del título, todos son escritores, y casi todos centroeuropeos. Hay también algunos latinoamericanos (Octavio Paz, Neruda, Onetti, García Márquez, César Vallejo –«sus abuelas eran indias de la tribu quechua; sus abuelos curas de Galicia»- escribe Enzensberger sobre este poeta) y un sólo español (Camilo José Cela).
Hans Magnus Enzensberger los describe con una concisión magistral en estos retratos que son como flashes (él los llama viñetas, estampas) que apenas ocupan un par de páginas pero que transmiten una imagen precisa de cada uno de ellos.
Casi todos son muy conocidos para los lectores europeos (hay algunos que en España no tanto: Ricarda Huch, Anna Seghers, Alfred Andersch, Ilse Acchinger) y algunos han sido Premios Nobel hoy olvidados, como Nelly Sachs o Ivo Andric.
Exiliados, suicidas, desertores, comprometidos con ideologías diversas, triunfadores o fracasados, todos ellos fueron dueños de un talento excepcional y legaron al mundo obras impagables.
Casi todos escribieron mucho: las obras de D’Annunzio ocupan 49 volúmenes, P.G. Wodehouse escribió noventa libros y cuarenta piezas de teatro, Iliá Ehrenburg cien libros y miles de artículos, las obras completas de Bretón ocupan siete mil páginas. Sus nombres lo dicen todo: Maxim Gorki, André Gide, Colette, Robert Musil, Cocteau, Ajmátova, Alfred Döblin, Pessoa, Boris Pasternak, Elías Canetti, Ionesco, James Bladwin… a quienes después de conocer algunos de sus avatares dan ganas de volver a leer o a descubrir.
Cubren prácticamente todo el espectro ideológico. Los hay ligados al fascismo (D’Annunzio, Ezra Pound, Céline, Cioran, Curzio Malaparte), el comunismo (Brecht, Neruda, Peter Weiss, Danilo Kis), el maoísmo (Lu Xun), el anarquismo (Jaroslav Hasek) o simplemente comprometidos con la democracia (Arthur Miller).
Y también disidentes de todas esas ideologías como André Gide, Boris Pasternak, Mijaíl Bulgákov, Vasili Grossman, Kôbô Abe, Ernst Jünger…. Y quienes se fueron y volvieron, como Maxim Gorki.
Enzensberger dice sobre todos ellos que no se pueden emitir juicios morales sin antes conocer muchas de las circunstancias que los empujaron y los diferentes contextos a los que sobrevivieron.
A veces una sola frase es suficiente para definir al personaje. He aquí algunas: «arquetipo del típico italiano, del poeta, del galán, del publicista, del dandi, del revolucionario y del fascista» (D’Annunzio), «un hombre cuyo talento se ha vuelto loco» (Pound), «lo que más llamaba la atención de Pessoa era que no llamaba la atención», «nunca se recuperó de los tremendos éxitos que le dio su fama póstuma» (Cocteau), «se le metió en la cabeza inventar formas completamente nuevas de literatura» (Raymond Queneau), «el que sus escritos hayan pasado a la historia se lo tienen que agradecer, sobre todo, a la censura» (Henry Miller), «construyó ese grupo [el surrealimo] según el modelo de un partido leninista» (Bretón), «con más de setenta años declaró que ya no tenía ningunas ganas de levantarse de la cama» (Onetti), «un narrador nato que no se ceñía exactamente a los hechos» (Kapuscinski), «Cioran fue una persona infeliz cuya demencia le condujo a un suicidio que llevaba planeando mucho tiempo», «quería ser a toda costa poeta o revolucionario. Falló con el segundo objetivo y alcanzó el primero» (Octavio Paz), «escribir era la única manera posible para responder a la pregunta de cómo puede continuar sobreviviendo alguien que ha sobrevivido» (Imre Kertész).
Sorprende el gran número de estos genios que arrancaron su carrera gracias a costearse la publicación de sus primeras obras (Genet, Kôbô Abe, Gide, Annette Kolb, Gertrude Stein) y algunos se hicieron hasta millonarios con ellas, como Alberto Moravia. Un mensaje de esperanza para esos nuevos autores que esperan su oportunidad desde el sobreabundante mercado de las autopublicaciones.