Dice José Luis Arellano García, director de La Joven Compañía, que los jóvenes de nuestros días bien podrían ser la generación perdida del teatro, por la desafección existente entre ese tipo de público y un género al que hay que potenciar juvenilmente para no perder a esos potenciales espectadores de manera quizá irremisible.
Con ese objetivo se creó Proyecto Teatro Joven, que ha unido a la asociación cultural Jóvenes al Teatro con el Centro Conde Duque de Madrid, a fin de que el arte de Talía se inserte de modo fehaciente en la enseñanza a través de los departamentos de Lengua y Literatura Española.
La iniciativa, al modo de la que existe en el Reino Unidos desde hace décadas, puede que depare los mismos resultados en España. No solo se promoverán jóvenes compañías de teatro de carácter profesional, sino que se creará un tejido cultural capaz de atraer al público joven junto al de las generaciones precedentes.
La Joven Compañía, que desde el pasado 14 de noviembre y hasta el 30 de este mismo mes representa Fuenteovejuna en el teatro Conde Duque, está formada por veinte jóvenes en edades comprendias entre los 18 y 23 años, que guiados por profesionales del circuito teatral se instruyen como actores, escenógrafos, productores o compositores, con la idea de hacer del teatro su porvenir profesional. Con la conocida obra de Lope de Vega, que ha sido reducida a lo más esencial de su acción respetando los verso del autor, La Joven Compañía arranca su trayectoria, a la espera de montar a primeros del próximo año dos nuevos espectáculos, que se estrenarán en los meses de enero y finales de abril.
Si siempre es oportuna la elección de Fuenteovejuna como obre teatral por la intemporalidad y vigencia de su mensaje, haberse decidido ahora por este texto de Lope -cuando las leyes tienden a reducir los derechos ciudadanos y sociales- me parece especialmente acertado. Teatro clásico, renovado de juventud, para llegar a los jóvenes, haciéndoles ver que ese género les incumbe no solo como espectáculo de indudable atracción, sino como canal de exposición y expresión de inquietudes intelectuales y sociales que contribuyen a su formación como ciudadanos.
Se pretende con el montaje que una historia donde la justicia, el amor y la opresión son protagonistas, aunque discurra en tiempos de los Reyes Católicos, llegue al público adolescente de hoy y en ningún momento de la función pueda infundir tedio o aburrimiento. Para ello el director ha creído conveniente mantener desde el primer momento una acción escénica muy viva, que en algún caso puede pecar de excesivo dinamismo, sobre todo cuando ese mismo movimiento impide o hace más dificultoso el entendimiento de los versos. También me parece demasiado entrecortada o abusivamente enfática la dicción de Víctor de la Fuente en el papel del comendador, cuyo protagonismo en el desarrollo de la obra es clave.
El espectáculo, en general, es meritorio y los actores realizan un trabajo agotador que el público agradece al final, pero creo que al director le ha preocupado en exceso el riesgo de que su Fuenteovejuna pudiese aburrir al público al que va dirigido. En esa línea ha creído conveniente reducir a menos de la mitad los versos del libreto original y ha dado el montaje una vivacidad que casi parece estrés. La función arranca con más tensión de la aconsejable, pues debería haberse observado un crescendo a través de su desarrollo, y creo también que se gritan abusivamente los versos a lo largo de todo el espectáculo.
Como se trata de un grupo de jóvenes actores en formación y el proyecto del que forman parte me parece magnífico, espero que estas consideraciones les sirvan de estímulo a sus promotores y participantes, porque en todos se advierte una entrega y vocación encomiables, capaces de que se puedan cumplir los objetivos marcados.