En abril de 2004, Argentina comenzó a recortar inexorablemente los envíos de gas natural a Chile, lo que desató una crisis energética de grandes proporciones y destapó la existencia de problemas estructurales en el vital sector que persisten hasta ahora, informa Marianela Jarroud (IPS) desde Mejillones.
Diez años después, un terminal de regasificación de gas licuado para reconvertirlo en gas natural, ubicado en el puerto de Mejillones, 1400 kilómetros al norte de Santiago, parece aportar buena parte de la solución a los problemas energéticos del norte del país, epicentro de la escasez hídrica y de millonarias actividades mineras.
La presidenta Michelle Bachelet se ha mostrado confiada en que, junto a las energías renovables, el gas natural contribuirá a la diversificación de la matriz energética y enfatizó que lo que «hagamos o no hagamos ahora va a tener consecuencias en el futuro».
Bachelet inauguró el 14 de mayo el estanque de almacenamiento en tierra del terminal de regasificación de Gas Natural Licuado Mejillones (GNLM), el más grande de América Latina y el segundo del mundo después de Japón.
El terminal es propiedad del grupo francés GDF Suez, con 63 por ciento de las acciones, y de la estatal Corporación del Cobre de Chile (Codelco), con el resto.
Fue Bachelet quien puso en 2008 la primera piedra de la planta, durante su primer gobierno (2006-2010), y luego en febrero de 2010 asistió a la llegada del primer barco metanero.
Esta vez, Bachelet inauguró un enorme estanque de almacenamiento que cuenta con una capacidad aproximada de 187.000 metros cúbicos y es del tipo de «contención total», con un tanque de acero niquelado dentro de otro y recubierto por fuera por hormigón.
El presidente del Grupo GDF Suez, Gerard Mestrallet, explicó que se construyó con el más alto estándar de seguridad, por lo que es antisísmico y está ubicado sobre la cota de eventuales tsunamis.
El estanque cuenta con 501 aisladores elastoméricos que le permiten resistir los esfuerzos provocados por un terremoto de gran magnitud. Además posee sofisticados sistemas de monitoreo y protección.
La ampliación de GNLM significó una inversión adicional de 200 millones de dólares, que se suman a los 550 millones de dólares iniciales del proyecto.
La estructura consolida la planta de la empresa que funcionó durante cuatro años con el barco BW GDF Brussels, que estuvo anclado en la bahía y servía como lugar de almacenamiento de las cargas de gas que llegan a la zona.
Su capacidad equivale a aproximadamente 110 millones de metros cúbicos de gas natural luego del proceso de regasificación, que se transporta a los clientes, mayoritariamente empresas mineras, a través de los gasoductos Nor Andino y GasAtacama.
Los clientes de la empresa son los encargados de importar el gas. Hasta ahora las mineras que firmaron un contrato son la anglo-australiana BHP Billiton, Codelco y la Generadora E-CL, propiedad de GDF Suez.
Bachelet presentó el 15 de mayo la Agenda de Energía de su gobierno, que apuesta por las energías limpias e impulsa el uso de GNL en la generación eléctrica en reemplazo del diésel, junto con el uso industrial y residencial.
La Agenda plantea medidas a corto plazo para maximizar el uso de la infraestructura de generación eléctrica actual y los terminales GNL. Suma otras iniciativas que, a mediano y largo plazo, «permitan aumentar la capacidad de GNL e instalar nuevas centrales de ciclo combinado a gas natural en la matriz energética, en lo posible mediante nuevos actores».
Además de Mejillones, Chile posee otro terminal de GNL, ubicado en la bahía de Quintero, 154 kilómetros al norte de Santiago, que es propiedad de una sociedad en la que participa la Empresa Nacional del Petróleo.
Para el director del Observatorio Latinoamericano de Conflictos Ambientales (OLCA), Lucio Cuenca, la propuesta del gobierno debe ser mirada con ojo crítico.
El país comete el error, dijo a Tierramérica, de no pensar en el gas natural de gran calidad que podrían aportar sus vecinos Bolivia o Argentina, sino en el tipo no convencional, principalmente el de esquisto, que se extrae de las rocas subterráneas mediante fractura hidráulica, conocida también por el término inglés «fracking».
«En Chile se está preparando la incorporación de este tipo de gas y eso tiene que ser evaluado de manera mucho más amplia», dijo Cuenca.
Actualmente, Chile importa el gas principalmente de Trinidad y Tobago y Qatar, pero se cree que el gobierno negociará con Estados Unidos el suministro de gas de esquisto.
Cuenca añadió que, si bien en el caso del GNL las emisiones a la atmósfera son menos contaminantes, «de todas maneras proviene de los hidrocarburos, por lo que también genera gases de efecto invernadero».
«El GNL está considerado como un energético de transición, es decir, es un poco mejor que el carbón, pero no es que sea lo óptimo desde el punto de vista de la energía limpia», agregó.
En Chile existen tres tipos de generaciones termoeléctricas: la diesel, que es la más cara y contaminante; el carbón, que también es contaminante, pero abundante y barato, y el gas, que es el menos contaminante, pero cuesta cerca de 30 por ciento más que el carbón.
En 1991, un año después del retorno a la democracia en este país, los gobiernos de Argentina y Chile firmaron un acuerdo de complementación económica que estableció las bases de la interconexión gasífera entre ambos países.
Pero el fallecido Néstor Kirchner, al asumir la Presidencia en Argentina en 2003, priorizó el abastecimiento interno, ante una evidente escasez del hidrocarburo, que entonces solo alcanzaba para abastecer la demanda argentina.
El recorte significó un fuerte impacto económico para Chile, porque obligó a las empresas generadoras de electricidad a recurrir al petróleo, cuyo precio en el mercado internacional había subido fuertemente.
Al momento del recorte, casi 90 por ciento de las industrias de Santiago usaban gas natural argentino, que también abastecía la red domiciliaria de buena parte del país.
«La decisión de Kirchner (2003-2007) respondió a la trayectoria política que tiene Argentina, donde va a privilegiar siempre los intereses nacionales y está dispuesto, cualquiera sea su gobernante, a asumir costos desde el punto de vista de la agenda de cooperación internacional», explicó a Tierramérica la politóloga Francisca Quiroga.
Recordó que, tras los recortes en los envíos de gas «se generó todo un debate sobre la desconfianza que debería existir hacia Argentina en términos internacionales y que ese era un país que no cumplía con los compromisos». Pero el rédito que obtuvo Kirchner fue mayor a cualquier crítica externa, completó.
Quiroga aseveró que el tema energético «es altamente sensible, ideológico y estratégico y tiene alto valor en los debates de política interna» y precisó que en el marco latinoamericano actual, «es uno de los temas de la agenda multilateral más importantes de abordar en relación a los desafíos del siglo XXI».
Con todo, Chile avanza hacia la construcción de un tercer terminal de GNL en la zona centro-sur del país, en el que estará presente la estatal empresa de energía ENAP.
Para Cuenca, se trata de una estrategia que conviene a los grandes empresarios mineros que requieren de energía barata y abundante, pues, a su juicio, se buscaría ofrecer en el mercado interno precios más convenientes.
No tengo idea si haré un aporte. En estos momentos veo más la situación macro de Chile. Cualquiera que sea el análisis valórico del asunto, lo concreto es que es un país que está teniendo un crecimiento económico constante y…a más actividad económica se necesita MAS energía. Y la energía es algo así como «talón de Aquiles» chileno, un aspecto crítico también en geopolítica y geoestrategia (recordemos el rol de los problemas energéticos en la historia mundial siglos XIX y XX). Sus vecinos Perú y Bolivia no tienen tal problema: Argentina al parecer tampoco. Y, en medio, de pronto se le niega energía a Chile eufemística y fraternalmente aludido como «un tercer país», en lo que, realmente es un señal inamistosa «aquí y en la quebrada del ají».
Entonces, el Estado de Chile y sus autoridades deben ya dar pasos decisorios hacia la resolución del problema, apelando a todas las tecnologías y alternativas posibles, porque, además, un problema energético amplio no se resuelve con un solo tipo de energía en particular, y tampoco hoy en día es posible aplicar a totalidad un enfoque medioambientalista absoluto. Solucionar este asunto, dara más solidez al Estado mismo y mayor seguridad, porque también estará menos expuesto a algo así como a presiones o «chantajes» energéticos.