A Rafael Moreno Valle lo que digan los ciudadanos, los jueces o las organizaciones de derechos humanos parece importarle bien poco. Tras las protestas de este verano por la muerte de un niño como consecuencia de un disparo de bala de goma al reprimir una manifestación, la Comisión Nacional de Derechos Humanos, CNDH, realizó las pertinentes averiguaciones y consideró que había violaciones graves en la actuación de la policía.
Para que quedara constancia y se tomaran las medidas pertinentes, la CNDH elaboró una serie de recomendaciones que le entregó al gobernador. Uno de los puntos decía que se tenía que ofrecer una disculpa institucional a las víctimas. Esto sucedió a mediados de septiembre.
No se sabe si se ha disculpado o no, y si ha cumplido otras recomendaciones, pero lo que sí ha hecho es entrar a saco en la pequeña localidad de Chalchihuapan, donde vivía el pequeño fallecido y llevarse a cinco personas detenidas. Todo hace pensar que es una venganza contra esa comunidad.
Participaron 50 policías, quienes entraron de madrugada en las viviendas pateando las puertas y con todo lujo de violencia. Ni se identificaron. No encontraron a los que buscaban, pero se llevaron a otros. Están detenidos y no saben por qué. Curiosamente, alguno de ellos ni siquiera participó en la protesta de julio.
Pero Moreno Valle debe saber que son “malos”. Lo sabe todo. Como los dictadores, que tienen espías por todas partes. Pero Moreno sólo tiene uno. Muy eficiente, parece ser. Se llama José Antonio Celorio, es universitario, y trabaja en el Centro de Análisis Prospectivo, dependiente de la Secretaría General de Gobierno, como director de Servicios Técnicos.
Según cuenta el periodista poblano Alejandro Mondragón, Celorio es el responsable de las operaciones encubiertas de espionaje telefónico de los opositores del gobernador. En su lista aparecen políticos, aliados, empresarios, líderes sociales, dirigentes sindicales, diputados locales, federales, senadores y hasta funcionarios municipales, estatales y del gobierno de Enrique Peña Nieto.
Dice Mondragón que si este espía morenovallista no respeta la intimidad de muchos, que los ciudadanos deben saber un poco más de él “y, por ende, proceder legalmente en su contra por labores que violan los derechos humanos, además de desmantelar la oficina de espionaje del gobierno que se ubica en la Casa Azul, a un costado de Casa Aguayo”.
Así, cuenta que Mansi es maestro en Administración de Empresas por la Universidad de las Américas, Puebla, en México, con el reconocimiento summa cum laude otorgado por la misma institución. Colaboró en proyectos de innovación y conocimiento del Fondo de Información y Documentación para la Industria, un dato que ha sacado de su perfil de linkedin. También facilita su dirección de correo electrónico y la de Facebook.
Hay que suponer que difundir esa información ha producido una avalancha de mensajes de gente no muy contenta. El correo no lo sé, pero la cuenta de la red social la ha cancelado.
[…] Por Concha Moreno | Periodistas-es […]