En el documental «El gran Buster» («The Great Buster. A Celebration») el realizador estadounidense Peter Bogdanovich sigue la vida y la carrera Buster Keaton, uno de los más prolíficos e influyentes actores y realizadores del Hollywood más temprano.
Mediante soberbias restauraciones de archivos de la familia Keaton, nos presenta a un artista visionario que tuvo como misión hacer reír a los espectadores de todo el mundo con películas increíblemente maravillosas como «El moderno Sherlock Holmes», «El maquinista de la General» o «El héroe del río», y tantas otras.
Mientras las imágenes nos devuelven toda la magia de Keaton en la gran pantalla –una vida de 71 años en la que protagonizó 63 largometrajes, y dirigió la mayor parte de ellos- una serie de entrevistas de amigos, familiares, colaboradores y admiradores –Quentin Tarantino, Mel Brooks, Werner Herzog, Jon Watts, Dick Van Dyke, Richard Lewis…- van describiendo un personaje complejo cuya trayectoria va mucho más allá de la comedia y atraviesa toda la historia del cine, desde el mudo de sus comienzos hasta la actualidad.
«El Gran Buster» llega a los cines españoles encuadrado en la programación de «Visiones de cine», una serie de seis películas documentales, nuevas e inéditas, pensadas para ayudar a las nuevas generaciones a entender mejor el séptimo arte de la mano de personajes ilustres de ese mundo, que han ido salpicando el verano de 2019.
De Buster Keaton (Joseph Frank Keaton Junior, «buster» es un apodo que puede significar tanto «colega» como «temerario», a cuenta de la especialidad del actor en caídas y golpes de todo tipo, una constante del cine mudo) se ha dicho que no sonreía nunca en la pantalla pero que a lo largo de su carrera hizo reír a millones de espectadores.
Estamos hablando de una de las grandes figuras de los inicios del cine, de alguien que con frecuencia arriesgaba su vida en obras de arte, en una carrera abundante en títulos asombrosos. A pesar de los sucesivos reveses, causados fundamentalmente por un alcoholismo arrastrado desde sus años jóvenes, y un final de carrera agridulce (en el que se dedicó a hacer publicidad), su filmografía sigue triunfando un siglo después.
«El gran Buster» es un vibrante homenaje al talento y el valor de un artista que durante un tiempo fue «el otro Charles Chaplin»: aunque sus trayectorias son muy diferentes y solo coinciden en una película («Candilejas»), sus inicios se parecen mucho y se confunden con el nacimiento del cine como espectáculo de masas.
Meticuloso, el realizador Peter Bogdanovich consigue hacernos soltar la carcajada cien años después con las ocurrencias, en cortos y largometrajes, de quien entre 1923 y 1928 alcanzó la cima artística a base de saltos, caídas y una serie de gags cómicos que rozan la perfección (para no olvidar la escena, repetida al menos en dos películas, de la pareja en el coche que queda atrapado en las vías del tren).
De forma cronológica, desde los primeros pasos de un Keaton de cuatro años que se cuela en las interpretaciones de sus padres, artistas de vodevil, hasta la genialidad del cineasta que aprovecha las infinitas posibilidades del cine mudo para todo tipo de proezas visuales, con su correspondiente secuela de roturas de huesos, conmociones cerebrales, quemaduras, etc. en escenas de las que la mayoría de las veces solo se hacía una toma.
Bogdanovich demuestra ser un auténtico devoto al encadenar con maestría la parte biográfica con los grandes títulos de una dilatada carrera y, sobre todo, con escenas de su obra maestra por excelencia, «El maquinista de la General», una «comedia negra sobre la Guerra de Secesión, realizada cuando ni siquiera existía el género».