El diario El País celebraba este fin de semana su número 2000 con el título en portada de “Dos mil domingos contando historias”. En primer lugar, hay que felicitar a un medio de comunicación que, como en este caso, lleva cerca de 40 años informando a sus lectores del diario acontecer en los más diversos campos. Por algo será que es el primer diario español en número de ventas, y también uno de los grandes rotativos europeos.
Pero junto a esa felicitación, también hay que decir que a algunos nos ha llamado la atención el hecho de que no se haya hecho en sus páginas la más mínima mención a uno de sus hermanos menores, que existieron y coexistieron en el buche materno durante algunos años. Y además lo hacía desde la óptica del humor, tan necesario antes como ahora, si bien al parecer está de capa caída, no sabemos si por la crisis o porque el horno no está para bollos.
Me refiero a aquel que se llamó El País Imaginario, “diario irreverente de la mañana”, que semanalmente aparecía en el interior del padre semanal con identidad propia, concebido desde la óptica del humor. Eran aquellos unos años en los que, como ha sucedido siempre a lo largo de la historia de esta España nuestra, a los humoristas, cual bufones de la Corte, se nos permitía decir en broma lo que otros pensaban en serio.
Yo fui uno de los colaboradores durante años de aquel El País Imaginario que, comandado por ese gran periodista y buen amigo que es Moncho Alpuente, reunía a lo mejor de cada casa para poner al país llamado España patas arriba dándole la vuelta al calcetín ibérico cada mañana del domingo, mientras los lectores le daban al café con churros o el pincho de tortilla en la taberna de enfrente.
Éramos una tropa de lo más variopinto, algunos de cuyos nombres les sonarán y otros no habrán oído nunca. Al ya susodicho Moncho Alpuente, una especie de “Leonardo de la movida” que lo mismo escribía un libro que cantaba en un conjunto, que tenía programa de radio o ponía en escena una obra teatral, dándole tiempo además a meterse el dedo en la nariz, se unían sujetos como Octavio Colís, Mayte Yoyoba, José Luis Cabañas, el inefable Pablo, Sol Alonso, LPO (El Roto), Walt Trappa, Pilar Butano, Juan Ballesta, Javier Barquín, Escalope de la Vega, Kalikatres, Pablo Mármol, Pablo Carbonell, Victoria Martos y una larga lista de sujetos de parecida ralea.
Hacíamos un humor desenfadado, nada ofensivo, en una época en la que la llamada “movida madrileña” estaba calentita, en su salsa, por lo que Madrid era una ciudad mundialmente conocida, alegre, cachonda antes y después del amanecer, años antes de que nuestra ahora alcaldesa, doña Ana Botella, le dijera a los “guiris” aquello de que nuestra Villa y Corte era un lugar para tomarse “un relaxing cap of café con leche”. Por las tripas de El País Imaginario pasó todo bicho viviente de aquel país que empezaba a dejar la pandereta para entra entrar en la Comunidad Económica Europea.
Algunos titulares de las noticias tratadas darán una idea de por dónde iban los tiros en aquellas páginas que pasaron a mejor vida: “Europa al borde de un ataque de serbios”, “Tita Cervera cede un liguero a la colección Thyssen”, “Piden a Solchaga que se presente a las elecciones para no votarle”, “El Vaticano inicia la causa de beatificación de Lola Flores”. “Verstringe afirma que el PPP (Partido Popular Progresista) nace con vocación de futuro”, “Los `yuppies´ se querellan contra Matilde Fernández”, “Dimite un ministro del Gobierno de Thatcher acusado de pellizcar a su secretaria”, “Altos cargos del PSOE, protagonistas de un video sobre el uso de preservativos”, “ETA defiende el origen extraterrestre del pueblo vasco”…
Un día cualquiera desapareció de las páginas de El País Semanal el hermano menor que era El País Imaginario, dando paso a otros títulos donde aquella tropa de locos parcos en ingresos y magros de ilusiones continuamos un tiempo haciendo lo que sabíamos, con mejor o peor suerte: hacer reír al respetable, que era el que, de alguna manera, nos ayudaba a llegar a fin de mes vía menú del día. Los nombres que siguieron les sonarán a los que ya peinan canas, se hacen la raya debajo de la oreja o lucen calvorotas rampantes, mientras que a esta nueva generación “suficientemente preparada” les sonará a chino. Pero existieron, tenían nombres tan sugerentes como El Chafardero Indomable y The Daily Alien.
En estas fechas en la que El País Semanal lleva 2000 domingos contando historias, queda aquí el recuerdo de que algunas de esas historias, distorsionadas bajo la óptica del humor, pero reales como la vida misma, aparecieron en El País Imaginario, del que algunos ilusos formamos parte. Va por ellos.
Querido Konrand, el país de El País ya no es el lugar en el que vivimos, por eso no nos has encontrado, despistado… Un abrazo,
Octavio Colis,