Abundan hoy en día los escritos sin argumentación, señala Luís Méndez Viñolas en este artículo de opinión, y lo argumenta en que un sistema vencedor -y este lo es- si no es muy honrado (excepcionalmente honrado), preferirá la ausencia de lógica y de tesis contrastables a la clara ubicación, no vaya a surgir de ahí la antítesis y después la síntesis. Y si se mira bien, la síntesis es un retroceso estratégico, una pérdida de terreno respecto a la tesis antes imperante.
Luís Méndez Viñolas1
Nada es casual. Hace años leí un libro (prestado, por lo cual perdido) que me sorprendió. Comentaba, entre otras muchas cosas interesantísimas (como la deriva mundial de los sindicatos, que luego se produjo), que el gobierno norteamericano de entonces ( no recuerdo cuál, serían los años setenta) se negó a racionalizar la enseñanza de las matemáticas en los colegios. Hoy no me sorprendo. Al revés, lo veo muy coherente con los intereses creados. Lo insólito sería que se racionalizara algo.
Esta introducción viene motivada por el reciente artículo de un autor de cuyo nombre no quiero acordarme. Versa sobre la propuesta, para él errónea, de no incluir la religión en la enseñanza. El artículo trata el asunto jocosamente, evitando argumentos razonables y constatables. Por supuesto, es más cómoda la ambigüedad.
Banalizar es la mejor táctica para que el lector se quede con la música sin haberse enterado de la letra. Algo así como escuchar preciosas canciones en algún idioma desconocido, sin saber que la letra es decepcionante. Ocurre mucho en nuestra cultura. Se dice que una imagen vale por mil palabras, pero no. Hacen falta la imagen y las mil palabras. Un disparo no es lo mismo en legítima defensa que para asesinar, y esa diferencia esencial puede que no la capte la cámara. Lo que cabe preguntarse es: ¿Y por qué no traducir la letra?
Seguimos. Para denostar la propuesta de que la enseñanza de la religión salga de las aulas, el autor comienza por señalar el ambiente de impiedad que vivimos, con comentarios superficiales, sin mayor profundidad ni análisis. Mezclando y revolviendolo todo, pretende dejar una impronta carente de razonamientos. Y así lanza al aire asuntos que son matizables y que no han de tener por fuerza una adscripción unitaria.
Uno de ellos trata de la propuesta de que la Iglesia pague el IBI, ante lo que cabe preguntarse ¿y por qué no? La exención del IBI de la Iglesia representa nada menos que un tercio del total del IBI recaudado. ¿Por qué es una estupidez en una época en la que hay gente rebuscando en la basura? Mejor que el autor se hubiera preguntado si la Iglesia debe vivir como Jesucristo o como Rouco Varela? ( 370 m2 en el centro de Madrid y medio millón de euros para la reforma). Su afirmación de que las mezquitas quedarían exentas no queda aclarado.
Y él no puede ignorar que esta sociedad a la que achaca que ha borrado la conciencia del bien y del mal es la de los suyos. ¿Acaso no se ha preguntado quién la dirige? Para bien o para mal, la hegemonía ideológica, cultural, religiosa, la detenta un poder que nada tiene de ateo ni de irreligioso. Y es ingenuo que desee convencernos de que él es un marginal de la cultura. Esos marginales no pueden escribir en periódicos de tirada nacional. La conciencia del bien y del mal, seriamente tratada, se comprueba en el apoyo o rechazo a esas guerras que devastan estados enteros (y cuyos efectos ahora se ven en las playas de Europa).
Si hiciera un análisis imparcial de las convicciones de los gobernantes (de todo orden), comprobaría que un altísimo porcentaje ha sido educado en el seno del catolicismo, y que la mayoría de los que detentan el poder ha recibido la impronta de la educación eclesial, incluido el Sr. Solana -hombre del sistema-, que se educó en la llamada incubadora del poder, el selecto colegio del Pilar.
Respecto a la guantada a tiempo en la educación de los hijos, no se sabe muy bien a quién culpa directamente, porque en esto intervienen distintos sujetos, niveles y ámbitos. No se sabe si se refiere a los padres de izquierda o a los de derecha, a la irreligiosidad o al capitalismo más liberal, a la enseñanza pública o a la privada, al ateismo o a Hollywood, que mucha culpa tiene de nuestra mala educación. Ante eso, cabría argumentar entonces, también jocosamente, que nuestros males son pequeños. Bastará con reintroducir la guantada en los colegios y todo resuelto, a no ser que esa guantada sea monopolio de la Iglesia, y sea ella la única capaz de darla.
Pero ¿no sería más lógico que un cristiano profundo, que no busca el proselitismo, sino la formación de cristianos verdaderos, prefiriera la enseñanza de la religión en sus propias iglesias? ¿No sería ello una demostración de voluntariedad religiosa, de espontaneidad creyente, de confianza en su verdad? Démosle la vuelta a la cosa. ¿Qué se diría de una enseñanza atea, obligatoria en los colegios?
Una última pregunta: en la época de Franco la enseñanza de la religión era obligatoria (y en casos hasta el rosario y la guantada (2). ¿Cree de verdad que aquellos ciudadanos y políticos eran mucho mejores? Si así lo cree, que abogue seriamente por su vuelta, sin ambigüedades ni jocosidades, argumentando seriamente el asunto.
Leía un trozo de texto de Kate O´Brien ( 1897-1974), escritora irlandesa, (3) en su publicación Teresa de Ávila, traducida al español en 2014 y presentada en Ávila en 2015, con motivo del V Centenario del Nacimiento de Teresa de Jesús ( 1515-2015) , y me sorprendía agradablemente la diferencia de tono. Decía ella:
«Escribo sobre Teresa de Ávila por propia elección, que es apasionada, arbitraria y personal. Nadie tiene por qué estar de acuerdo con nada de lo que diga; pero tampoco debe sentirse herido por ello. Soy libre de escribir libremente sobre una gran mujer. Pero no me propongo escribir acerca de la santa canonizada. Lo que pretendo es examinar a Teresa no mediante las reglas de la canonización sino por lo que -santa o no- fue ella misma: una mujer genial.»
Que sinceridad (arbitraria), que respeto (nadie tiene que estar de acuerdo), que sensibilidad hacia el prójimo (no herir a nadie), que ejemplo dialéctico ( examinar, no por reglas dadas), que homenaje a la duda (santa o no), que manifestación de libertad de pensamiento (por libre elección, no en curriculo obligado). Si todos fuéramos así, un pueblo podría entenderse. Con profesores así no me importaría que me impartieran sus creencias.
- Luis Méndez Viñolas es funcionario de carrera de la Diputación de Málaga, en el Servicio de Educación y Juventud.
- Un amigo perdió un oído por una de esas guantadas.
- “Teresa de Ávila”, de la escritora irlandesa Kate O´Brien.