Unas sesenta obras se muestran en una exposición que recoge lo mejor de este artista del Renacimiento español
Recuerda Felipe Pereda en el catálogo de la exposición de Luis de Morales que, a diferencia de Miguel Ángel, a quien Giorgio Vasani atribuyó el calificativo de Divino para equiparar su creación artística a la de Dios, en el caso de Morales el sobrenombre que le puso el crítico Antonio Palomino en 1724 fue a causa de la piedad religiosa del artista y a que “…todo lo que éste pintó fueron cosas sagradas, como porque hizo cabezas de Cristo con gran primor y sutileza en los cabellos, que al más curioso en el arte ocasiona a querer soplarlos para que se muevan”.
La Virgen del pajarito. Luis de Morales. Óleo sobre tabla transferida a lienzo, 210 x 178 cm. 1546. Parroquia San Agustín de MadridEn esta mínima definición están presentes las dos características más destacadas de la obra de Miguel de Morales: su religiosidad y el realismo de sus figuras, que incitan a soplar sobre sus cabellos porque parece que puedan moverse.
El visitante a esta exposición se encuentra a la entrada con una de las obras emblemáticas de este autor y una de las más fascinantes de la iconografía religiosa: “La Virgen de la oropéndola” o “Virgen del pajarito”, pintada originalmente para la Iglesia del Hospital de la Concepción de Badajoz y desde 1950 en la parroquia de San Agustín de Madrid.
Otros cuadros de gran formato, “Abrazo ante la Puerta Dorada”, “Cristo con la cruz a cuestas”, “La Resurrección”, forman parte de una de las cinco salas en las que se han distribuido las obras de Morales. En otra, la que cierra la exposición, su pintura dialoga con esculturas de Alonso de Berruguete.
Retablos y devocionarios
Luis de Morales (1510/11-1586) fue, efectivamente, un pintor de temas religiosos que destinó su obra preferentemente a retablos y también a oratorios privados de nobles, comerciantes y obispos, para quienes trabajaba en tablas de pequeñas dimensiones sobre soportes de madera. Gracias a estos devocionarios consiguió fama y una gran fortuna. Son imágenes de pequeño formato y temática devocional muy repetida, que tenían una gran demanda también por parte de coleccionistas. Imágenes claras y sencillas, de una gran eficacia visual y tamaños que se adaptaban a los ámbitos privados y al transporte a los mercados europeos: la Virgen con el niño, la Sagrada Familia, Ecce Homo, Cristos, Dolorosas, Piedades… Realizó también cuadros de grandes dimensiones con los mismos temas religiosos de sus retablos y devocionarios, que aumentaron su prestigio y reconocimiento internacionales.
El Nacimiento de la Virgen. Luis de Morales. Óleo sobre tabla, 69,2 x 93,2 cm. h. 1562-67. Madrid, Museo Nacional del PradoEn la pintura de Luis de Morales las figuras son luminosas y vestidas con ropajes de colores fuertes y pliegues perfectos, que destacan sobre un fondo negro. Son composiciones con pocos personajes, fundamentalmente de medio cuerpo, que transmiten una sensibilidad atormentada en los cristos y una dulzura melancólica o una dolorosa angustia en las vírgenes, en medio de una atmósfera de quietud y contemplación .
Representante destacado del llamado Renacimiento español, Luis de Morales se inició en la pintura en Plasencia, donde trabajó de 1535 a 1537. Plasencia era la diócesis más grande de Extremadura, y atrajo a artistas de diversas procedencias para llevar a cabo los numerosos encargos de pinturas religiosas para sus iglesias y conventos. En 1539 se estableció en Badajoz, una diócesis más pequeña pero en la que contaba con el favor del obispo Juan de Ribera (canonizado en 1960), quien le hizo numerosos encargos y gracias al que llevó a cabo lo mejor de su producción artística en talleres en los que trabajaba con dos de sus hijos. En Badajoz hizo unos veinte retablos para toda Extremadura, de los que se conservan muy pocos (sólo los de Arroyo de la Luz y Plasencia permanecen montados como conjuntos completos): Higuera la Real, el de la catedral de Elvas, el de los dominicos de Évora, el conventual de Alcántara y el de la capilla del sagrario de la catedral de Badajoz conservan algunas de sus realizaciones.
A la muerte del obispo Ribera la actividad de los talleres de Morales decayó profundamente y el artista pasó por un largo periodo de necesidades que le llevó a la pobreza de la que, al parecer, vino a salvarle un supuesto encuentro con Felipe II, quien, consciente de su situación, ordenó que de las arcas de la ciudad le fuesen asignados al artista doscientos ducados para comer. Morales preguntó al Rey: “¿Señor, y para cenar?”. A lo que el Rey dijo: “Que se señalen otros doscientos”.
A la muerte de su esposa en 1850, Luis de Morales se trasladó a vivir a Alcántara con dos de sus hijas, ciudad en la que murió seis años después. Fue enterrado en Badajoz, junto a los restos de su esposa Leonor de Chaves.
Y en Valencia de Alcántara iglesia de Rocamador