El renacer de los caudillos: en torno a Pablo Iglesias

Con 20 años era rey de Macedonia, con 26 ya lo era también de Media y Persia y dos años después, cuando contaba 28 años, faraón de Egipto. Su nombre, como todos los lectores ya han podido adivinar: Alejandro, conocido como Alejandro Magno. Murió en el año 323 a. C. cuando le faltaba un mes para cumplir los 33 años de edad.

Si en algo destacó Alejandro por encima de cualquier otro personaje de la antigüedad fue en el ejercicio de la guerra, mostrándose como un consumado estratega. Su formación intelectual, encomendada por su padre a Aristóteles, era igualmente excelente.

Después de poner orden en su propio reino se colocó al mando de su ejército y se lanzó a la conquista de los imperios conocidos, comenzando por consolidar el dominio macedónico sobre todas las ciudades griegas que formaban la antigua Hélade.

Pacificada Grecia se lanzó a la conquista del imperio persa para continuar su imparable periplo de dominio y culturización por Egipto, Anatolia o Asia Menor, Oriente Próximo y Asia Central hasta la India, detenido allí más por el cansancio o cobardía de sus generales, que se negaron a continuar avanzando, que por su falta de ímpetu personal para seguir conquistando territorios.

Murió Alejandro en Babilonia sin poder completar sus sueños, pero no existe parangón que se le asemeje en los anales de la historia a no ser, y en menor medida, la conquista de Arabia por Mahoma casi un milenio más tarde, a quien se le iban rindiendo las tribus dispersas sin apenas presentar batalla, sometiéndose a su dominio político-religioso dócilmente. Julio César, Napoleón Bonaparte, Hitler y algún otro megalómano han pretendido emular a lo largo de la historia a Alejandro Magno.

Pablo-Iglesias-Bellas-Artes El renacer de los caudillos: en torno a Pablo IglesiasEl síndrome del caudillaje invencible reaparece de vez en cuando, incluso a escala nacional. Hace unos pocos años Pablo Iglesias saltó a la fama como tertuliano primero y eurodiputado después y se hizo multipresente en los medios de comunicación, especialmente en La Sexta, el canal que le ha servido de plataforma de promoción personal; desde allí, y ya presente en otros muchos medios, ha lanzado consignas, descalificaciones e insultos a diestra y siniestra, y como si de un nuevo Alejandro Magno se tratara, ha anunciado a voz en grito que venía a hacerse cargo del gobierno de España.

Según iba manifestando su ideología y posicionamiento político, el conjunto de la población ha pasado de la curiosidad a la sorpresa producida por su arrogancia. Pero fue con ocasión de los resultados de las elecciones europeas (año 2014), en las que, contra todo pronóstico, Podemos logró cinco eurodiputados, cuando una buena parte de ciudadanos españoles comenzó a hacerse eco de de la figura emergente de Pablo Iglesias y del partido que regentaba: Podemos.

Entonces, de la sorpresa se pasó a la expectativa, ya que muchos ciudadanos, hartos de políticos y gestores corruptos que se han mostrado incapaces de ofrecer una salida digna a los millones de hombres y mujeres que se habían quedado en la cuneta a causa e la crisis y de políticas inadecuadas, se identificaron con su diagnóstico y abrigaron esperanzas de cambio.

El éxito político en las elecciones europeas llenó al nuevo caudillo de jactancia y, convencido de que el resto de su itinerario, cual émulo de Alejandro Magno, iba a ser un paseo militar, comenzó a lanzar consignas del orden de “el cielo no se toma por consenso sino por asalto”; todo ello sin escatimar calificativos como “casta”, “mafia”, “ladrones”, y otros muchos epítetos dirigidos a los gobernantes y políticos adversarios, comenzando por el presidente del gobierno.

Su arrogancia le hizo no sólo descalificar a los políticos que, aún con muchos errores y desaciertos, han conducido los destinos de España durante las últimas cuatro décadas, los años más prósperos de la historia de España a pesar de todo, sino también a burlarse públicamente de sus anteriores correligionarios, los integrantes de Izquierda Unida, en cuyas filas militó y trabajó desde los 15 años y hacia quienes ha evidenciado una feroz violencia dialéctica, tal vez motivada por resentimientos o aspiraciones no satisfechas. Con ello ha mostrado una parte importante de su perfil no ya sólo como político sino como persona.

Las elecciones autonómicas (mayo 2015) han rebajado sensiblemente las expectativas de Pablo Iglesias y de Podemos, si bien el autoproclamado libertador ha sabido patrimonializar muy astutamente los resultados ajenos de “las plataformas” en las elecciones municipales (Madrid, Barcelona, Galicia, Valencia) como un éxito propio.

El problema añadido es que las encuestas, que no son otra cosa que una “fotografía” de una realidad cambiante, ponen muy nerviosos a los políticos cuando no les son favorables, y esas encuestas han rebajado una vez tras otra la intención de voto favorable a Podemos desde un 27 % que amenazaba con tragarse no sólo a Izquierda Unida sino también al Partido Socialista, hasta el 15 % actual, según la última encuesta del CIS.

¿Y cuál es la nueva estrategia adoptada por Podemos y su líder Pablo Iglesias a raíz del vuelco sufrido en las encuestas? Ha pasado de presentarse como un partido radical de izquierda homologable al Syriza griego de Alexis Tsipras, valedor de los gobiernos de Venezuela y compañero de viaje de otros regímenes similares, a presentarse como un partido socialdemócrata, que ha aparcado los antiguos vocablos como “casta”, “mafia”, “ladrones” para intentar revestirse de una nueva imagen dentro del ámbito convencional atribuido a los partidos demócratas; una nueva estrategia en la que ya no se menciona a sus afines griegos ni venezolanos, que alaba públicamente al rey y muestra su mejor cara demócrata (aunque no sea precisamente un método democrático el que se practique ad intra en el partido que dirige con mano firme).

Ahora bien, o mucho cambian las cosas de aquí a finales de año, cuando se celebren las elecciones generales, o parece ser que la marcha triunfal de Pablo Iglesias va a quedar reducida a que unas siglas, las del Podemos, sustituyan a otras que se han hecho viejas, las de Izquierda Unida. Un lenguaje renovado para referirse a viejas ideas.

No obstante, la sociedad española ha contraído una deuda importante con Podemos y su líder. A semejanza del ángel que removió las aguas del estanque de Betesda para que los enfermos, ciegos, cojos y paralíticos pudieran ser sanados (cfr. Evangelio de Juan 5:1ss), Pablo Iglesias ha removido las aguas de una sociedad podrida por la corrupción y ha colocado al resto de partidos políticos en la necesidad de revisar sus métodos, sus respuestas y su conducta, en la esperanza de que haya un nuevo amanecer político que de paso una sociedad más democrática, más honesta y más justa; una sociedad que sea sensible a las necesidades de las clases más desasistidas; una sociedad que exija y ponga en marcha gobiernos virtuosos, que respeten los derechos de todos los ciudadanos y fomenten la justicia social.

Máximo García Ruiz
Nacido en Madrid, es licenciado en Teología por la Universidad Bíblica Latinoamericana de Costa Rica, licenciado en Ciencias Políticas y Sociología por la Universidad Pontificia de Salamanca y doctor en Teología por esa misma universidad. Profesor de Sociología, Historia de las Religiones e Historia de los Bautistas en la Facultad Protestante de Teología UEBE durante 40 años (en la actualidad emérito) y profesor invitado de otras instituciones. Pertenece a la Asociación de Teólogos y Teólogas Juan XXIII; es uno de los dos únicos teólogos protestantes incluido en el Diccionario de Teólogos/as Contemporáneos editado por Monte Carmelo que recoge el perfil biográfico de los teólogos a nivel mundial más relevantes del siglo XX. Ha sido secretario ejecutivo y presidente del Consejo Evangélico de Madrid y ha publicado numerosos artículos y estudios de investigación en diferentes revistas, diccionarios y anales universitarios y es autor de 21 libros, y otros 12 en colaboración.

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