El rocanrol tiene mucho que ver con uno de sus creadores más genuinos, Bo Diddley, que lo definió como “música alegre”. Así de simple.
Si haces el esfuerzo de imaginar el mundo sin rock, sin las músicas de los jóvenes, sin el ímpetu de los últimos 70 años, si cierras los ojos y te imaginas la vida sin twist ni shout, sin el soul ni las guitarras, si eres capaz de pensar días enteros sin esos sonidos, sin la furia ni el silencio de los chicos que fuisteis, si haces ese esfuerzo, ese doloroso esfuerzo, entonces serás capaz de comprender de dónde viene todo, serás capaz de vislumbrar cómo era el universo cuando no había nada, ni universo ni aire ni polvo de estrellas ni el vacío, si haces ese esfuerzo estarás casi muerto.
El pasado
Demasiado que aprender, demasiado que amar… rastreamos los días que fueron y encontramos todo: la desidia y el afán, las canciones de amor y las de muerte, las certezas de hierro y las dudas de seda; nos perdemos en los escombros y admiramos aquella ruinas de las que rescatamos el primer blues y el último lamento de un esclavo, el poder popular de alguna música nacida para la fiesta y el baile o la fiereza de los himnos venidos para la guerra y el humo; demasiado que aprender, demasiado que amar… podemos vislumbrar atónitos una eternidad adormecida retenida en una senda impresa en el alma de un libro, llegada para la hora de la siesta y el sopor de lo rural, para la corriente de las ciudades, nos adormecemos escuchando las nanas de madres somnolientas, las agitadas caderas de Elvis, unos valses aristocráticos o la maquinaria de una discoteca, toda esa música espléndida no puede esperarnos, está hecha para sonar en el mundo mientras el futuro de decide y nosotros dudamos nuestras certezas.
Elvis Presley. Elvis está muerto profundamente, como si fuera para siempre: cimbrean cinturas y cien guitarras cantan un doloroso blues de algodón sin recoger, maltratado y único, el fruto de una tierra de esclavos con tantos racistas como sogas y frutas extrañas, profunda América para los americanos, anidando en sus barcos el futuro del mundo, el de los dólares, el rocanrol y el paisaje de los pianos de jazz, de jazz libre y güisqui, profunda América sin más pasado que el de los pioneros y los látigos, sin más presente que el de los jóvenes enriqueciendo los átomos del futuro. Al verdadero poder le basta con sonar como si la música estuviera siempre en el lugar donde Elvis Presley nos sigue peguntando si estamos solos esta noche.
Se desliza por mi piel la lágrima que ha explotado en la cápsula donde la aguja roza el vinilo para hacer brotar esa magia humana de cielos y mares y praderas y aceras y jardines, de fuentes en las tardes de la niñez, de sudor de las mañanas de los sábados y de noches esperando nada, esa espléndida raza de dioses que arañan la ciudad con guitarras y las teclas de un piano de ámbar y platino, relucientes en los cristales de las gafas de Roy Orbison, en las patadas al aire de Elvis, en los versos de dolor de Costello y en las pulsaciones prístinas de los Byrds o en las maravillas como augurios de todas las notas musicales de los Beatles, brillantes vibraciones populares de la mítica ruta de la sal común, benditos seáis Diego (Manrique), Jesús (Ordovás), Rafael (Abitbol, encendidos predicadores sobre mi sangre encendida de rocanrol y de las poesías bruñidas en los sueños de mis amigos los músicos, ese oro que da valor a todo cuanto ellos tocan y que de verdad nos hace ser los humanos que somos.
El presente
Lo bueno del rocanrol, que vino a salvarnos la vida, es que ya está inventado, y sólo hay que disfrutarlo, recrearse en su simple eficacia juvenil de rudeza evanescente, dejarse llevar por su magia tachonada de realidad y de guitarras afiladas, abrir nuestro corazón para permitir que en él se depositen la caricia de los ritmos de goma y las voces de sirenas que nunca quieren atraernos a ningún abismo, más bien pretenden afianzarnos en ese rincón oscuro y suave de la noche donde no dejamos que nadie alborote nuestros sueños.
“Yo me imagino que si consigues cautivar a cierta gente a la que toda su vida se le ha dicho lo que tiene que hacer, gente demasiado joven o que tiene demasiado miedo a lo que sea creo que, en cierta manera, les pones a funcionar el cerebro y les haces pensar que a lo mejor pueden hacer algo. Para eso es el rocanrol, para darle al interruptor y hacerles ver que hay otras posibilidades y que es una tontería no probarlas. Puede ser que no consigas ser feliz, pero menuda jodienda es no intentarlo. Es como suicidarse nada más nacer”.
Palabra de Janis Joplin.
Dices tú de rocanrol, qué invento, ¿que no? Los jóvenes lo crearon y ahora es un asunto adulto de ancianos, a veces de ancianos, sí: nos remontamos a las cavernas, a los tiempos de las pieles y las piedras y los palos y los pelos largos muy largos, ya entonces se soñaba en rocanrol, no en blanco y negro, como los perros, no, se soñaba en rocanrol, ese sueño que regresó hace décadas para siempre, para ser la melodía del futuro, la música de los locos, los compases necesarios del presente, la retahíla del pasado. ¡Ay rocanrol!, nunca morirás, por lo menos mientras haya agallas, no hasta que los sapiens degeneren del todo. Hasta el infinito…
El futuro
¿Infinito? Nick Cave habla del futuro del rock. Dice Cave, muy recientemente, en su blog The Red Hand Files:
“La moderna música de rock lleva enferma desde hace algún tiempo. Está afectada por una especie de cansancio y confusión y pusilanimidad; ya no tiene el vigor necesario para pelear las grandes batallas que la música de rock solía pelear. Me parece que hay poco nuevo o auténtico ya que se ha vuelto más previsible, más nostálgica, más cautelosa y más corporativa.”