En Auschwitz no había tiempo para aburrirse

Último tango en Auschwitz es una reconstrucción de un día en la vida del campo de concentración, narrado por un músico de la orquesta

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Portada de El último tango en Auschwitz

A Hitler se le apoyó frente a la denostada República de Weimar y se le permitió hacer y deshacer a su antojo. Y ahora mismo nadie está interesado en conocer qué ocurre en estos campos de la muerte. Sólo les preocupa la marcha de la contienda. Y en la guerra todo es válido. Ésa es la única moral, la Ley». Y añadió ante nuestro silencio, como si hubiera desarrollado esa lección de Historia en numerosas ocasiones y lugares: «El pueblo alemán, antes del Tercer Reich, se encontraba en la ruina, sumido en el caos más absoluto, político, económico y moral». Y Hitler, quienes le apoyaron y vieron en él una manera de sanear sus negocios, terminó con el paro y la inflación. La gente pudo comer, tener un techo bajo el que guarecerse, sobre todo recuperar su orgullo, su prestigio como Nación. Son palabras que recuerdo se pronunciaron en un congreso de intelectuales -catedráticos universitarios, escritores, artistas- en el año 1938 en Berlín. Aunque algunos no lo creáis, fueron muchos, hombres de ciencia y del pensamiento y la creación, quienes apoyaron a Hitler. El populacho podrá ser primitivo, dejarse guiar por instintos primarios, pero los llamados intelectuales no son ajenos a sus intereses personales que anteponen a cualquiera de esos derechos humanos siempre convertidos en papel mojado cuando les interesa a los gobernantes, Y no debe olvidarse que los campos de concentración también hablan de dinero, de la eficiencia de un sistema económico, de las leyes de los beneficios y la importancia de los mercados, en una palabra, del desarrollo de la economía alemana, y en ellos, como hienas entre cadáveres, merodean los empresarios, los banqueros, los industriales que engordan con los esclavos y muertos sus fortunas, sus fortunas no sólo alimentan la guerra, les otorgarán a ellos y a sus descendientes un futuro en caso de perderla, y este genocidio se convertirá en un simple recuerdo para el que bastan unas simples frases de arrepentimiento, a veces incluso ni eso.. La religión les sirve para dominar a los pueblos. Y tampoco han de faltarles nunca periodistas, jueces, profesores, artistas que les apoyen. Nadie escuchará, creerá nuestros testimonios si es que sobrevivimos, y los que los crean no tardarán en olvidarlos».

Reflexión al margen de la novela

Último tango en Auschwitz, la novela publicada por Editorial Akal que ha salido a la venta en los días finales de marzo, es una reconstrucción, desde el presente, de un día en la vida del campo de concentración, narrado por un músico de la orquesta, sobreviviente, que antes de morir, en las postrimerías del siglo XX, y ayudado por textos y testimonios de otros escritores sobrevivientes de los Lager nos habla del genocidio, del fin de la civilización, de la banalidad del mal, de las relaciones entre la música y el poder. Narración que pretende que el lector se integre en ella para interrogarse a si mismo sobre si puede escribirse después de Auschwitz, y el tema de la culpabilidad colectiva ante los grandes crímenes del poder, sean políticos o económicos.

ALEMANIA. DE HITLER A MERKEL

La guerra que hoy día no necesita declararse formalmente. Las armas de fuego sustituidas por las armas de la banca y los mercados. Las víctimas de las leyes y las palabras (y los nuevos aliados de Merkel, los Petain, Franco, Mussolini de turno: de Rajoy y Cospedal a los dirigentes italianos, portugueses, griegos)…

Los alemanes provocaron dos guerras mundiales. Quisieron dominar Europa. Fueron derrotados. Renacieron de sus cenizas. Comprendieron que no eran las armas quienes les llevarían al sueño de ese dominio. El poder del dinero. La esclavitud económica. Hitler amaba los perros. También a Wagner. Merkel ofrece la estampa de una buena ama de casa. Con su mirada dulce nos dice que ama las plantas y le gusta el fútbol. Imponer la grandeza de su Patria se hace a base de sacrificar a otros pueblos. Siempre ha sido así. Su terrorismo ya no deja tras de si campos de concentración, sino hambres, crisis humanitarias. Detras de ellos están los de siempre: bancos, empresarios de armas químicas, de automóviles, de industrias poderosas de desarrollo tecnológico, incluso galeristas y coleccionistas de arte de primer orden. Las alianzas son, más que políticas, económicas. O de paises siempre neutrales, como Suiza, el gran refugio de los terroristas de sangre azul o blanca.

LA CULPABILIDAD DE LOS BURÓCRATAS

Es el nuevo ejército que conforman el Estado de las alucinaciones realistas de Kafka para servir a los dueños del Castillo, de la Ley y metamorfosear a los ciudadanos.

Nadie es culpable de la violencia que se ejerce contra los oprimidos. Todos los ciudadanos, cada uno en su puesto, se limitan a cumplir las leyes, a ejercer sus oficios con la mayor profesionalidad posible. Sean banqueros, ingenieros, arquitectos, responsables de medios de comunicación, incluso funcionarios políticos o sindicales. La democracia ha desterrado la violencia de los que un día fueron revolucionarios, por eso la represión tampoco recurre a medidas extremas. Hoy los campos de concentración gozan de libertades, en ellos campa a sus anchas la televisión. Apenas se dan, salvo en casos excepcionales torturas o violencias físicas. Al nuevo enemigo, internet, habrá que ir limitándole su posibilidad de acción, neutralizarle. Es el pensamiento el que ha de abolirse. El poder del mercado y de la publicidad forma parte de los procedimientos utilizados por los gobernantes para dominar a la masa y burocratizar la vida y la cultura.

Nada hay más terrible y amenazante para el pensamiento y la libertad que un burócrata convencido de su necesidad, profesionalidad y obediencia para el funcionamiento perfecto del engranaje de la máquina del poder.

Nadie habla de Auschwitz; si habla, no comprende nada; si comprende, lo olvida enseguida

¡Hace ya tántos años que hombres como Stuart Mill, Carlos Marx, Bakunin, Albert Camus, Einstein,

Celan, yacen para los más en el más absoluto de los olvidos…!

Andrés Sorel
Escritor, nacido en Segovia durante la guerra civil. Fue corresponsal de Radio España Independiente entre 1962 y 1971 y dirigió en París la publicación Información Española. A la muerte de Franco regresó a España y colaboró en diversos periódicos y publicaciones de izquierda, entre los cuales destaca la fundación en 1984 del diario Liberación. Ha sido durante muchos años secretario general de la Asociación Colegial de Escritores de España, y director de la revista República de las Letras.

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